sábado, 29 de julio de 2023

Bajante

Cuando comencé a bajar pensé que sería algo sencillo. Creía que a lo sumo bajaría durante un tiempo; un tiempo corto aunque imposible de medir que no representaría gran esfuerzo ni ninguna dificultad. Estaba distraído, lo admito. Comencé a bajar casi que sin darme cuenta, sin atender a lo que me rodeaba, a lo que pasaba junto a mí. Mirara donde mirara nada se veía, lo que ayudaba a mi idea de que la bajada pronto se acabaría, que no podía durar mucho más. Era cuanto creía, no tenía nada más.
    Distraído, como siempre, como en todo cuanto hago, ni siquiera me di cuenta de que a pesar de lo mucho o poco que ya había bajado, el descenso continuaba. Imperceptiblemente, porque siempre quise usar esa palabra en uno de mis escritos, me fui adentrando más y más, dejándome llevar, sin decidirlo, solo dejándome hacer, hasta que ya me daba lo mismo pensar en volver a subir que el continuar bajando.
    Nada me aseguraba que si hubiera estado atento no hubiera continuado hundiéndome bajando y bajando. Puedo culpar a la distracción, a mi incapacidad de hacerme cargo de mis actos, pero eso no quita que también existe la opción de estar siempre atento ―claro que nadie puede estarlo las ciento sesenta y ocho horas semanales― e igualmente acabar aquí mismo. Pero sí, es cierto, estaba distraído cuando comencé a bajar. Estaba un poco más atento cuando continué bajando, comencé a preocuparme por dónde acabaría todo cuando mis rodillas, cuando mi cuerpo entero se volvió una queja por el esfuerzo ante los interminables escalones y cuando por más que mirara en cualquier dirección no veía otra cosa que la misma bajada en la continuaba hundiéndome. Estoy atento en este momento y lo sigo haciendo, sigo bajando.
    Responsabilizaré también a la ley del mínimo esfuerzo, porque claramente es más fácil continuar en caída, en descenso permanente, que el pretender detenerse y retornar por el camino ya recorrido. Mis rodillas, de por sí siempre cansadas, no serían capaces de algo semejante, ni hablar del resto de mi cuerpo a punto de desfallecer. Así pues, es más fácil continuar bajando, porque tal vez al final, en el fondo, exista otra forma más rápida y menos exhaustiva de subir. Un ascensor tal vez, un montacargas quizá, ¿por qué no?
    Con tanto tiempo aquí uno se acostumbra a seguir hacia adelante, a seguir bajando, como si fuera algo normal, casi que natural. La carencia total de respuestas, la falta de conocimiento, de cartografía de los espacios oscuros en los que nos adentramos no resulta tan aterradora como la perspectiva de lo que deberá hacerse pasa salir de un lugar semejante. Así, pues, continúo hundiéndome. Diría que lo hago con una sonrisa, pero como no puedo verla no estoy seguro siquiera de eso.
    Cuando se comienza a bajar, sea por distracción, sea por decisión, sea por algún otro motivo que alguna vez conocimos, parece que las cosas a nuestro alrededor también lo hacen, que se hunden con nosotros, que el sol brilla menos, que su calor ya no se siente tanto, que el frío aumenta, que el silencio inunda nuestros oídos, pero no es así. Somos nosotros quienes preferimos creer que todo se dirige en una misma dirección sin pensar en recordar qué o quién nos empujó a bajar, qué o quién nos arrojó en esa dirección, qué o quién nos impide detenernos. Y como la respuesta a todas esas preguntas es la misma, un nosotros tan absoluto como aterrador, lo único que en verdad acaba por tener sentido es saber cuánto falta, cuándo llegaremos al fondo.
    Miro, y no veo nada. Comienzo a creer creo que carece de fondo el pozo que me ha tocado, mi propio pozo, mi pozo personal.


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En el Número 89 de la revista Digital El Narratorio se ha publicado el relato: Alarmas.

Pueden pasar a leerlo cuando gusten.

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27 comentarios:

José A. García dijo...

Habrá que seguir hundiéndose, digo bajando...

Saludos,
J.

