domingo, 11 de abril de 2021

Los creadores de páramos

Aclaración: El siguiente texto es una continuación no oficial de: El erial dentro de tu corazón


—Sé no lo creerás, pero esto —dijo quien lo guiaba extendiendo una mano y señalando hacia el frente, pero también todo lo que quedaba detrás, junto al camino recorrido, a los costados, arriba y abajo— solía ser un vergel.
    Mirando la desolación de la tierra quemada, arrasada por el fuego, el sol y el viento que no dejaba de soplar, era imposible pensar en que algo allí podría haber sido diferente en algún momento. Aquello no era un desierto como otros, en toda la extensión no se adivinaba ni el menor atisbo de vida, solo había desolación, vacío y muerte.
    —Un bosque de árboles de todos los tamaños y colores —continuó, recordando, mientras miraba la nada—, aves con plumas indescriptibles, animales con pelajes inigualables, ríos de agua clara cargada de peses… El viento llevando y trayendo los aromas de los frutos junto con el acre olor del humo de las hogueras… —como si parte de ese humo que solo existía en la memoria hubiera entrado en su ojo, una solitaria lágrima escapó de él.
    El sol golpeaba de lleno contra la tierra reseca y quebradiza allí donde no eran las rocas las que le hacían; lucía como si se le hubiera arrancado hasta la última posibilidad de albergar algo diferente a la nada.
    —Que… —intentó articular pero la mandíbula, y el resto de la cabeza, seguía doliéndole tras la caída y el golpe—. ¿Qué sucedió?
    Por suerte quien lo guiaba entendió la pregunta sin que tuviera que decir mucho más, porque no habría podido hacerlo ni aunque lo quisiera. El dolor, como oleadas de nauseas, apenas le permitía pensar en otra cosa.
    —Como en tantos otros lugares similares, llegaron ellos.
    “Llegaron ellos”, dos palabras que eran suficientes para comprenderlo todo.
    Hacía tanto tiempo que sucediera que parecía un cuento de hadas, uno con un final tétrico y atroz. De un día para el otro, sin poder explicar cómo ni por qué, surgieron ellos. A falta de una comunicación directa se los llamó “Los creadores de páramos” porque eso es lo que hacían: aparecían en un lugar que, como este que ahora miraba, era un vergel, asentaban sus desproporcionadamente grandes máquinas en ellos y, cuando se retiraban, no dejaban nada detrás más que vacío y desolación. Algo peor que un desierto, algo peor que una erupción volcánica, un terremoto, un tsunami, o una explosión nuclear; ninguna de esas cosas tenía tal poder de devastación porque, a pesar de que destruyen, siempre dejan algo detrás, siempre algo queda. En cambio, allí por donde pasaban los creadores de páramos, nada volvía a renacer, jamás.
    Los manchones vacíos de devastación se encontraban diseminados a lo largo del mapa del mundo conocido; se decía incluso que había otros similares en los lugares aún por conocer, pero nadie podía afirmarlo.
    —Sigamos —dijo quien le guiaba—, quiero llegar antes del anochecer.
    Miró al cielo y el sol del mediodía de devolvió la mirada. ¿Cuánto más pensaba internarse en aquel desolador lugar? ¿Dónde quedaba el refugio que le prometiera? ¿Tendría algo de agua?
    Arrastrando los pies sin levantar el más leve polvillo, intentó avanzar. El cansancio se sumaba al dolor que lo acompañaba a cada paso. Sin embargo, a pesar de lo dificultoso que se le volvía pensar, había algo en ese breve diálogo que le molestaba mucho más que el calor que sentía bajo toda la ropa que cargaba y el sudor picándole en partes del cuerpo que no sabría nombrar. Algo que no podía dejar de pasar, algo que le sonaba tan extraño como cada cosa desde que lograra escapar de su encierro.
    —Creía —murmuró pero se interrumpió, intentó escupir y luego tragó algo rasposo y pegajoso que le lastimó la garganta antes de volver a intentarlo—. Creía que no quedaba nadie que hubiera visto esa época.
    Sin dejar de caminar, quien lo guiaba respondió:
    —Tampoco soy tan viejo como aparento.
    —¿Entonces cómo sabes que este lugar era un vergel?
    —Aquí solía vivir mi pueblo, antes de ellos —continuó sin dejar de caminar—. Mi gente tenía un dicho: “si alguien lo recuerda, podrá volver a ser”. Aunque no lo haya visto, mientas siga recordando lo que me contaron que había aquí, algún día volverá a ser un vergel.
    —Eso no es posible… —dijo mirando a su alrededor.
    —¿Recuerdas cuántas cosas se decían que eran imposible antes de que ellos aparecieran? Todo volverá a ser, tal vez no lo veamos, pero sé que lo hará. ¿No lo crees así?
    Miró una vez más la muerte, la desolación, el vacío que no dejaba de crecer en ese erial y no supo qué respuesta dar.
    En silencio continuaron caminando bajo el rayo del sol de mediodía.

