lunes, 3 de septiembre de 2018

El último verano será eterno

La reunión tenía lugar en el paraninfo de la universidad; o como le decimos ahora, que utilizamos cada vez menos lenguaje, el salón de usos múltiples. Las gradas estaban repletas debido al éxito que en los últimos cinco o seis años tenían las ciencias postsociales y las disertaciones teóricas y metodológicas orientadas en dichas temáticas.
            Afuera, en el campus, en la ciudad, en toda la región, llovía de la misma manera en que venía haciéndolo cada noche en las últimas semanas; la lluvia era, pues, la excusa de por qué me encontraba allí. Lo poco que había podido leer acerca de los postulados postsocialeas se acercaban demasiado a las ideas más absurdas de la new age mezclados con un poco de nexialismo, una pésima lectura de Nietzsche en su vertiente más kafkiana, y algunas cosas más que, de por sí, fui incapaz de identificar. Claro que tampoco me importaba tanto hacerlo. Como dije, la lluvia era lo que me había llevado allí.
            La disertación de esa tarde llevaba el llamativo y amarillista título de El último verano será eterno y, como claramente no podía ser de otro modo, versaba sobre el cambio climático. El nombre del orador, así como su nula habilidad para armar cuadros con el powerpoint o cualquier otro programa similar, quedaron en un segundo, o tercer, plano, a medida que la charla avanzaba. En medio del sopor en el que me sumía con el único fin de intentar recuperar el calor corporal perdido, escuché una frase que atravesó la barrera de mi destinteres.
            —¿Saben ustedes cuántas noches llevamos sin Luna? —preguntó al silencioso auditorio.
            Esas siete palabras dispararon mis recuerdos. Pensé en las noches de la última semana sin poder encontrar una respuesta. Avancé en retrospectiva hacia la semana anterior, y luego a la anterior a esa. Pero la Luna, efectivamente, no se encontraba aun cuando tenía presente mis caminatas nocturnas, mis noches atravesando la ciudad de un rincón a otro, y no siempre en solitario ni bajo la lluvia.
            Tanto ejercicio mental resultaba doloroso; tanto mirar hacia atrás y hacia adentro de uno mismo dudando de muchas cosas que damos por seguras, por válidas y definitivas por un tiempo no era nada fácil. Recordé una de las frases de Kierkegaard, pero nadie recuerda algo semejante en medio de una molestia; nadie va al dentista para pensar en la filosofía de los cínicos; nadie se expone a una radiografía pensando en Sócrates.
            No encontraba a la Luna en mis recuerdos recientes.
            Intenté recordar con algo de exactitud algún nocturno momento del año anterior. Sin suerte, por supuesto, porque la memoria no funciona de esa forma. La reminiscencia puede ser voluntaria pero el recuerdo es completamente involuntario; podemos intentar forzarlo de otro modo, pero nunca resultará tal. Tuve, pues, que buscar en otro lugar, en otros momentos, en otro tiempo.
            En la infancia, en la adolescencia, en las escapadas nocturnas procurando diversión, y algunas otras pocas cuestiones, la Luna siempre se encontraba presente. Luego nada, el cielo vacío y el sol brillando eternamente sobre nuestras cabezas. Salvo, claro, en las noches sin Luna.
            La conferencia continuaba, pero no podía permanecer allí. Debía salir, despejar mi mente de aquel esfuerzo, pensar en alguna otra cosa, dejar de preocuparme por las gráficas que mostraban el aumento interanual del promedio de temperaturas continentales y los índices de tropicalización del clima templado. Necesitaba estar en otro lugar, aunque más no fuera bajo la lluvia.
            Ya no llovía, lo noté inmediatamente al salir del SUM. La humedad se mantenía por encima de lo humanamente tolerable y los insectos se multiplicarían sin cesar, una vez más, en los próximos días.
            Con temor ancestral, de quien teme darse cuenta que la realidad misma pende de un hilo demasiado delgado, de una película lo suficientemente tenue como para que cualquier mínimo cambio, una mirada prolongada, una brisa inesperada o un aliento de más, pudiera resquebrajar, levanté la mirada.
            Las nubes apenas habían comenzado a deshacerse arrastradas por el viento y algunas estrellas se adivinaban en el firmamento. De la Luna aún no había noticias, pero la noche recién comenzaba.

