Contacto

domingo, 7 de diciembre de 2025

Para distraerme


Antes de abrir los ojos ya sentía mi cabeza latir como si hubiera vuelto a quedarme dormido en la playa a mitad de la noche y el sol del amanecer me despertaba con su abrazo de luz, calor e incomodidad. Nunca más cierto que conmigo eso de que el hombre es el único animal que choca dos veces con la misma piedra sin aprender a esquivarla, mucho menos si esa piedra tiene nombre de mujer y habilidades en la cama difíciles de encontrar y explicar. En fin, mi cabeza suena como un redoblante y tengo que abrir los ojos para saber dónde estoy y cómo volver.
    ¿Qué es esa cosa? Es difícil de creer que estuviera allí cuando me dormí, más difícil aún es creer que apareció mientras dormía, pero debe de haber sido así, de otra forma no se explican esas planchas de metal clavadas en la arena, sobresaliendo entre los médanos. El viento que tuvo que haber habido durante la noche entera para descubrir todo esto tendría, como mínimo, que haberme cubierto a mí, y como estoy aquí, mirando esa suerte de estructura, es claro que la arena no me cubrió o que el viento sopló en alguna otra dirección; cosa que también dudo porque siempre sopla igual. Si mi cabeza no me recordara a cada instante que necesito sombra y agua, tal vez pudiera pensar un poco mejor y analizar la situación.
    Lo primero, la sombra. Eso es fácil. Cerca de las planchas de metal hay algo de sombra. No será mucha, pero no es el rayo directo del sol, lo cual es un avance. El agua puede esperar, no sé si será cierto que el cuerpo humano resiste varios días sin agua, y no pretendo ponerlo a prueba ahora, lo que sí sé es que a la sombra la neuralgia se hace más llevadera. Desearía que desapareciera por completo, pero por lo pronto eso no pasará.
    Por supuesto voy a meterme dentro de esta cosa y ver qué hay en su interior, si es que hay algo además de arena. La curiosidad siempre es más fuerte que la seguridad personal y todas esas cosas que vuelven por demás aburrida la vida. Lo que no imaginaba, porque desde el exterior no lo parecía, es que fuera algo tan grande. Supuse que sería el casco de alguna embarcación inmensa, averiada en la guerra y luego abandonada aquí; también podía tratarse de los restos de alguna obra comenzada en otra época, algo que se acabaría pronto y me dejaría del otro lado de los médanos, casi sobre la rambla. Pero no es así, esto no se termina nunca. Llevo horas caminando, quiero creer que no camino en círculos, pero el constante viento borra mis posibles huellas en la fina arena. Al menos sé que no estoy metiéndome en las profundidades de la tierra, porque el sol continúa allí arriba, sé también que no estoy alejándome del mar porque sigo escuchando las olas, sé que no estoy muerto porque el dolor en mi cabeza se hace cada vez más intenso y mi cuerpo ha sudado tanto que no dudo oler como un jabalí, sino como una piara completa. ¿Cuánto puede sudar una persona y seguir de pie? Lo averiguaré muy pronto si no logro salir de aquí, pero, a la vez, si logro salir de aquí, nada me asegura que podré saber qué es esta cosa, por qué existe, por qué está aquí, por qué mi curiosidad me impulsó a meterme aquí y, por sobre todas las cosas, por qué todo esté metal, tan expuesto al sol como lo estoy yo, se mantiene tan frío como su corazón cuando anoche, luego de tantas sonrisas, de tantos besos, de tanta fricción de piel con piel y sexo como a ambos nos gusta, dijo que no a todo lo demás.
    Dudo llegar a comprenderlo, por lo que quizá lo mejor para mí sea seguir aquí, tal vez camino en círculos buscando una salida que no quiero encontrar, algo que sirve para distraerme hasta que llegue la noche y una vez más el teléfono suene, su voz me reclame y yo sea incapaz de negarme. Sepan pues que, si el viento se levanta esta noche y los médanos recuperan su lugar ocultándolo todo, me encontrarán entre las sábanas de su cama deshecha.

12 comentarios:

  1. Siempre la misma piedra, algunas veces por ser un poco torpe, otras por ser un poco muy terco.

    Saludos,
    J.

    ResponderEliminar
  2. Hay piedras que son muy hábiles para cruzarse en el camino, tomando distintas formas. Para provocar caídas.
    Tal vez la estructura sea una preocupación menor para el protagonista.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  3. Otras, además de muy hábiles, son por demás hermosas. Te invitan a chocar con ellas una y otra vez.

    Una y otra vez.

    ResponderEliminar
  4. Seguro que va a terminar en esa cama de sábanas desatendidas. Un abrazo. Carlos

    ResponderEliminar
  5. Debería ir a por varios analgésicos y descansar de verdad. Porque parece que no es una piedrA ni es tropezar. Está noche tiene que estar preparado y dispuesto para cuando lo llame, como todo objeto sexual que se precie. Mañana la estructura ts no estarA. Lo que no es seco, con una vez que acepte es suficiente. Es cuestión de seguir probando cada noche.
    Abrazooo

    ResponderEliminar
  6. Hay piedras que parecen puestas a posta.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  7. Te comprendo perfectamente. Se que volverás a caer. ¿Y quién no?

    ResponderEliminar
  8. Es vieja la historia de los hombres con las piedras. No existe quien pueda tirar la primera, y sin embargo nadie se libra de tropezar dos veces con la misma; a veces más.

    ResponderEliminar
  9. Me fascina tu capacidad creativa.
    Siempre con ese regusto desasosegante que tienen tus relatos pero que no podés dejar de leer... y a la vez son historias preciosas que dejan una reflexión.
    Saludos

    ResponderEliminar
  10. Me impacta cómo mezclas lo físico con lo emocional hasta volverlos indistinguibles. Esa resaca, ese sol insoportable y esa estructura de metal rara e interminable terminan sintiéndose como una metáfora perfecta del desorden interno del protagonista. Me gusta que todo avance con una lógica casi delirante, como si la realidad estuviera tambaleándose junto con él. Pero lo que más me llama la atención es el trasfondo emocional: esa dependencia silenciosa, esa incapacidad de alejarse de alguien que lo lastima y que aun así lo llama de vuelta. La historia deja una sensación amarga, como estar atrapado en un lugar del que no se quiere salir del todo, aunque uno sepa que debería.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  11. Pues a volver a tropezar José, pero antes tómate algo para la neuralgia para estar más fresco.
    Saludos.

    ResponderEliminar

Trajeron su propia caña de azúcar...