sábado, 29 de octubre de 2022

Esas luces que parpadean

Cuando las luces volvieron a parpadear dejó la estilográfica apoyada en el escritorio y esperó sin mirar directamente hacia la lámpara que colgaba sobre él, quería asegurarse de si el problema se repetiría como en las oportunidades anteriores o no. Miró las paredes del cubículo-oficina enchapadas en láminas de madera plástica sin reconocerlas. Intentó pensar en dónde se encontraba, no recordaba cómo había llegado hasta allí. No recordaba nada de ese día ni del anterior. Se esforzó un poco más y no recordó siquiera qué era lo que hacía. Miró la estilográfica, miró el plano que tomaba forma con líneas rectas y finas en la hoja de papel de arroz sin reconocer su propio trazo. Tampoco entendía las notas escritas en los bordes del plano, no reconocía las letras, mucho menos las palabras.
    Una única cosa tenía lugar en su cabeza: si trabajaba mientras la luz parpadeaba le daría migraña, otra vez. Ese “otra vez” lo sorprendía más que el resto, porque ese “otra vez” hablaba de un tiempo anterior, de una experiencia, de algo que ya había sido vivido. Tenía que evitar ese dolor, eso era lo único que sabía, el resto era vacío.
    Las luces volvieron a parpadear demorándose un poco más en volver a encenderse.
    En silencio se levantó, su cabeza asomó por sobre las separaciones entre cubículos-oficinas que no tendrían más de un metro y medio de altura. La suya no era la única cabeza erguida, la única expresión de sorpresa, ni la única necesidad de comprensión. Varias de esas cabezas comenzaron a moverse saliendo de sus cubículos-oficinas avanzando hacia un extremo del salón como si supieran hacia dónde ir y lo que debían hacer allí. Quiso seguirlas para saber qué era lo que había allí y si fuera lo que eso fuera explicaba el parpadeo de las luces.
    En el instante en que comenzó a moverse notó que debía enfrentar dos dificultades a las que no atendiera antes. Una fina cadena unía mediante grilletes sus tobillos, por lo que apenas podía dar pasos tan pequeños que parecían saltos; la cadena se unía en el extremo opuesto a una de las patas del escritorio. Al mirar la cadena y mirar su cuerpo se percató de que estaba desnudo, cosa que sabía de antemano y aunque que no significaba nada, era un detalle más que atender si quería salir del cubículo-oficina. Tenía que saber por qué se le retenía, por qué estaba atado, por qué lo tenían desnudo y por qué no recordaba nada más allá del dolor de cabeza anterior, ni tan siquiera su nombre.
    La segunda de las dificultades era que, mirara donde mirara, el cubículo-oficina no tenía aberturas. No digamos una ventana, porque las paredes reales se encontraban bastante lejos y a través de ellas se adivinaba la noche; aunque tal vez estaban cerradas, a la distancia daba lo mismo. El cubículo-oficina no tenía salida. Las separaciones de madera plástica del suyo se unían con las del siguiente y las separaciones de este con las del que se encontraba un poco más allá, y así en todas las direcciones que podía mirar, formando un gran panal de cubículos rectangulares ocupados por un escritorio similar, una silla igualmente incómoda y un cuerpo desnudo como el suyo inclinándose sobre hojas de papel de arroz.
    En un gesto de desesperación extendió sus brazos, desplegó las alas e intentó volar olvidándose de la cadena que de un tirón lo regresó al suelo. Golpeó con fuerza en parte contra la tapa del escritorio y en parte contra la silla en un revoltijo de plumas, brazos y piernas. Resentido por el golpe apenas logró volver a sentarse. Al hacerlo miró el plano que tenía frente a sus ojos y notó algo que no estaba bien, tomó la estilográfica y corrigió uno de los cálculos anotados a un costado, luego redibujó una de las líneas concentrándose tanto en su tarea que olvidó todo lo demás. Sus alas se replegaron regresando a su posición de reposo pudo acomodarse un poco mejor en la silla.
    Continuó como si no hubiera sucedido nada, como si nunca sucediera nada. Continuó hasta que las luces volvieron a parpadear.

25 comentarios:

José A. García dijo...

¿El trabajo es más importante que la libertad?
¿Sabemos lo que es la libertad?

Saludos,
J.

Jose Casagrande dijo...

Siempre nos dicen, desde la infancia mas tierna este cantico que los viejos decian de modo solemne y con cara grave y autoritaria:

"Deber antes que vida.... con llamas escribio"

No he podido saber el origen del cantico, pero siento que asi debe ser,
primero el deber. La vida es secundaria.

J.P. Alexander dijo...

Genial relato uno a veces no acepta lo que pasa hasta que es muy tarde. Te mando un beso.

Mujer de Negro dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mujer de Negro dijo...

