El caos comenzó en la costa norte de la isla de Irlanda cuando los ecos de la música aún llegaban a los audífonos de las personas participantes del festival, junto con las luces finales que iluminaron el cielo nocturno ―luces en lugar de fuegos artificiales, luz generada con acumuladores adosados a bicicletas fijas que los participantes del espectáculo accionaba, pero que no se preocupaban por saber de dónde salían los materiales necesarios para construir dichos acumuladores y baterías― que ya se volvían recuerdos de la walpurgisnacht vegana y autosustentable, que no dañaba la naturaleza y en la que hasta las habituales fogatas eran proyecciones holográficas.
El sol no se atrevía a quebrar el alba cuando unos pocos somnolientos participantes de los festejos escucharon un sonido que solo conocían por antiguas grabaciones y películas. Primero creyeron que se trataba de un problema del sistema de audio, pero notaron que no llevaban colocados los audífonos. Luego creyeron que podía tratarse de una de las proyecciones holográficas, pero estas ya estaban apagadas. El sonido, ese terrible sonido, no podía ser más que algo horrendamente real.
El repiqueteo de los cascos de un caballo sobre los adoquines de la calle, lastimando las patas del pobre animal por no encontrarse sobre la tierra, era real. Y no solo eso era real, sino que el sonido venía acompañado por lo peor que puede ver un acérrimo defensor de la vida animal que la mayor parte del tiempo olvida que el hombre también es un animal: el caballo sufría el peso de un jinete sobre su grupa. Horror por duplicado. Y el maldito jinete, ese execrable hombre, indigno de ser considerado como un congénere, vestía una pesada armadura medieval que no parecía ser de resina o algún otro material reciclado y reciclable que aligerara su peso. Al contrario, la armadura se veía y brillaba como si fuera de metal auténtico.
Sorprendidos, espantados, desconcertados por tamaña visión, atinaron a hacer lo único que sabían hacer: volverse una turba iracunda. Rodearon al jinete con sus rostros demacrados con expresiones de odio e incomprensión para quien piensa diferente, lo amenazaron con llevarlo ante la justicia popular de la cancelación en las redes asociales sin saber siquiera quién era el recién llegado. Sin saberlo y sin importarles saberlo.
El jinete habló en una lengua que ninguno de los especialistas en diversidad identitaria, homeopatía, astrología no binaria, ancestrología espacial, coaching antológico y cuestiones similares, comprendía. Pero cada uno de ellos poseía en sus bolsillos una herramienta que algunas veces recordaban que podían utilizar para otra cosa diferente a validar sus opiniones. Alguien buscó a su “Ayudante” de escritorio en su cada vez más inteligente teléfono y le pidió que sirviera de intérprete.
―Por fin la walpurgisnacht ha llegado, mas todo me resulta extraño. Mi tierra ha cambiado. Las fairies me lo advirtieron, pero no sabía si podía creer en ellas o no. Necesitaba verlo.
―¿De qué habla este intolerante?
―¿Quién es y por qué oprime a un caballo de esta manera?
―¡Que nos diga su nombre!
Tradujeron las preguntas para el extraño y aunque el “Ayudante” de escritorio hizo el mejor trabajo posible, pasando del irlandés antiguo al inglés que lo reemplazara tras la ocupación de la isla, para traducirlo luego al español para elaborar este relato, la cabal comprensión de los que se decía resultaba de por sí compleja.
―Soy Oisín, hijo del rey Fionn Mac Cunhailll de…
―¡Abajo la nobleza!
―¡Muerte a la monarquía!
―Nos oponemos a toda clase de privilegios.
―La tracción a sangre lleva décadas prohibida.
―¿Su capa es de piel auténtica?
―Sí, mi capa es de piel, es un regalo de las fairies para protegerme del frío, del viento del océano. ¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué se me cuestiona?
―¿Quién dijo que puede preguntarnos algo?
―¡Que se baje del caballo!
―No, por favor, no puedo hacer eso. Ustedes comprenderán…
―¡Que se baje del caballo!
Comenzaron a corear insultos para que el extraño se bajara del caballo cada vez más envalentonados y embravecidos a medida que la turba no dejaba de aumentar su número. Aplaudiendo y golpeando la calle con los tacos de sus calzados, lograron que el caballo se asustara más y más, comenzando a corcovear.
