domingo, 9 de mayo de 2021

Crónicas Charrúas # 22

Suponía que tendría la posibilidad de recorrer las calles cercanas al puerto de Colonia porque existía una ventana bastante ampla de tiempo —diría que se trataba de una ventana panorámica— entre la hora en que arribaba el ómnibus y la salida del barco. Pero no fue posible. Conducidos como ganado, guiados por postes y sogas en un camino cagado de curvas y contracurvas, nos hicieron bajar del ómnibus e ingresar directamente en la terminal del puerto; apenas pude ver un pequeño fragmento del cielo real entre un techo artificial y el otro.
    Tan rápidamente como eso las blancas luces fluorescentes reemplazaron cualquier atisbo de luz natural, el aire acondicionado reemplazó el aroma acre del puerto creando un ambiente aséptico, altamente profesional y humano que ocupó todo el espacio. Sabía nada de todo esto tenía sentido y que la depresión postviaje comenzaba a hacer efecto para aumentar mi mal humor que para mucha gente es mi estado habitual, pero no podía hacer algo diferente a esperar sentado en una incómoda silla de plástico, escuchando música tan o más manufacturada que la silla, con la posibilidad de comprar un café a precio inflado como única posibilidad de distracción. Me apoltroné lo mejor posible en la silla y me dediqué a esperar a que el sueño se ocupara de mí y a que nadie se diera cuenta que acababa de usar el verbo apoltronar en una frase.
    Una hora antes de la salida, abrieron la puerta del barco permitiéndonos comenzar a subir a esa mítica arca que nos llevaría al otro lado del río. El barco era, es, enorme, aun así, todos se apuraban para ser de los primeros en subir. Viéndolos comportarse de esa manera me preguntaban sin tendrían la misma prisa por subir si supieran que probablemente no había cantidad suficiente de salvavidas para todos nosotros arriba del barco pero yo, que ni siquiera sé nadar, no me hago ese tipo de preguntas porque sé que no vale la pena perder el tiempo en esas nimiedades.
    Para marcar una diferencia que nunca sería notada por nadie, fui de los últimos en subir arrastrando mi pequeña valija con ruedas y cargando la pesada mochila. Los empleados de migraciones apenas miraron la foto de mi documento sin levantar la vista y buena suerte.
    Como no podía ser de otro modo, al llegar a la cubierta del buque todo era un caos de gente. Chicos que corrían y gritaban; mujeres que gritaban a los chicos que corrían y gritaban para que no gritaran ni corriera; hombres diciéndoles a las mujeres que no les griten a los chicos que corren y gritan porque está bien que corran y griten; una cacofonía infernal como cada vez que se reunía en un espacio cerrado a demasiadas personas.
    —Deben ser argentinos —pienso una vez más buscando el rincón más alejado de los gritos, las corridas, los niños, las mujeres y los hombres.
    Encuentro la única ventana cóncava en la que no se apiñan las caras de alegría por el regreso —alegría real o fingida, el regreso era lo único evidente— y miro, también yo, a través de ella. Del otro lado del plástico el cielo se ha oscurecido lo suficiente para confundirse, a lo lejos, con el río. Y el regreso se transforma en el largo suspiro de desgano con el que me siento en el borde de la ventana.

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En el Número 62 de la revista digital El Narratorio pueden leer el cuento: Una sonrisa suya fue más que suficiente

En el número 15 de la Revista Nudo Gordiano (México) se publicó el cuento: El peso de la Tradición.
Fue hace seis meses, pero a la gente de la revista parece habérsele “olvidado” avisar de ello.

Para terminar, en la segunda antología de la revista mexicana La Masa Literaria pueden leer el relato Habla conmigo (en la página 79).

16 comentarios:

José A. García dijo...

Cuando el retorno se alarga indefinidamente siempre comienzan los problemas...