Es como una metáfora de vida, ¿no?, intentar soltarte pero tan lleno de responsabilidades que te vas hundiendo, lo menos hasta que venga otro impulso por volar.

Alguien dijo alguna vez que, el mejor estado es la soltería, porque luego son satisfacciones, claro, pero un cúmulo de responsabilidades, como si te pusieras anteojeras, creo se llaman. No comulgo con eso, creo que hay que buscar un equilibrio.

Un abrazo, José

Gabiliante dijo...

La pugna por la libertad sólo conduce a la frustración. Debería centrarse , en su momento más rebelde, en dibujar un plano de un cubiculo con salida secreta, y una mezcla de comidas tan ácida que disuelve las cadenas. En un solo día, cuando cambie de día con el parpadeo de luces, ya no recordará nada.
Saludoss, delineante

unjubilado dijo...

Seguro que ya estaba soñando en volver a hacer la declaración de Hacienda y menuda migraña cuando se despierte tendrá el pobre hombre, no me extraña que se encuentre atado... hasta que no pague al fisco...
Saludos

Tot Barcelona dijo...

Yo creoq ue el problema reside en que no sabemos lo que es la libertad, que sólo tenemos una somera idea y que confundimos sus términos.
Salut

Alfred dijo...

Es mejor centrarse en su trabajo.

Saludos.

Gra dijo...

Hay una manera de que el trabajo no sea un "dolor de cabeza" cuando tenes la "libertad" de poder trabajar en o de lo que te gusta, pero para eso hay un paso muy importante la educacion; estudiar y recibirse de lo que les gustaria ser y trabajar.
Cuando era soltera, trabaje durante años como empleada administrativa, me gustaron siempre los numeros, pero los horarios me esclavizaban. Hace unos años atras me recibi de Diseñadora Grafica, ahora trabajo menos horas; tengo mas tiempo libre para desplegar mis alas 😊 Hoy trabajar para mi no es una tortura 😊.
Gracias Jose tus relatos son brillantes!!
Besos.

Manuela Fernández dijo...

Magnífico relato.
Entre las distintas cosas, maravillosas, que te pueden pasar en esta vida es que trabajes en lo que libremente hayas elegido. Si no ha sido así, tendrás que supeditar la libertad al trabajo (porque comer hay que comer). Tampoco es tan malo, al fin y al cabo la libertad es como la felicidad, algo que se vive a ratitos.
SAludos.

Buscador dijo...

Cuando trabajaba en el campo tenía pesadillas realizando esta labor porque nunca se acababa y el despertar al amanecer era para regresar al campo.

Un saludo

Cabrónidas dijo...

Por supuesto que no. Como dijo el abuelo mientras se abrochaba el uniforme: "Es preferible la injusticia al desorden".

Tinta en las olas dijo...

Siempre o casi siempre estamos tan inmersos en el deber que nos olvidamos de todo lo demás.

lanochedemedianoche dijo...

La vida de oficinista es tan esclava, que así se sienten cuando suena el indicador de salida. Muy bueno
Abrazo

Doctor Krapp dijo...

Es una imagen inquietante que en el paisaje del reconocimiento ajeno, de ser parte de un todo mayor, me has recordado a tu paisano, Borges en su infinita Biblioteca de Babel.
El tuyo aporta ese detalle final de las alas, puede de ángeles o diablos, que lo hace especialmente inquietante.
Muy bueno.
Saludos

Gildardo López Reyes dijo...

Pensándolo un poco, creo que la mayoría de nosotros no sabemos qué es la libertad, y muchos más no estaríamos en condiciones de poder vivirla. Abrazos.

Recomenzar dijo...

Sabemos lo que es la libertad?
Es el país donde vivo vivo

Recomenzar dijo...

Un blog para gente diabética
saludos querido

Luiz Gomes dijo...

Boa tarde. Obrigado pela visita e carinho. Bom final de semana com muita paz e saúde, José.

Anónimo dijo...

Quizás lo importante es trabajar en libertad.

Besos.

Amapola Azzul.

gla. dijo...

Un nuevo relato que te deja pensando
Supongo que hay mas personas de lo que creemos que piensa que es mas importante el trabajo, como si fuera algo automático
Pero también hay personas para las cuales es mas importante la libertad que lo intentan una y otra vez, aún cuando es imposible, su espíritu no se doblega.
Abrazos

Frodo dijo...

Siempre se vuelve al primer amor... cantaba Carlitos acodado en la baranda del Conte Biancamano.
Eso y también: Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno...

Abrazos

Mista Vilteka dijo...

Además de las clases de vuelo, le faltaron clases de escapadas. Yo no he tomado ni las unas ni las otras.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Creo que se observa en el relato, el trabajo como una piedra de Sísifo. Un abrazo. Carlos