domingo, 18 de diciembre de 2022

De regreso al yermo

Hubo ruidos, golpes, caídas, gritos, un pesado objeto de madera cayendo contra el suelo de ladrillo, otro de cristal rompiéndose en infinitos fragmentos. Hubo algo que parecía un trueno seguido de un relámpago. Hubo un tenso silencio antes de que regresaran los gritos y las amenazas. Hubo un portazo y un nuevo silencio apenas quebrado por sollozos mal sofocados. Al día siguiente, la rutina simulaba ser la misma en la casa, aunque estaba claro que no lo era.
    Días después uno de los vecinos dijo que creyó escuchar citas de la biblia entre los gritos y amenazas, pero como nunca había leído la biblia no estaba del todo seguro. Otro vecino, que vivía un poco más lejos, aseguró que eran citas del corán, gritadas a viva voz en un idioma de otro lugar, un idioma que no conocía citando un libro que nunca había leído. Un tercer vecino sostenía haber escuchado traídos por el viento fragmentos de la torá en hebreo, idioma que sus vecinos no conocían. El cuidador de otra de las granjas cercanas, dijo que todos aquellos ruidos le parecían un concierto de doom-metal en sueco o noruego, pero por suerte estaba lo suficientemente lejos como para no entender nada de lo que pasaba. Hubo, por último, quienes nada dijeron
    En cambio, todos acordaron que había sido el del hijo de la familia quien diera aquel último portazo, con ánimo de definitivo, y que los sollozos contenidos pertenecían a la madre, quien desde entonces vistió de riguroso luto sin volver a dirigirle la palabra al padre de la familia.
    Luego de aquel día, la casa se cubrió de silencio. Uno de esos silencios en los que es posible distinguir tantos matices como colores en la paleta de cualquier pintor. Solo cuando el padre se encontraba en la casa podía escucharse una voz que hablaba, hacía planes para las próximas cosechas, mencionaba los arreglos a realizar, proponía viajes a los pueblos cercanos. Una voz que se respondía a sí misma sin esperar a que lo hiciera la silenciosa madre.
    Un año y un día después de la partida del hijo, el padre hizo lo propio. Sin gritos, sin golpes, sin portazos. Montó en su viejo caballo bayo y se internó en los caminos de la región. Dicen que en busca del hijo, aunque nadie puede confirmarlo, tampoco parecía que estuviera dejando a su mujer, quien no se asomó por ninguna de las ventanas de la casa a verlo partir. Nadie podía decir si regresaría algún día.
    El camino de entrada a la casa se cubrió de malezas, se volvió barro con las lluvias del otoño y de la primavera, fue tierra reseca y polvorienta con el sol del verano. El camino parecía la cicatriz de una antigua herida, de esas que aún se distinguen aunque no se recuerden. La casa se adivinaba a lo lejos, nadie se acercaba a ella, nadie provenía de ella. Si la madre continuaba viviendo allí, nunca se la veía. Los vecinos, en un principio tan solícitos y cercanos, preferían mirar hacia otro lado, hacia el futuro tal vez porque el pasado puede olvidarse, encerrarse, aunque por breves momentos puede aparecer frente a nosotros de la manera más imprevista.
    Pasó un año, pasaron dos, luego tres. Se perdieron varias cosechas, una sequía brutal asoló la región. Una mujer vestida de blanco atravesó los caminos; hubo quienes dijeron que venía desde la casa abandonada de la última finca; otros dijeron que provenía de una dirección diferente; también hubo quienes no la vieron, pero incluso ellos quisieron decir algo; hubo, por último, quienes nada dijeron. En lo único en lo que todos estaban de acuerdo era en que nadie, ninguno de ellos, había visto el rostro de la mujer.
    Tiempo después, cuando la casa era una ruina que apenas se sostenía, con las vigas de madera carcomida por generaciones de insectos, el sol, la lluvia y el viento, un hombre se acercó a ella. Un hombre que se detuvo a muy poca distancia sobre el camino de entrada sin desmontar de su caballo ruano. Estuvo allí, mirando la casa, sin moverse, hasta el atardecer, miraba como quien mira algo buscando una respuesta que no logra comprender.
    La puerta, la única puerta de la casa, a la que miraba, estaba abierta, seguramente vencida por el viento y la humedad que henchía la madera. El hombre desmontó, se acercó a la puerta y la cerró lo mejor que pudo casi sin hacer ruido, pero no sin esfuerzo porque la puerta no encaja por completo en su marco. Montó nuevamente y se alejó.
    Luego de que marchara hubo quien dijo que se trataba del padre de la familia, que regresaba sin una respuesta para dar; también hubo quien dijo que se trataba del hijo, que regresaba sin una pregunta para realizar. Otros dijeron que no era ninguno de los dos, o que eran los dos en una misma persona. Hubo, por último, quienes nada dijeron.

