sábado, 4 de marzo de 2023

Golpes

En algún momento perdí la noción del tiempo y solo quedan resonando en mi cabeza los martillazos del vecino contra alguna pared. No estoy seguro de cuál de todas las paredes de la casa golpea, pero podría ser la medianera, lo que explicaría que sus golpes suenen tan presentes, tan cercanos, tan urgentes. Tal vez sea alguna pared interna, y por eso los golpes suenan como ecos lejanos de una queja. Lleva días, semanas, meses ―diría que años si no temiera ser tildado nuevamente de exagerado― dando esos golpes deteniéndose solamente por la noche para recomenzar al día siguiente, apenas asoma el sol, hasta que este desaparece del cielo.
    Ni el menor atisbo de tranquilidad es posible, porque el instante de silencio que sigue a cada golpe está cargado por la ansiedad ante la inminente llegada del siguiente, que no se demora en su mecánico repetir. Y yo, en mi casa, pared de por medio, sintiendo como cada cosa vibra, tiembla, amenaza con venirse abajo, partirse, destruirse, tal como se fragmentan mis pensamientos, mis sueños, mis ilusiones, mis ―pocas― ganas de vivir. Todo se vuelve pedazos siguiendo el repetitivo ritmo de los golpes, del martillo, del crujir de la casa, de los ocasionales jadeos que atraviesan la pared, de toda esa conjunción de sonidos.
    Me pregunto qué estará construyendo allí, un arca para el próximo diluvio, una bóveda de tiempo, un foso para proteger su castillo, una habitación extra, un pozo petrolero, una carretera, un piso sobre el piso actual, un universo, la vida, la muerte. Pero aunque mi duda es prácticamente tan grande como la molestia misma, no me acercaré a preguntarle. No, no lo haré por más que sus golpes y mis dudas insistan. No le daré el gusto a ninguno de los dos.
    Me pregunto qué estará destruyendo allí, tal vez sea la muerte, o la vida, el universo, el piso sobre el piso actual, una carretera, un pozo petrolero, la habitación extra, el foso que protege su castillo, la bóveda de tiempo, el arca para el próximo diluvio, su casa, su propia y única casa. Pero aunque mi duda es prácticamente tan grande como la molestia misma, no me acercaré a preguntarle. No, no lo haré por más que sus golpes y mis dudas insistan. No le daré el gusto a ninguno de los dos.
    Mi propia casa es una campana llena de ecos que esconde en su interior otra campana que resuena sin parar sobre mi cabeza, dentro de mi cabeza, que es mi cabeza. Mis pensamientos son fragmentos, mis sueños se pierden, mi vida me abruma. Cierro los ojos buscando alejarme de los golpes y estos continúan allí. Duermo, despierto, como, contemplo la inmensidad del vacío y la nada, y ellos, los golpes, siempre los golpes, continúan allí. Se han vuelto tan parte de mi existencia que por las noches solo puedo pensar en su regreso. Cierto es que de día los sufro, pero aun peor es su ausencia durante las noches.
    En algún momento perdí la noción del tiempo. Solo quedan ellos, esos golpes, esos martillazos, los mismos que llevan días, semanas, meses, sin dudas años, y que se extenderán hasta el final de los tiempos si es que no siguen, también, un poco más allá.


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En el N° 83 de la Revista Digital El Narratorio, se publicó el relato La llave

En el N° 30 de la Revista Digital Pélago, se publicaron los cuentos El volumen en 8vo y la caja de te.

En el N° 36 de la Revista Digital La Ignorancia, se publicó el relato Puerta a Puerta.

En el N° 84 de la Revista Digital El Narratorio, se publicó el relato Al final de la noche

Fin del Espacio Publicitario.

29 comentarios:

José A. García dijo...

Algunos vecinos no conocen los límites...

Espero que hayan disfrutado el tiempo libre, nos estamos leyendo, intentaré ponerme al día con todos ustedes.

Saludos,
J.

José A. García dijo...

José: No prometas cosas que no puedas cumplir, ya sabés lo que pasa después...

José A. García dijo...

Tenés razón, José, mejor no digamos nada más.

Suerte!
J.

Jose Casagrande dijo...

No hay manera de resolver este problema.

Se me ocurre quedar sordo para siempre.... aunque obviamente las vibraciones
de cada martillazo, cada cimbronazo se sentiria.

Otra seria forrar los muros en espuma sintetica o si se tienen recursos forrarlos en Seda de los Otomanos....

no se.... no quisiera estar en el pellejo del narrador.

lanochedemedianoche dijo...

Un sordo y fuerte golpe podría calmar al vecino, que no le importa nada de los demás.
Abrazo

gla. dijo...

Seguramente yo, moriría antes de curiosidad
Abrazos

Tinta en las olas dijo...

Al final uno se acaba acostumbrando a todo, pero sinceramente yo si iría a preguntarle.

unjubilado dijo...

Pobre hombre, tenías que congraciarte con el, está fabricando un refugio antinuclear por si vienen mal dadas.
Saludos

DULCINEA DEL ATLANTICO dijo...

Difícil situación la que está sufriendo tu protagonista, pero yo le sugiero que le pregunte que es lo que sucede y si no le responde pues toca esperar a que termine
Un saludo Jose A.
Puri

Cabrónidas dijo...