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Inicio de Espacio Publicitario:
En el Número 4 de la revista digital de Ciencia Ficción Teoría Ómicron (Ecuador) pueden encontrar un artículo de crítica/interpretación literaria, bajo el título de: Solaris, la utopíainterrumpida. En la que hablo, precisamente, sobre los libros Utopía, de Tomás Moro y Solaris, de Stanislaw Lem.
También, en el número 7 de la revista Callejón de las Once Esquinas, de España, pueden leer el cuento La caja de Té.
Pueden pasar a leerlos cuando quieran.

Fin del Espacio Publicitario.

13 comentarios:

BEATRIZ dijo...

Ahora me dejas a mi pensar y recordar cuando fue la última vez que visualice tu universo, tan real y tan de otro mundo.

Me dio gusto pasar por acá.

Saludos.

lunaroja dijo...

OHH...
Un relato que deja un regusto de ansiedad, algo que desaparece y no se sabe si volverá?
algo generado por el cambio climático?
Aparecerá la luna?
Muy buen relato!

Trini Altea dijo...

Feliz mes de septiembre

jfbmurcia dijo...

Yo, en las noches, salgo al jardín con mi pequeñina en busca de la luna, y ella la mira entre asustada y muerta de gusto. Sin duda, ella y yo somos presas de su misterioso influjo. Saludos.

mariarosa dijo...


Como en los cines, publicidad y películas.
Al fin, ¿dónde está la luna?
Los Macristas, los Kirchneristas... alguien la tiene...

Perdón por la broma a tu interesante cuento.

mariarosa

Cayetano dijo...

Que no haya Luna es mala señal, aunque los licántropos no mostrarán su lado salvaje nunca. Un pequeño consuelo. En todo caso, tu relato transmite una sensación de agobio, muy conseguida, como si el cielo fuera de plomo denso y sofocante.
Un saludo.

DULCINEA DEL ATLANTICO dijo...

Hola Jose, fue leer tu relato y visualizar la luna en el cielo, fue un acto reflejo de mi mente y pensé, mira que si un día no aparece tal y como se narra en esta historia?.
Es hermoso ver la Luna en su espacio, es parte del cosmos .
Angustia el pensar que algún día no podamos verla.
Un saludo
Puri

EvaBSanZ dijo...

Maravilloso relato, un placer leerte.¿Encontraste la luna?
Un beso

Guillermo Castillo dijo...

En recientes vídeos que he observados, aseguran que la luna no es lo que parece. Un oscuro misterio se oculta en ella. Una moneda que no tiene anverso ni reverso principal.

Saludo colombiano a todos tus seguidores.

Eme dijo...

Coincido con Cayetano, la sensación de agobio es tremenda. Esa pregunta fue como un clic. Excelente.

Besos.

CleveLand dijo...

Ahora que vuelve a cambiar el tiempo pensar en la Luna me da frío..., ya echo de menos el verano y sus interminables horas de luz a pesar de que no se ha marchado todavía.

Saludos!

Frodo dijo...

Esa Luna que nos tiene a todos embobados. Esa misma de mi anteultima entrada, aunque no es la misma, como tampoco lo es la de mi última entrada ni la que se asomara hoy casi en Luna nueva. Ni como dijo Don Jorge Luis no es la misma que vio Adán
Abrazo grande escéptico y conspiracionista J.

José A. García dijo...

Gracias por sus comentarios. No dejo de sorprenderme por las lecturas que realizan sobre mis palabras. Muchos sobrepasan lo que había pensado, incluso encuentran sentidos allí donde para mí no los había, lo que enriquece las lecturas siguientes.

Muchas gracias a tod@s.

Nos leemos,

J.