Recomenzar dijo...

Me está pasando a mi pero vos sabes
soy frontal y valiente
saludos

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Poderosa metáfora resultó el relato.
Saludos, colega demiurgo.

Tatiana Aguilera dijo...

Y lo que se necesita para aplacar el dolor es el fondo. Tocarlo. Sentirlo, solo así por inercia se comienza a salir.

Abrazos José

J.P. Alexander dijo...

Profundo relato. un poco sombrío cuando uno ya no le importa nada deja que las cosas lo hundan. Te mando un beso.

Carlos augusto pereyra martinez dijo...

Vivimos en una sociedad tan dada a la corrupción como pozo de vida que aún no encuentra fondo, porque aún queda en ese foso mucho por corromper. Un abrazo. Carlos

Gabiliante dijo...

todo es por la ley que rige la naturaleza. ¿Has visto un leopardo que vaya tras la gacela más rápida? o un río que corra cuasta arriba?
si subes la escalera acabaras sntes agotado. y cuando pares sin encontrar tu objetivo, deberás desandar lo hecho. en cambio cuesta abajo puedes llegar más lejos. final hay en los dos sentidos

María dijo...

eguramente por eso yo siempre prefiero subir que bajar, aunque lo segundo parezca más fácil que lo primero, lo cierto es que toda bajada conlleva una subida posterior y siempre es mejor hacer el mayor esfuerzo cuando estás fresco que cansado, emocionalmente cuando me bajo/caigo no subo, reboto y además… afortunada e imperceptiblemente ( hago como tú y tb la uso ) vamos! que no me entero, pero biológicamente mi ser tira para arriba siempre…creo que debe ser porque me encanta nadar y poco bucear sentir agua sobre mi no me hace sentir segura : ) Estupendo tu texto, parece que al final vamos a encontrar contigo algún tesoro y nos encontramos a nosotros mismos en tu compañía : )
Abrazo fuerte y buen verano!

Jose Casagrande dijo...

Una de las ideas aterradoras que se me ocurren luego de leer,
es si alguna vez empezamos "arriba".

O si empezamos ya en la mitad.

Si empezamos arriba quiere decir que al menos hay un final en un extremo

pero si empezamos en "la mitad", quiere decir que subir o bajar seran procesos sin fin.

Cabrónidas dijo...

Digamos que para levantarse primero hay que caer. Y tocar fondo, claro.

Tot Barcelona dijo...

Dicen que hay quien ha tocado fondo y sigue cavando. Algún día llegará el final.
Salut

lunaroja dijo...

Tremendo relatazo!
estos descensos a veces tan íntimos nos llevan hasta lo más oscuro.
Saludos.

Nuria de Espinosa dijo...

Qué agónico descenso. Tu escrito es como la agonía del alma en su descenso al infierno. Un placer leerte. Abrazos

Beauséant dijo...

siempre hay un poco de espacio más abajo, eso seguro. Para subir hace falta cierta valentía, un esfuerzo del que no siempre somos capaces.. para bajar, nada, sólo dejarse llevar...

Nos vemos en el descenso ;)

ODRY dijo...

Muy bueno, real como la vida misma, no hay peor pozo que el que nosotros cavamos.

Un saludo.

Sergio Munari dijo...

Descenso a los Avernos materiales o al bestiario más íntimo de los demonios personales, cualquiera puede valer como metáfora de un claustrofóbico relato porque no cabe más realidad que la de un eterno descenso,gradual.Es curioso,J. que esa maceración lenta, me recuerda al comienzo de lel clásico de Ayala,Muertes de perro, en el que reflexiona en la lentitud de los grandes vuelcos que imaginamos de forma diferente en episodios como la Revolución francesa. Ésa cámara lenta es la que más nos desespera de tu agónico relato, y es a la sazón, lo convierte en la brillante trampa🔌de la que no somos capaces de salir. Enhorabuena,J..

Luiz Gomes dijo...

Boa tarde meu querido amigo José. Texto interessante. Aproveito para desejar um excelente mês de agosto. Grande abraço carioca.

lanochedemedianoche dijo...