―Calma, mi fiel corcel. Calma, folks, por favor. Solo quiero ver mi tierra una vez más antes de volver a partir.
―Y la verás, sí que la verás ―dijo una de las personas perdidas en medio de la turba que no se identificaba como hombre ni como mujer y que cubría su cuerpo con tatuajes con símbolos de los dioses indoamericanos a pesar de ser caucásico. Tomó al jinete del hombro y por el cinturón de cuero, de cuero real, y lo hizo caer.
―¡No!
Al tocar la tierra el grito se extinguió, como si nunca hubiera sido proferido. El cuerpo del extraño jinete se secó como si fuera una pasa de uva, perdió todos sus colores volviéndose una masa informe y gris antes de acabar quebrándose como una rama seca. La piel de su abrigo se apolilló y agusanó de inmediato. El cuero de su cinturón y de las correas de su montura se agrietó y se partió volviéndose jirones. El metal de la armadura y de su espada se oxidó ante la atónita mirada de la turba hasta volverse polvo. En pocos instantes no quedaba nada, ni siquiera el menor rastro, ni siquiera los huesos del jinete, como si la muerte lo hubiera reclamado luego de una ansiosa y milenaria espera.
Del caballo, del precioso animal que la turba había querido rescatar de la tortura de ser utilizado como montura, ni siquiera quedaban las huellas, por haber caminado sobre los duros adoquines en lugar de sobre la tierra como correspondería que hiciera. El precioso animal se desvaneció, cual fantasma de cuento gótico, al ser apenas acariciado por el primer rayo del sol del amanecer del primero de mayo.
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En el N° 87 de la Revista Digital El Narratorio del mes de mayo, se ha publicado el relato: Un sinfín de pájaros muertos.
En la Revista Digital Extrañas Noches del mes de Junio se ha publicado también el relato Un sinfín de pájaros muertos.
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22 comentarios:
La incomprensión siempre a la orden del día.
Saludos,
J.
Hay quien desaparece sin dejar rastro. No es nuevo en el hombre.
Salut ¡
Buen contraste de la modernidad ubicua y un caballero, que se desvanece por un encantamiento.
Pensaba que el épico caballero haría danzar su espada sobre los presente.
Pero parece que la cancelación es un arma peligrosa. El cristal venció al hierro.
Saludos.
Creo José, que me ha parecido ver en tu escrito una especie de sátira sobre la intolerancia de los que se dicen tolerantes y que aislados en sus unimundos tras los cascos, ponen en tela de juicio todo y radicaliza todas las posturas, los veganos, ecologistas que casi tienes que pedir perdón a una zanahoria por comértela e ir pegando saltitos por la calle para no pisar las hormigas o los animalistas radicales que consideran maltrato animal hasta que se ordeñe a las vacas, no digamos que un hombre cabalgue a lomos de un caballo jajaja como todo ese revisionismo de la literatura para adecuarla al actual lenguaje políticamente correcto, inclusivo y que no hiera ninguna sensibilidad … y luego, se lanzan como hienas contra otro ser humano. En fin, que este pobre llegado del pasado, fue pasto de todos esos tolerantes absolutamente intolerantes ... menos mal que desapareció si no se lo comen; )
Un abrazo!
Genial relato que nos habla de una modernidad no tan lejana. Ahora en este tiempo parece tan intolerante a lo diferente hablan de derechos pero ellos mismos no los dan y juzgan duramente. Te mando un beso.
Estimado José, pienso que María dio en el clavo con su comentario. Vivimos tiempos donde las redes sociales se han apropiado de un puñado de intolerantes que piensan que tienen la absoluta verdad de las cosas. Juzgan todo. Reclaman por los asuntos más inverosímiles, si hasta el lenguaje lo están adecuando para no herir mínimas y absurdas diferencias. En fin, que me encantó tu relato.
Abrazos
La tolerancia es algo así como la moral, ambas van por la calle pidiendo para comer.
Cierto estamos en una epoca en que el discurso de ciertas ideologias de "quejosos" estan a la orden del dia.
Y es un discurso que da poder, de modo que el discurso permite ciertas acciones violentas, con fines de imposicion, de obligatoriedad.
El pasado ahora es la victima de la modernidad, de la inclusion, la Cancelacion se mueve rapido, como bestia hambrienta.
