domingo, 2 de abril de 2023

Monjes andantes

Si tienes suerte solo verás a uno de ellos, a uno de los monjes caminantes. Y eso será suficiente. Porque imagínate el estar avanzando a duras penas por los peligrosos caminos de la región, entre el calor del sol y el frío de las sombras, cargando vaya uno a saber qué cosa sobre la espalda, y encontrarte con esa hirsuta figura estática y cubierta de harapos, con esos ojos como hundidos en el cráneo, con una mirada desoladora en su dureza. Ojos que, según se cuenta, pueden leer en tu ser como si leyeran el futuro, el pasado y el presente, pueden ver lo que fuiste y lo que serás como un aurúspices sin la necesidad de abrirte las entrañas, aunque de seguro con todas las ganas de hacerlo con alguno de esos cuchillos que utilizan cual daga o espada. Imposible no mirarlos a los ojos sin pedir clemencia en silencio. Siempre en silencio, porque quienes han oído sus voces, jamás regresan al mundo de la vigila en el mismo estado en que lo dejaron por última vez.
    Si tienes suerte, al cruzarte con uno de ellos en los pedregosos senderos de la región, uno de los dos se hará a un lado y cada uno continuará su camino como si aquel encuentro fuera mero y silencioso fruto del azar.
    En cambio, si eres una de esas personas en las que la resolución, junto con la suerte, suelen flaquear, lo más probable es que acabaras encontrándote con dos de los monjes. La mayoría de nosotros ha tenido encuentros como estos porque la suerte, el tan sagrado don divino, no sonríe a todos por igual. En un encuentro con dos de ellos, por lo general en lugares de difícil acceso, ya sea una senda de alta montaña o donde los árboles comienzan a espesarse para volverse parte del bosque o bajo un cielo de tormenta, el miedo superará la sorpresa. En momentos como esos solamente permanecerá intacto nuestro deseo de huir de sus sombras, de sus ojos aterradores, del aroma de sus ropas, del aliento que pudiera emanar de sus bocas siempre hambrientas, de esos cuchillos largos como espadas.
    Quienes han logrado sobrevivir a un encuentro semejante relatan hechos tan disímiles que es difícil de creer que hablen de los mismos monjes caminantes. Aunque de seguro así sea, ya que tanto si los vemos de lejos y rápidamente conducimos nuestros pasos en otra dirección, como si se aparecen de improviso a nuestro lado, sus ropas, sus movimientos, sus ojos, resultan inconfundibles.
    Nada de lo anterior resulta tan aterrador como el saber que monjes caminantes nunca viajan solos ni tampoco lo hacen en parejas, aunque sean de este tipo la mayoría de los de los encuentros que llegan a conocerse.
    La sórdida verdad es que viajan de tres en tres y solamente aquellos que han perdido el favor del mundo, de los hombres y de las bestias, quien no es más que una sombra de lo que tal vez alguna vez podría haber llegado a ser antes de renunciar a todo, solo quien se saben derrotados entre los derrotados, aquellos que se entregan a su final antes del final, llegarán a saberlo. Lo sabrá, lo aceptará y se volverá uno de ellos. O lo sabrá, lo aceptará e intentará huir sabiendo que probablemente no logrará llegar muy lejos.
    Si algún día tienes el privilegio de experimentar un encuentro como este, sabrás lo que sentí aquella tarde, cuando la noche comenzaba a ganarle al día, la oscuridad reptaba sobre la tierra y el frío acariciaba mi piel con ansiedad de amante. Sabrás que los monjes caminantes nunca caminan solos, nunca caminan en parejas, sino que un tercero los acompaña sin dejarse ver más que cuando la muerte es inevitable.
    ¿La muerte de quién?, preguntas. Yo no me quedé en ese cruce de caminos el tiempo suficiente para saberlo. No, no lo hice. Ni pretendía hacerlo.

"Paisaje con un pueblo en la distancia" (1646)
Pintura de Jacob van Ruisdael

29 comentarios:

José A. García dijo...

Para evitarme experiencias como estas es que cada vez salgo menos de la casa. En fin...

Saludos,
J.

Luiz Gomes dijo...

Boa tarde de domingo e bom início de semana.
Texto cheio de reflexão meu amigo José.
Luiz Gomes

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Es mejor quedarse con algunos interrogantes sin resolver y seguir vivo, si se tiene un encuentro de esa clase.

Saludos.

Maia dijo...

No sé si nombrarlo como privilegio al encontrarlos, dado el desenlace.

Alfred dijo...

Da miedo preguntar demasiado y que te respondan.

gla. dijo...

Da un poco de medo encontrarse en esa situación
Mejor no
Abrazos

Tatiana Aguilera dijo...

No quiero experimentar ese privilegio de ver a uno de ellos, porque ya sabemos que el final es inevitable.

Abrazos José

mariarosa dijo...