Contraataque usted con música destructiva, y verá cómo se da un golpe en el dedo.

Guillermo Castillo dijo...

Crear intencionalmente ruidos es ofensivo contra la fuerza de los razonamientos. Saludos.

Viagens pelo Rio de Janeiro e Brasil. dijo...

Boa tarde de domingo. Bom início de semana.
Meu querido amigo José, as vezes tenho uns vizinhos que colocam músicas bem alta, o barulho é terrível.
Luiz Gomes.

viagenspelobrasilerio.blogspot.com

Mujer de Negro dijo...

Música nocturna, atronadora y extrema, noche tras noche =)

Me separa un enorme jardín con mi único vecino de al lado, no escucho nada, a menos que esté en el jardín o la cochera, pero detrás están las canchas deportivas de un colegio; y el golpeteo constante del balón en el piso y paredes es agotador, más, que inician desde las seis, sin importar que sea fin de semana, o sus fiestas nocturnas que terminan alrededor de las cuatro, sin pasar de largo que invaden la cochera constantemente.
Mi solución, grúa permanente, terminarán enriqueciéndose. Las fiestas, después del enfado, me di cuenta que tenemos gustos similares, terminé disfrutando, pero el golpeteo del balón, las ovaciones y todo eso, complicado.

Tengo que volver a leerte, pero desde la lap, que siento que algo se me escapa

Abrazo

carlos perrotti dijo...

Absolutamente de acuerdo. ¿Por qué entenderlo como una condena y no como una oportunidad? Las sombras también iluminan...
Nos seguimos de aquí en más...
Abrazo.

mariarosa dijo...


Los que alguna vez vivimos al lado de una obra en construcción te comprendemos. saludos josé.
mariarosa

J.P. Alexander dijo...

Me gusto el relato. Uno se acostumbra a todo hasta lo que nos parece malo lo extraños a veces. Y es terrible cuando estas cerca de una construcción los golpes son parte del problema pero peor es el polvo. Te mando un beso.

Joaquín Rodríguez dijo...

Un viejo adagio reza: tu casa vale lo que valen tus vecinos. En mi casa todos los días sobre la misma hora, se oye el golpe de una gota de agua caer en el techo de escayola; el ruido es suave, parsimonioso, y constante durante minutos que se eternizan. He buscado su causa y no logro localizar el origen pero sí sé que es molesto. Créeme que siento lo que te está pasando. Un saludo

Etienne dijo...

Me hizo acordar a una noticia/anécdota que decía que se escuchaban ruidos de golpes similares a los de tu relato, tal vez más tirando a esos ruidos resultantes del amor fragoroso y en realidad era una persona que se había caído y golpeaba las paredes para que alguien lo rescate. Vaya vecino, y pregunte si necesita ayuda, capaz encuentra una actividad en la que saciar la energía potencial que lo embarga.
Saludos!

Frodo dijo...

Creo que los albañiles y el maestro mayor de obras en argentina todavía no descubrieron un método mejor que el hacer un cubo y luego quitarle lo que sobra para que puedan pasar cables, y/o caños y hacer aberturas.
Además no son ningún Miguel Angel quitando lo que sobra.... Le dan con todo.

Que sea leve.
Abrazo, herr

Dyhego dijo...

José:
este señor ya no podía vivir ni con ruido ni sin él, qué desdicha.
Salu2.

Ginebra dijo...

Una narración cercana a cualquiera de nosotros que vivimos en una comunidad de vecinos, con sus ruidos y sus obras... Es demoledor tener como vecino a alguien adicto a las obras, al martillo y a generar molestias a los demás...
Saludos

lunaroja dijo...

Creo que todos nos solidarizamos con este relato, todos hemos padecido o padecemos este tema tan molesto... Estupendo relato como siempre José.
Un saludo!

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Muy sentido relato protesta, me sumo

Paz

Isaac

Doctor Krapp dijo...

El ruido. Ese ruido que nos mata. Ahora mismo estoy escribiendo un texto sobre mi venganza contra el ruido, ese asesino bullicioso que nos quita la vida y la esperanza. Mi texto, si sale, será más humorístico, no voy a dejar que ese hijoputa salga siempre ganando.

Saludos

Gildardo López Reyes dijo...

Me has transmitido esa sensación de molestia e imposibilidad de acción ante eso tan molesto. El vecino tenía la costumbre de hacerlo los domingos muy temprano, y sí, llega la pregunta, ¿qué mierda hace?
Abrazos

Chafardero dijo...

Un amigo mío sufrió a un vecino de ese estilo y casi acaba loco. Recreas muy bien la eterna matraca de esa gente, y sobre todo la pregunta de qué carajo estará haciendo.
Saludos

Tot Barcelona dijo...

Hay obras que no tienen fecha de caducidad, es cierto y lo que es peor, parece que cada vez más lentos en su quehacer.
Un abrazo

Alís dijo...


Algunas obras parecen eternas.

Me gusta cómo partiendo, creo yo, de algo cotidiano creas una atmósfera angustiosa, en la que tan perturbador es el ruido como ya, a fuerza de costumbre, lo es el silencio.

Un abrazo

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Asumo que el cuento es un verdadero juicio a los vecinos intolerantes que torturan con sus actitudes de generar ruidos mórbidamente. Un abrazo. Carlos