Saludos,

J

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Personalmente, de estas pausas recreativas, vuelvo más cansado, con alguna nostalgia, pero en el fondo feliz del retorno. Un abrazo. carlos

Tot Barcelona dijo...

tengo curiosidad en un detalle peyorativo:
¿porqué deben ser argentinos y no uruguayos?
¿qué diferencia hay saltando Martín García? , si se me da, a riesgo de equivocarme que lo comparten todo, el tango, el asado, el mate y hasta el acento cantarín.
Un abrazo
salut

Jose Casagrande dijo...

Tomar un barco puede parecer romantico la primera vez, pero si se vuelve parte de la rutina creo no es el mejor tipo de lugar para estar. Excelente cronica porque nos da a conocer esa dinamica entre los dos paises.

Ginebra dijo...

Los argentinos gritan más que los españoles???? Tengo mis dudas, pero bueno, la genética está muy mezclada, desde luego.
Feliz viaje de retorno
saludos

lunaroja dijo...

Ay esos viajes multitudinarios,donde no cabe espacio para el silencio!

(he de decir como argentina,que estando en Ushuaia,una noche cenando en un restaurante, los gritos no eran de argentinos sino de una mesa con dos parejas de la isla en donde vivo Gran Canaria, o sea españoles, aajajajj es más le dije a mi marido: "se ha roto un mito" mira como suenan los de tu tierra..")

Laura dijo...

Los argentinos tenéis un buen volumen eh!
Besos.

DULCINEA DEL ATLANTICO dijo...

Es normal que sea el regreso el causante de dicho caos, encontrar una esquina para el silencio es complicado.
Los gritos son una explosión difícil de controlar, sea cual sea el motivo y la nacionalidad del que grita.
Un saludo Jose A
Puri

Doctor Krapp dijo...

Ese Río de la Plata tan mitificado y concurrido ofreciendo su imagen real lejos de la leyenda.
Los argentinos y su eterno amor por las palabras.

Saludos

Dyhego dijo...

Los medios de transporte son un lugar muy bueno para estudiar el comportamiento humano.
Salu2, José.

lanochedemedianoche dijo...

Excelente amigo.
Abrazo

Ana Manotas Cascos dijo...

Muy bueno tu texto, me encanta como escribes. Un saludo.

serafin p g dijo...

Que linda palabra es Charrúas, me quedé con eso y se me hizo tarde para el regreso.
Salute!

José A. García dijo...

José: El regreso en sí ya es un problema.

Carlos Augusto: El cansancio es permanente en estos momentos, no hay dudas.

Tot Barcelona: ¿Diferencia? Ninguna. O todas. Depende.

José Casagrande: Ningún lugar en el que se tenga que estar encerrado con un montón de desconocidos es un lugar cómodo para pasar siquiera un segundo.

Ginebra: Sí, lo hacen, más que nada cuando están fuera del país. Para marcar su presencia-

Luna Roja: Tierra del Fuego es parte de Argentina, por lo que los gritos argentinos no resaltan, pierden u fuerza, su poder, su ontología. Eso es lo que pasa.

Laura: Bastante, sí.

Dulcinea: Tengo la certeza de que los gritos se controlan con algo de educación, pero en los últimos años está bastante desacreditada mi teoría.

Dr. Krapp: El Río de la Plata es una leyenda, el problema son los que viven en una de sus costas.

Julio David: Exacto, siempre incordiando.

Dyhego: Si lo sabrán los sociólogos, o deberían saberlo para hacer algún trabajo de interés.

La noche de Medianoche: Gracias.

Ana Manotas: Gracias.

Serafín: Es una de esas palabras que empieza a usarse después de que los que designaba originalmente dejó de existir, pero bueno, la humanidad es así.

Gracias por sus visitas y comentarios.
Nos leemos,

J.

Frodo dijo...

Hice ese viaje una sola vez (ida y vuelta), tuve también la sensación ganadera al andar por ahí.
Las rueditas de la valija son uno de los mejores inventos, supongo que del siglo XX.

Abrazos

la MaLquEridA dijo...

No hay ningún problema porque sigues escribiendo. Eso es bueno aunque me aparezca poco, siempre es grato saber que sigues aquí.


Un abrazo José