domingo, 17 de julio de 2022

Inmortal

―Disculpe, Señor. ¿Sabría usted decirme dónde se encuentra la calle Del boulevard?
    ―Por supuesto, Señor. Dos calles hacia el norte.
    ―Gracias.
    ―No es nada.
    Quien preguntó continuó caminando en la dirección indicada, y como siempre en estos casos, antes de hacer yo lo mismo me detuve unos instantes a contemplar cómo se alejaba. Tenía que asegurarme de que no había sido reconocido, que todo continuaba como hasta el instante anterior a ser interpelado. Y es que ante una pregunta tan banal, ya fuera por el nombre de una calle o alguna otra nimiedad semejante que puede preguntársele a un desconocido en una ciudad inmensa y precisamente llena de desconocidos, temía ser reconocido.
    Debería comenzar señalando cuál es mi seña de distinción principal. Soy inmortal. Hasta donde he podido descubrir, soy el único. Lo cual puede resultar un tanto útil e incluso divertido una vez superado el dolor original de ver morir uno a uno a todos los que he conocido; resultan ser tantos que algunos de ellos no son más que un nombre en una lista casi interminable que comencé cuando noté que el tiempo no hacía más que extenderse y temía olvidar algo de cuanto sucedía. Soy tan inmortal como mis padres, mis hermanos, ni ningún otro de mis parientes lo ha sido. Desde que llegué a la edad adulta no me enfermo ni muero de muerte natural; claro que no me atrevo a intentar otra cosa y llevo tanto huyendo de las guerras que lo mejor es no pensar en ello. Como sea. He visto crecer esta ciudad, no desde sus cimientos, pues es antigua incluso para mí; fui testigo de la transformación de sus edificios, sus calles, sus luces, la desaparición de los árboles en las aceras y los patios internos de las casas antes de que también estos desaparecieran. He visto demoler antiguas casas en perfecto estado para levantar en su sitio edificios que no llegarían a durar lo que dura una generación de hombres. Antaño las cosas se hacían para durar, en la actualidad todo es descartable. Tal vez sea así cómo me hayan hecho a mí, para durar, el único que durará en un mundo colmado de seres desechables. No lo sé.
    Divago, esto me pasa cada vez con más frecuencia. Tal vez sea que la vejez por fin está alcanzándome.
    Divago. No es a la vejez a lo que le temo. Mi temor es que uno de estos siempre cambiantes rostros que se muestran frente a mí se percate de que yo no cambio. Por más maquillaje o aditamentos que use sobre mi rostro, este es siempre el mismo, yo soy siempre el mismo. Temo pues que un día o una noche, un atardecer o un amanecer, alguien me detenga o se detenga junto a mí, para preguntar algo o tal vez sea yo quien se lo pregunte a un desconocido, y vea en sus ojos el brillo del reconocimiento, el brillo de la memoria. Temo que ese rostro desconocido sea el mismo rostro desconocido que años o décadas antes me preguntara algo y note que mientras el tiempo y la vida se han ensañado sobre él, yo sigo siendo igual que durante los últimos siglos, mirando el mismo sol, disfrutando del mismo cielo, en una ciudad cada vez más diferente, entre todos esos rostros vacíos de miradas muertas.
    Todo se terminará para mí en ese momento, pues conozco el anhelo de inmortalidad en cada ser carente de afecto y satisfacción. Lo conozco muy bien porque alguna vez fue mi propio anhelo. Pero ahora me arrepiento de ello, ahora ya no lo quiero, y no sé qué hacer con él.
    Divago una vez más. Sin dudas tantos años de caminar por un cementerio que nunca se detiene comienza a afectarme.
    ―Disculpe, Señor. ¿Sabría usted decirme dónde se encuentra la calle De los pinos?
    ―Por supuesto, Señor. Dos calles hacia el sur.
    ―Gracias.
    ―No es nada.
    Puedo continuar tranquilo un poco más porque este no será el día en que alguien me reconozca y señale como algo extraño en su mundo. Tal vez ocurra mañana o la próxima semana, el año siguiente o dentro de un siglo, porque sé que terminará sucediendo. Pero no hoy, no, hoy no.

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19 comentarios:

José A. García dijo...

Cada cual busca, y encuentra, su motivo de preocupación particular.

Saludos,
J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Tu comentario completa tu propio relato.
El protagonista no tiene que preocuparse por morir o envejecer. Así que busca un motivo para preocuparse. Y lo ha encontrado. Tal vez sea necesario, aun para los inmortales.
Bien contado. Saludos, colega demiurgo.

gla. dijo...

Me pregunto si lo quiero o no, eso de ser inmortal
Me recuerda a esas revistas que leía siendo adolescente
Muy buen escrito
Abrazos

J.P. Alexander dijo...

Buen relato. No creo que me guste ser inmortal. Te mando un beso.

Fackel dijo...

No son divagaciones las que hace el personaje sino reflexiones que me llegan y con las que me identifico. ¿Por qué será que hasta no hace mucho no nos parábamos a pensar en pequeñas actitudes y ahora de cada nimiedad hacemos un argumento vital? Al menos me pasa a mí. Agradezco este tipo de prospecciones. Salud.