Nos han prohibido a Shakespeare....
pronto cancelaran a cervantes , a lope de vega y las biblias....
y asi desparecera el pasado
Me ha encantado la historia, sólo habría sido mejor con un enano que se identificase con un oso de peluche..
que miedo nos dan las cosas que no conocemos, ¿verdad?
Me gustó tu historia
El pasado, el presente y el futuro.
Un abrazo
Interesante tu historia, cargada de metáforas y de situaciones complicadas.
Bien contada
Un saludo Jose A García
Puri
Casi tan entretenido como los rebencazos que repartieron los gauchos-peones de La Rural a los activistas veganos.
Por andar leyendo policiales suecos me topé bastante con la walpurgisnacht, aunque en lo allí relatado (al menos en las novelas que se me dió por leer) no entra mucho lo mágico y mitológico, sino más bien los asesinatos en serie y el neonazismo.
Le mando un abrazo, herr J
Y seguimos diciendo que evolucionamos...
Malos tiempos para los héroes de antaño. Quedan muy lejos del nuevo paradigma y está bien que así sea. Otra cosa son los intolerantes, que ha habido y habrá
Las turbas postmodernas o woke destruyendo los viejos mitos hasta convertirlos en polvo.
Ni los viejos jinetes tienen sitio en un mundo empeñado en hacer de la hipocresía ley, es decir, salva a lo seres vivos pero mata a los hombres ...y a las mujeres.
Nuestro mundo es mejor que aquel que hemos perdido, no tengo la más mínima duda, pero el artificio se hace insoportable en ocasiones.
Saludos
Las historias de fantasía como estas son mejores por lo que dan a entender que por lo que cuentan; la historia que se vislumbra del jinete viajero en el tiempo que busca algo o huye de algo y que llega a un tiempo que no es el suyo aun sabedor de los riegos por la Fayries que le han advertido, tiene el mérito de mostrar que en esos tiempo ecorresilientes y veganos aun se pueden contar muchas historias épicas llenas de magia. Has creado un ambiente magnífico
Un reclamo al desenfreno contra la naturaleza. Un a advertencia. Un abrazo. Carlos
Y continuamos igual, sin saber escuchar, siendo intolerantes.
José, ¿Qué sucedio, qué dije para no aprobaste mi comentario?
Buen relato, una sátira a la orden del día...
qué tiempos aquellos (y estos).
Besos.
José: La comprensión se exige a los demás, pero no se la practica.
Tor Barcelona: Y están quienes deberían hacerlo y permanecen a pesar de todo.
Sergio Munari: Exacto. La modernidad que se cree única opción posible de todo.
Demiurgo: La cancelación mata hasta a las ideas, al contrario de lo que creía Sarmiento.
María: No es una especie de sátira, es una sátira. Lo veo casi todos los días.
J. P. Alexander: Exacto, piden para sí lo que no quieren dar a los demás.
Tatiana Aguilera: Juzga rápido, cancela velozmente y nunca te arrepientas.
Cabrónidas: Y nadie las quiere ver.
José Casagrande: Es un discurso que da una apariencia de poder, porque las cosas que logran cambiar son las que en última instancia, no importan. Podrán cambiar una letra o una forma de decir algo, pero quienes dominan al mundo seguirán siendo los mismos, porque eso sí que no lo ven.
Beauséant: Buena idea la de la persona de talla baja, el enano eso.
Gla: Y no sé cuál será el peor.
Dulcinea: Situaciones complicadas que no se resuelven en lo más mínimo.
Frodo: Qué buen momento el de los rebencazos… Para la historia.
Etienne: Ellos lo dicen, yo sería incapaz de sostener una idea semejante.
Chafardero: Por eso no hay héroes en el cine, solo personajes ficticios, cuando no se ficción.
Dr. Krapp: El mundo es mejor, sin dudas, la sociedad no.
Joaquín Rodríguez: ¿Podrán los nuevos mitos destruir a los antiguos?
Carlos Augusto: Una que, como todas, no será entendida a tiempo.
Maia: Y continuaremos así.
Guillermo Castillo: Ví tu comentario, lo aprobé para que se publicara, pero no apareció. No sé qué problema hubo en ese momento con blogger. Apruebo todos los comentarios, menos los que son publicidad.
Laura: Qué tiempo aquellos, qué tiempos estos y qué tiempos los que vendrán.
Gracias a tod@s por sus visitas y comentarios.
Nos leemos,
J.
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