Era hombre muerto. Lo sabía mejor que nadie,
que ellos y que nosotros. Pero no se inquietaba por esas nimiedades. La vida es una circunstancia pasajera,
decía. Lo que importa, decía también, es la leyenda.
La misma que labraba casi paso a paso,
en secreto. Sin que nadie más que él supiera qué hacía, o por qué hacía lo que
hacía. Nada.
El silencio era su gran aliado.
Los rumores infundados sus amigos de
toda la vida.
La historia crece y se dispara en
múltiples direcciones, todas posibles, todas verdaderas. En cada versión de los
hechos él, el muerto, era parte de ellos, siempre presente, antes que nadie,
después que todos. Testigo único y primordial de la vida.
Dicen que él inició el libro de la
vida, que produjo la primera muerte, la caída y la ciénaga sobre la que todavía
nos revolcamos.
La guerra es su juego; la lujuria su
pasión.
Las mujeres no le rehúyen por
contrahecho, al contrario, lo aman el doble. Por esto es que al resto de los
hombres nos cuesta tanto conquistarlas y a ellas les duele tanto entregarse.
Cómo no ha de ser así si somos tan
poca cosa y ellas ya conocen la leyenda, el mito, el dios, la sangre, que
nosotros nunca podremos darle.
6 comentarios:
lustra ésta entrada: El Bufón 'Calabacillas', de Diego Velázquez.
Suerte!
J.
Como dijo Montaigne, la vida depende de la voluntad de los demás, la muerte de la nuestra.
Los demás son aveces quienes nos dan relevancia o nos tiran al olvido...eso no depende de nosotros....ese cuadro, ese rostro me inquieta...no tiene un rostro entre la taradez y la burla?
Con razón. ¿Habrá mujeres que se conformen con demiurgos?
Es difícil ser una persona aventurera, burlesca, inquieta y vividora. De ahí que en el fondo todas/os deseamos ser lo que nunca alcanzaremos??
un abrazo :)
Parace sacado de un relato del oeste el texto.
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