Un pozo propio?.. creo que se hunden los hombres de casi todos los países del mundo, lamentable, no poder sentir el perfume de las flores, ni el canto de las aves.
Abrazo

J. S. Vila dijo...

Un relato curioso e interesante que refrenda la verdad de la vida y del mundo. Bajar es fácil porque la fuerza la hace otro, subir es difícil porque la fuerza la hace uno mismo. Por eso bajan los perdedores. Por eso suben los vencedores.

la MaLquEridA dijo...

Tarde que temprano llegarás al fondo, según la profundidad de tu propio abismo.


Abrazo José

Dyhego dijo...

José:
siempre me he preguntado por qué es más fácil bajar que subir. Y, lo triste, es que el fondo nunca tiene un final. Es como los números, siempre se puede añadir un uno.
Salu2.

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Formidable escrito, de verdad. Me hiciste acordar de Kafka y de Borges

Muy bien

Paz

Isaac

Manuela Fernández dijo...

Dejarse llevar por la gravedad, sin luchar, no conlleva nada bueno. Pero no hay que perder la esperanza, siempre puede haber abajo del todo, justo abajo, un resorte que impulse hacia arriba.
SAludos.

Guillermo Castillo dijo...

El término "felicidad" perdería todo su significado si no fuese por la lucha preliminar para ser alcanzada. Saludos.

Frodo dijo...

"Ahora, cuesta abajo en mi rodada
Las ilusiones pasadas, yo no las puedo arrancar"

Canta Carlitos, y bajando, se va...

Abrazos, herr J

Maite Sánchez-volarela dijo...

Magistral.
Me gusta mucho tu mezcla de simbolismo y de humor del absurdo.
"Imperceptiblemente" tiene aquí un papel muy importante :)

José A. García dijo...

José: Habrá que…

Recomenzar: Gracias por la visita y el comentario.

Demiurgo: Gracias por lo de “poderosa metáfora”, no sabía si había salido bien.

Tatiana Aguilera: La inercia siempre empuja a seguir el movimiento, en este caso, hacia abajo sin más.

J. P. Alexander: Exacto, cuando ya nada importa, nada importa.

Carlos Augusto: Siempre aparece algo más para corromper, y si no es así, se lo inventa solo para eso.

Gabiliante: La ley del mínimo esfuerzo, sí.

María: Algunas veces no es cuestión de fuerza o decisión, es cuestión de que tenga sentido lo que se hace.

José Casagrande: Tal vez hayamos comenzado abajo y encontramos la manera de seguir bajando…

Cabrónidas: En el caso de que el fondo exista, claro.

Tot Barcelona: Seguir cavando ya es una forma de seguir.

Luna Roja: Gracias. Pocas veces nos damos cuenta de quien a nuestro alrededor se cuentra en un descenso de este tipo, pocas veces nos importa…

Nuria de Espinosa: ¿Qué descenso no es agónico?

Beauséant: No cualquiera logra siquiera pensar en subir, es cierto.

Odry: Somos pozos, eso es lo real.

Sergio Minari: Es como una bola de nieve, comienza a caer lentamente y luego se trona algo imposible de detener…

Luiz Gomes: Gracias por la visita y el comentario.

La Noche de Medianoche: El pozo siempre es propio, individual, particular.

J. S. Vila: Y los vencedores volverán a bajar, algún día, porque nunca dejan de ser perdedores…

La Malquerida: ¿Y después qué?

Dyhego: Siempre hay un escalón más para bajar, incluso cuando ya no se lo sve.

Sólo el amor es real: Gracias por las referencias, no creo estar a la altura.

Manuela Fernández: Hay que perderlo todo y saber que no queda otra opción más que seguir bajando.

Guillermo Castillo: Es como el horizonte, damos un paso y se aleja un paso, nunca está realmente cerca.

Frodo: Carlitos sabía cosas que nosotros todavía no desciframos.

Julio David: ¿Quién se asustará primero? ¿El abismo o uno mismo?

Volarela: El absurdo es muy importante en mi vida, yo lo soy casi siempre.

Gracias a tod@s por sus comentarios.
Nos leemos,
J.