sábado, 19 de marzo de 2022

Nevada

Para mi sorpresa, al mirar esta mañana por una de las ventanas del refugio, descubrí que estaba nevando. Algo que me resultaba imposible de creer. El último registro de nieve en la ciudad databa de hacía alrededor de sesenta años, si es que no más, y antes de esa fecha era un fenómeno tan poco frecuente como llamativo. Parte de los que todavía habitábamos la ciudad creíamos que esos registros habían sido fraguados con alguna intención que no podíamos entender ni imaginar porque no quedaba nadie que supiera cómo explicar algo semejante.
    Según el calendario no estábamos ni siquiera cerca del invierno, pero llevábamos tanto tiempo sin actualizarlo que esto bien podría ser un error del propio calendario, porque el clima nunca se equivoca. La nieve, en cambio, era un tema diferente. No era blanca, como en las representaciones audiovisuales que acostumbraba a reproducir, lo que me llevaba a dudar del estado de los archivos, así como de su fidelidad al momento de capturar las imágenes. Además de no tener el color adecuado sino un gris deslucido, casi sucio diría, tampoco se sentía fría como se esperaría para un fenómeno invernal. Lo supe tocando el mugroso vidrio de la ventana por la que la veía, pero esto podía deberse a cualquier otro motivo, tal vez la calefacción estuviera encendida sin que me hubiera percatado o el cristal contara con alguna clase de tratamiento contra el frío, aunque esta última opción era más difícil que fuera verdadera que la primera opción.
    El entusiasmo por la novedad me impulsó a salir del refugio, pero no sin antes comprobar y complementar las medidas de seguridad necesarias: revisé las cámaras del perímetro asegurándome de que en las que continuaban funcionando no se veía nada extraño; comprobé los niveles de oxígeno, CO2 y otros gases en la atmósfera; me coloqué el traje de protección reglamentario. Unas tres horas después, cuando atravesé la última exclusa de seguridad, salí al exterior.
    La nieve aún caía, un poco más tenue que al momento en que la descubriera, y cubría con un manto gris, perfecto y uniforme, la mayor parte del suelo del patio interior del refugio. Caminé viendo cómo quedaban sobre la nieve las marcas de mis pasos y de las pesadas botas de acero y plomo que llevaba. Al llegar a la pared opuesta del patio me quité el casco de seguridad sabiendo que el aire, aunque no por completo libre de patógenos, resultaba respirable. Con el rostro descubierto miré hacia las alturas, cerré los ojos, abrí la boca sacando la lengua y esperé a que algunos copos de nieve cayeran sobre ella. Era algo que viera en las en las representaciones audiovisuales, y ahora que tenía la posibilidad de hacerlo quería experimentarlo al menos una única vez antes de regresar al interior y desinfectar todo el equipo y desinfectarme también a mí mismo.
    Sentí caer los copos de nieve sobre mi lengua y cerré la boca cuando creí tener los suficientes como para conocer su sabor. Diría que no me disgustó, que no es lo mismo que decir que me haya gustado. Luego de mi experiencia con la nieve, no podría decir que entendía el porqué de las muestras de alegría y la diversión de todas esas personas que como fantasmas el pasado aparecían en las representaciones audiovisuales si después de todo la nieve tenía el mismo sabor que la ceniza.

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En el N° 73 de la revista digital El Narratorio se ha publicado el cuento: Una voz en mi cabeza.

Pueden pasar a leerlo cuando gusten.

Fin del Espacio Publicitario.

20 comentarios:

José A. García dijo...

Vamos a decir que es un "Homenaje" a la historieta de H. G. Oesterheld y Solano López, El Eternauta, aunque no lo sea del todo.

Saludos,
J

gla. dijo...

Siempre me ha gustado El Eternauta, lo leía cuando chica
Y si, podría ser
Como también nuestro futuro
Abrazo

J.P. Alexander dijo...

Siempre he querido ver la nieve. Buen relato te mando un beso.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Bien logrado el homenaje a ese clásico de la historieta.
¡Es el último sobreviviente ese personaje?
Saludos.

Jose Casagrande dijo...

Basicamente despues de una supercatastrofe la memoria colectiva queda olvidada. Vivir en un mundo catastrofico solo tiene una mirada al pasado muy distorsionada. En este caso al menos quedan ciertos registros audiovisuales. Esperemos que las circustancias mejoren para los habitantes de aquel pais.

Beauséant dijo...

Un relato con corte clásico y muy bien contado... con la racha que llevamos veo muy probable que ese relato no sea de un futuro muy lejano...

Doctor Krapp dijo...

En mi ciudad atlántica hace 35 años que no nieva y cuando lo hizo estaba fuera, Afortunadamente vi y sufrí la nieve en una ciudad relativamente cercana. Supongo que todo el rollo de la Navidad, la alegría y la nieve sonará como muy ridículo en vuestro verano austral.

Saludos

Joaquín Rodríguez dijo...

Estoy justo leyendo El eternauta. Me gusta y también este relato, breve y con sorpresa. Un saludo desde donde nunca nieva

Recomenzar dijo...

Que maravillosa entrada. Me gusta lo que dices
Tu pensamiento en calma llena mi vida cuando escribo al alba. Dar es maravilloso me enriquece por dentro en un mundo de odios como el que vivimos
demos gracias bella tu entrada

Amapola Azzul dijo...

Bueno, una nieve llena de ceniza, dentro de un futurismo desolador,

acorde a los tiempos que corren no obstante .

Besos.

Magistral relato.

Luiz Gomes dijo...

Bom dia meu querido amigo. Nunca vi neve ao vivo. Não sei como o meu corpo ficaria no frio.

Malindha Erba dijo...

Buen relato, pasa un buen inicio de semana ^^

Guillermo Castillo dijo...

Toda hecatombe se reduce a un drama personal. El asunto es que nadie parece querer evitarlo.
Saludos.

Ginebra dijo...

Muy apocalíptico, casi como la realidad global... Quizá esta nieve-ceniza fruto de tu imaginación sea una premonición.
Saludos

mariarosa dijo...


Era ceniza. Ni rica ni fea, ceniza. Tendrian algún volcan cerca? Puede ser....

mariarosa

Tinta en las olas dijo...

Vale la pena arriesgarse por volver a sentir esos copos de nieve. Me encanta Héctor G. Oesterheld. Un abrazo

SÓLO EL AMOR ES REAL dijo...

Un relato con cierto tono apocalíptico y con moraleja

Paz

Isaac

CarlosMxAx dijo...

Me gusto el relato.
Pero me quedaron dudas del origen de las cenizas, fin del mundo como lo conocemos.
Saludos

La utopía de Irma dijo...

Bonito relato, en breve nos ocurrirá lo mismo con la lluvia, se nos olvidará como era y el ser humano sigue sin hacer nada para cambiar todo lo que nos rodea. No vamos bien amigo, no vamos bien.

Abrazote utópico.-

Frodo dijo...

Debería amueblar este relato "Hoy todo el hielo en la ciudad" de Almendra.

Habían dicho que harían la película del Eternauta, ¿se sabe en qué anda?

Abrazos!