miércoles, 16 de octubre de 2013

Sol Invictus

El cuerpo mutilado yacía a un costado del camino; la caída lo había dejado en tan extraña postura. Mientras el torso miraba hacia la tierra, la cabeza lo hacía hacia arriba, hacia el cielo, donde las nubes ocasionales ocultaban el sol y humedecían, con su leve carga, las ortigas que rodeaban al muerto.
Con las piernas atadas con alambreas de púas, las manos cortadas a la altura de las muñecas, apuñalado en el pecho y el estómago tal cantidad de veces que la piel era irreconocible debajo de tanta sangre y todas esas viseras, la posibilidad de un accidente no podía ser más que descartada.
El yuyal lo escondía mientras aprovechaba para mirar, por última o primera vez, quizá para siempre, el sol, el cielo, las nubes. El sol, más que nada, allí arriba, brillando como un mediodía más en el no sucedía otra cosa.
Sin embargo, no era el mismo sol de ayer, ni el mismo mediodía, ni él era el mismo hombre. Algo, apenas un mínimo detalle, se modificó cuando aquel el carro pasó por el camino y arrojó su ominosa carga.
Ahora que sabía que un par de ojos muertos lo contemplaban desde aquel rincón de la pradera húmeda ya no era el mismo. Pero no podía hacer otra cosa que continuar brillando como si nada, como el día en que vio triunfar al que luego llamarían Alejandro, como el día en que un cabo alemán se salvó de la metralla enemiga, el día en que un primitivo primate descubrió el fuego, o el día en que un muerto más fue arrojado a la vera del camino, o el día que vio, sin entender, como el mundo dejaba de ser un lugar digno de ser vivido.
El sol no lo comprende.
Yo tampoco.

7 comentarios:

José A. García dijo...

Quién diría que existe una banda musical con el mismo nombre que el título de éste texto. ¿Sabrán a lo que hace referencia o lo habrán elegido solamente porque sonaba bien?

Saludos

J.

BEATRIZ dijo...

Una narración escalofriante y fascinante a la vez. El tema es oscuro y el protagonista es el sol que se enferma al mirar como mueren los hombres, está grueso Jose Antonio. Me gustó.

Saludos.

Alejo Z. dijo...

Eterno testigo del silencioso paso de la historia.
Un abrazo.

censurasigloXXI dijo...

De momento, invicto es. Hasta que algún pirado lo bombardee o se canse de tanto arder. El texto me ha traído a la mente el asesinato tan reciente de la pequeña niña.

Un abrazo y tu café de hoy.
A ver si espantas esos nubarrones del blog que está muy oscuro... le pongo un poco de ron a tu café?

mariarosa dijo...

Impresiona.
Es tan real que duele, lo escuchamos casi todos los días, un caso y otro donde la vida se transforma en algo sin importancia, porque se piensa distinto o porque una cara no gusta. Y el sol siendo testigo de lo que no tiene explicación, la vida que se quiebra como un yuyo maligno.Excelente trabajo.

mariarosa

Esilleviana dijo...

De algún modo, se hizo justicia? o en todo caso, expiró el plazo de tiempo para vivir?

un relato excelente.

un abrazo

Lucas Fulgi dijo...

el mismo sol nos da de comer, nos da la vida, y nos va a acompañar cuando crezcamos