25 comentarios:

José A. García dijo...

"La tierra baldía" ya estaba usado como título, incluso algunas veces se lo traduce como "La tierra yerma" también, así pues.

Saludos,
J.

Mujer de Negro dijo...

¿Hablas del poema?

Lo único claro son los gritos, caídas y golpes, el resto es una repetición de lo mismo, sin ser o parecer lo mismo.

Aquí me remontas a un lugar que habité un tiempo y en el cual, de un pequeño suspiro, todos tenían una versión distinta y tan alejada de la realidad, que a veces/siempre, era difícil alcanzarla.

Un abrazo, José, siempre un placer

lunaroja dijo...

Tus relatos son excelentes, tienen esa mirada desolada,de misterio, de oculto...
Me encantan, los disfruto muchísimo.
Saludos Y feliz campeonato del mundo!

Gabiliante dijo...

Yo creo que fue el padre. El hijo no tenía paciencia para cerrar puertas con cuidado, y además el padre era arreglador.
Lo que está claro es wue siempre hay gente que siempre tiene slgo que opinar, incluso que siempre hay alguien que nunca dice nada.
La mujer de blanco debió llevarse a la mujer de negro, y el padre vino a terminar la historia.
La historia transmite vacío y tozudez e intransigencia.
Abrazoo

Alfred dijo...

Es un ciclo que se cierra, hay que cerrar la puerta de la casa, tumba de la mujer de negro.

Abrazo.

José A. García dijo...

Mujer de Negro: Sí, del poema de Elliot. Todos habitamos diferentes versiones del infierno, ninguna es peor ni mejor, todas son iguales.

Luna Roja: Muchas gracias por tus comentarios y elogios en cada entrada, con uno de los pocos alicientes para seguir adelante.

Gabilante: El hijo pudo haber cambiado con el paso del tiempo, nunca se sabe. Todos somos tercos en algún punto de nuestras vidas.

Alfred: Nunca hay que dejar nada abierto, dentro de lo posible…

Gracias por sus comentarios.
Nos leemos,
J.

A Nossa Travessa dijo...

¡Hola Garcíamigo!
En primer lugar, me presento; Soy un periodista "viejo" (81 años) pero creo que todavía estoy dentro de la "fecha de caducidad"...
He estado en más de 120 países pero nunca he estado en Argentina y ahora con algunas limitaciones de movimiento no iré.
Como fui redactor jefe (editor en jefe) del periódico más importante de Portugal - "Diário de Notícias" me gusta encontrar gente que escriba bien: es tu caso Muy bien hecho, mui buenas ideas, perfecto. Puedes visitarme y comentar en español ya que es mi segundo idioma. También hablo y escribo francés, inglés, algo de alemán e italiano e incluso sé decir algunas frases en rumano. Entrevisté a muchas "personalidades" internacionales, desde Indira Gandhi y su hijo Rajiv hasta Niculae Ceausescu, Olof Palme, Bruno Kreisky, Jonas. Savimbi, Lula, Adolfo Suaréz y otros. Ya he escrito tres libros y estoy preparando otro.
Tengo dos peticiones:
1) Visítame y deja un comentario (http://anossatravessa.blogspot.pt)
2) Si quieres hacerlo, comparte mi blog con tus amigos de la blogósfera. ¡Muchas gracias!
Un abrazo
Henrique



mariarosa dijo...