Algo parecido me sucede cuando veo acercarse a dos muchachos en bicicleta, cambio de camino en seguida, son como los monjes de tu cuento, si los cruzas, te quitan hasta el aire.
muy buen cuento.

mariarosa

Tot Barcelona dijo...

Me ha gustado la narración.
También me ha gustado el óleo que has puesto, las naturalezas muertas son de mi agrado. No has puesto el autor, cosa que me gustaría.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Hay encuentros en el camino que cambian la vida. Estos monjes son buen ejemplo de malos hábitos.
Saludos de Chafardero

Recomenzar dijo...

Mis encuentros con la muerte más de una vez -Mi relación con ella es grandiosa -No necesito blog ni letras para comunicarme -Los silencios conversados es suficiente-

Recomenzar dijo...

Me gustan los monjes pertenecen a sueños sensuales . Sí, hablo con ellos. A veces vienen a Miami a festejar momentos del vivir cotidiano del alma que tienen .Son bellos marcianos vestidos de hombres que habitan el espacio que tú no puedes ver pero quizás sentir en tu otra vida dejada al desprecio

Nuria de Espinosa dijo...

Menos mal que no te esperaste para saberlo, porque solo imaginarlo es aterrador. Un relato impactante, inquietante y estremecedor con un final excelente. Un abrazo

Cabrónidas dijo...

De los hombres de fe, como los monjes, siempre hay que temer. Y cuando más lejos, mejor.

Ginebra dijo...

Bueno, yo creo que los monjes son variopintos, los hay, como en cualquier otro gremio, de todas las formas y colores, pero las narraciones de misterios sobre religiosos, ya sean monjes o monjas, siempre son un tanto inquietantes...
Saludos

lunaroja dijo...

Yo hubiera hecho lo mismo.
Estos seres,personajes,monjes o como sea que se presenten, tienen pinta de no traer buenas nuevas.
Tu relato así lo deja reflejado como siempre,de forma impecable.
Un saludo!

Laura dijo...

Nunca me crucé con uno (ni con tres). Si lo hago ¿salgo corriendo?
Besos.

BEATRIZ dijo...

Sentí como cuando te encuentras a un gato negro, y queda esa sensación de extrañeza: muy bien narrada.

Saludos, José.

J.P. Alexander dijo...

Me encanto este relato me dejaste en vilo. Buen manejo del suspenso. Te mando un beso.

Jose Casagrande dijo...

Los viajeros andantes deben saber que antes de emprender el viaje deben tomar un baño en agua de sauco.

Y si la jornada es nocturna, hay que llevar un escapulario con la imagen de San Dimas

Sergio Munari dijo...

Un oscuro mundo recreado, y quién ha contemplado los viajes veleidosos de la muerte,conoce el reverso de la vida y sus más ingrimos secretos, José A. Ficción argentina,que son palabras mayores. En España en algunos lugares podemos topamos con la Santa Compaña. Por si me cruzo con esa retahíla de almas en pena, en algunos de esos vericuetos perdidos,porque se tiende la noche abruptamente,me haré con un escapulario de San Dimas.

unjubilado dijo...

El cuadro no será por casualidad "Paisaje con un pueblo en la distancia" de "Arthur Lehman", 1965
Saludos.

Doctor Krapp dijo...

Me parece que esos monjes son de la familia de nuestra galaica Santa Compaña, uno de nuestros mitos ancestrales y con actitudes parecidas aunque ellos si se te aparecen por algún camino, lo que hacen es obligarte a llevar la cruz hasta que encuentres a otro encanto a quien pasársela.
Los caminos siempre han sido propicios a apariciones cómo este interesante relato.
Saludos

Guillermo Castillo dijo...

Un encuentro de dimensiones insospechadas. Por elemental sentido de sobreviviencia, me abstengo de seguir comentando. Saludos.

Francisco Moroz dijo...

Me recuerda tu historia a los encuentros no deseados con la santa compaña. Monjes, ánimas en pena, difuntos que procesionan hasta encontrar a alguien que porte la cruz que va en cabecera del cortejo fúnebre. Privilegio ninguno.
Abrazo.

Mucha dijo...

Salimos menos
quizás porque estamos más viejos
jajaja
Un
Beso

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Para que el lector juegue con el texto, después de rodeos y arandelas. Un abrazo. Carlos

María dijo...

No voy a engañarte, vengo directa del blog de Sergio Munari y ahora comprendo la referencia a tu texto, efectivamente tienen mucha similitud estos monjes tuyos de a tres con las ánimas de la Santa Compaña gallega, solo que estas son ánimas en pena y los tuyos parecen monjes de carne y hueso ¿ o no ? ; ) sea como sea, muy bueno el releto.

Un placer leerte!
Gracias!

Frodo dijo...

Quedarse en casa es una tentación grande, pero los monjes que se ven por TV lucen extrañamente chabacanos.

Abrazos