Alfred dijo...

Disquisiciones propias de quién siendo inmortal no le ve la ventaja del asunto.

Por cierto un comentario tuyo sobre mi periplo por el norte apareció en spam y lo borré, lo cual lamento en grado sumo. Gracias por él.
Saludos.

Cabrónidas dijo...

¿Podría el inmortal preocuparse en no preocuparse?

Recomenzar dijo...

Maravillosa entrada
pero le falta la imagen
Sin ella
no podrás vender nada

Gabiliante dijo...

estoy pensando en que puede que y tambien sea inmortal. tu inmortal tiene la peculiaridad de ser una atraccion para preguntones. unas cuantas veces (ahora ya no voy tanto por el centro de la ciudad), me he encontrado de peaton esperando junto a un monton de gente a que el semaforo se ponga verde y cruzar. al otro lado hay una multitud similar, y entre ellos hay uno que veo claramente que en cuanto el semaforo cambie va a venir derecho hacia mi, a preguntarme o venderme algo. y eso que en su lado ya hay un monton de gente, pero va a venir derecho hacia mi. y se pon verde y viene.
el reclamo de preguntones podria ser un signo de inmortalidad ¿no?
tu inmortal tiene una atraccion importante , eh?
saludoss

Gabiliante dijo...

ufff... tienes moderacion. creia que se habia borrado todo...

unjubilado dijo...

Oiga usted, ¿y es pensionista o trabaja?, si recibe una pensión, con la inflación galopante existente, creo que no le llegará para un pancito. Yo me comprometo a enviarle de vez en cuando un plato de frijoles.
Saludos

lunaroja dijo...

Pues sí,coincido en que en tu comentario está la respuesta al relato, por otro lado magnífico, algo neurotizante con el pobre inmortal buscando respuestas o buscando simplemente en qué pensar e invertir su eternidad...
Precioso.
Un saludo.

Jose Casagrande dijo...

Y tiene razon de preocuparse el protagonista, porque existen grupos de elite precisamente a cazar a personas con algun tipo de desviacion o superpoder.

Si lo encuentran lo secuestrarian y comenzarian a hacer experimentos, sacarle sangre y miles de esas pruebas cientificas a fin de encontrar el secreto.

Doctor Krapp dijo...

No es añorable la vida del judío errante, siempre adelante. En esta caso resulta chocante que el eterno se asuste por una efímera mirada. Un elefante se asusta por un ratón. ¿Será por qué lo efímero cuestiona a lo eterno?

Un saludo

Tinta en las olas dijo...

Es un buen motivo de preocupación, tiene que ser un castigo ser inmortal. Un abrazo.

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Un escrito formidable e inquietante

Paz

Isaac

Gildardo López Reyes dijo...

Supongo que al narrador se le han muerto ya todos los conocidos, porque esos serían los primeros en ver como el paso del tiempo no le hace nada a él. Sólo de niño llegué a pensar en eso que nos vendían como la gran cosa en películas y programas de la tele, luego ya no. Qué horrible vivir tanto. Aunque aquello de no tener enfermedades podría hacerlo tentador, jajaja. Y sí, lo realmente malo es enterrar a todos tus personas queridas.
Abrazos.

Frodo dijo...

En el infierno, el purgatorio o el cielo: el miedo, siempre el miedo a algo.

Buen escrito J, dando a entender y no explicando.

Abrazos

José A. García dijo...

José: También están los que los tienen y se les sale de control.

Demiurgo de Hurlingham: El protagonista tiene lo que muchos desean o anhelan, aun así no es feliz. Me recuerda a tanta gente…

Gla: Habría que serlo, pero no para siempre. Gracias.

J. P. Alexander: ¿Cómo saberlo hasta no serlo?

Fackel: La verdad es que no sé por qué será, esa sería una gran cuestión a tener en cuenta.

Alfred: Algunos no ven lo que tienen y anhelan lo que es de los demás. Pasa en las mejores familias.

Cabrónidas: No lo sé, ¿podrá?

Recomenzar: Gracias, no soy fotógrafo, soy escritor, por eso escribo.

Gabilante: Hay personas que repelen a la gente, otras la atraen.

Un jubilado: Tal vez invierte en bitcoins, no lo sabremos si no se lo preguntamos.

Luna roja: De Freud al presente todos somos neuróticos, qué raro.

José Casagrande: Podríamos encontrar la fórmula de la vida eterna en su sangre. Si sólo supiéramos quién es.

Dr. Krapp: Interesante reflexión, no la había tenido en cuenta. Pero siempre cuestionamos lo eterno y nuestras vidas no son nada frente a eso.

Tinta en las Olas: Tal vez esa sea su razón de ser.

Sólo el amor es real: Gracias por la visita y el comentario.

Gildardo López Reyes: Muchas veces se confunde vida eterna con eterna juventud, y una cosa no tiene porqué venir asociada a la otra. Ahora, si las dos son parte de lo mismo…

Frodo: Las tres cosas al mismo tiempo, sin dudas.

Gracias a tod@s por sus visitas y comentarios.

Nos leemos,
J.