Cada uno habla por lo que imagina, más que por lo que vio. La verdad es que todos se fueron, quién dónde dejaran sus pasos. Un cuento que me deja pensando....

mariarosa

Tatiana Aguilera dijo...

Podría ser el hijo que retorna para ver a su madre. No le interesa la casa, solo ver a la madre de lejos, cuando ve la casa toda derrumbada piensa que la casa la abandonaron. Cierra la puerta y se marcha.Lo que ignora el hijo es que la madre falleció esperando de tristeza y su alma convive en el lugar.
Muy buen cuento José.
Abrazos

J.P. Alexander dijo...

Triste relato dejaron esa pobre y esa tierra a si sin más. Te mando un beso.

Cabrónidas dijo...

A veces el silencio también es una respuesta; también es una opinión.

Etienne dijo...

No quise ser de los que nada dijeron después de leer tu texto porque el ambiente, los personajes, la maestría con la que envuelve al lector, son características que se deben realzar. Otros tiempos, otras épocas, hasta allí mi mente divagó.
saludos!

Beauséant dijo...

Quizás a alguien volvió del pasado sólo para cerrar una puerta que había quedado abierta... eso es lo que hacen los fantasmas, se quedan atrapados porque hay algo que dejaron pendientes... quizás ahora todos puedan descansar.

lanochedemedianoche dijo...

Muy buen relato. Te deseo una espléndida Navidad y mejor año.
Abrazo

Un poco de todo dijo...

Más cintura, para regalar placer
Y aunque les suene arrogante
Soy capaz de conquistar cualquier mujer

Pero a veces me siento solo
Pido a Dios si me enamoro
Que no me mande el castigo
De penar por un querer

Por hablarle mentiritas
A tantas señoritas
Por vivir como un truan
Y evadir lo que es ser fie

Fackel dijo...

Pues te felicito, porque hacía mucho que no leía por la red un relato tan coherente como medido, de los que me gustan. Todo abierto desde el principio, como la casa. Espléndido ejercicio el tuyo, me he deleitado e intrigado (la intriga tanto la emitida como la recibida suelen ser deleitosas, aun dentro de su en ocasiones dureza) Salud siempre.

gla. dijo...

Una historia extraña
Pero me gustan esas historias
Abrazos

Doctor Krapp dijo...

Mi primera sensación tras leer este texto es una vez más ese aire mítico y fantástico mezclado con leyenda que caracteriza a muchos de tus textos.
Luego me has hecho recordar, sin grandes motivos, esa maravillosa película del Oeste de John Ford que aquí llamamos Centauros del Desierto y por allá (lo he buscado en la wikipedia: Más corazón que odio)
Para que veas la fuerza de tu realto.
Saludos

la MaLquEridA dijo...

Hubo otros que comentaron palabras halagüeñas por tan interesante relato.


Un abrazo José

Beatriz dijo...

Con ese toque de extrañeza que atrapa. Porque no es sólo costumbrismo, aunque el relato se desarrolle en tal lugar, sugiere otros niveles de tierra baldía.

Saludos José.

Tinta en las olas dijo...

Cada uno saca su propia conclusión, es leerlo y pensar quien sería, o si eran los dos o los tres. Un abrazo.

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Usas unas maravillosas metáforas que realmente pintan las escenas...


Te deseo una muy feliz navidad

Paz

Isaac

J.P. Alexander dijo...

Te deseo una feliz navidad para ti y tu familia. Te mando un beso.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Como con un destino trágico a lo griego, pero con la desolación de ahora. Un abrazo. carlos

Frodo dijo...

En algunos baldíos crece el zapallo guacho, así solo, sin la mano del hombre.
Ya casi no hay baldíos por acá cerca, por eso tal vez sea un mito. Como el Padre, como el Hijo.

Abrazos