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En el número 30 de la Revista digital La Ignorancia, pueden leer el cuento: Bienvenida.

Puden pasen a leerlo cuando quieran.

Fin del Espacio Publicitario.

19 comentarios:

José A. García dijo...

"Si alguien lo recuerda, podrá volver a ser”.

Muchas cosas deberían ser así, pero, claro, otras no deberían repetirse nunca.

Saludos!

J.

eli mendez dijo...


"Si alguien lo recuerda, podrá volver a ser”.
Justamente la frase que rescatas es la que habia señalado para destacar.
En parte tiene mucho de verdad, porque los lugares y las personas vuelven a ser y a vivir cuando los traemos a nuestra memoria, cuando de alguna manera "Convivimos" con ellos, y los convertimos en una historia digna de ser contada.
Un relato en tu estilo, fascinante, aunque por supuesto nos muestra descarnados y devastadores de la tierra y la naturaleza como somos..Para quedarse pensando y tomar conciencia. Me ha gustado mucho. Saludos!!

gla. dijo...

Yo podría volver a "ser"
Si me lo propongo, puedo volver a creer en que lo increíble podría volver a "ser" sin dudas
Este vergel que era nuestro planeta...por ejemplo
Debemos creer y hacer creer a los que vienen después
Dentro de todo lo malo...una esperanza
Abrazos

Tot Barcelona dijo...

“si alguien lo recuerda, podrá volver a ser”
Una frase que vale por toda una vida.

Un abrazo
Salut

lunaroja dijo...

" Mi gente tenía un dicho: “si alguien lo recuerda, podrá volver a ser”. Aunque no lo haya visto, mientas siga recordando lo que me contaron que había aquí, algún día volverá a ser un vergel."

Qué maravilla, qué bello.
Un relato precioso,que en ese párrafo condensa la fina y sutil atmósfera esperanzada, en un texto que destila esa agónica resignación de todo lo perdido.

Muy buen relato.
Saludos.

Enca Gálvez dijo...

Excelente, tu texto realmente es para meditar..!
Un abrazo, cuídate.

José A. García dijo...

José: Sí, es una gran frase; pero no sé de dónde la saqué.

Eli Mendez: Gracias por tus palabras, más que nada por parte de que es “un relato en tu estilo”, eso significa mucho.

Gla: El vergel somos cada uno, que nos convertimos en un erial cada vez que aceptamos lo que pasa a nuestro alrededor sin la menor queja.

TotBarcelona: Gracias. Así lo espero.

Luna Roja: La esperanza tiene que ser, necesariamente, sutil. De otra forma, si es más evidente, dejamos de creer en ella.

Enca Gálvez: Gracias. Ojalá sirva de esa manera.

Gracias por sus comentarios.
Nos leemos,

J.

Luiz Gomes dijo...

Oi José obrigado pela frase maravilhosa, prometo lembrar de novo.

Dyhego dijo...

Es mucho más fácil destruir que construir, pero eso no debe frenarnos. Hay que reforestar y reforestar este maltrecho planeta.
Salu2, José.

Amapola Azzul dijo...

La destrucción debiera no repetirse nunca...

Besos.

Doctor Krapp dijo...

Grandes espacios destruidos y pequeños espacios urbanos que eran parte de nuestro pasado y ahora ahogados por el hormigón. Grandes compañías o pequeños promotores inmobiliarios que destruyen tierras, recuerdos y esperanzas.

Saludos

Beatriz dijo...

Me pareció interesante en contenido y me gusta como se hila la narrativa.
Saludos, José.

la MaLquEridA dijo...

Yo te recuerdo por eso vuelvo, para ser si es que se puede volver a ser lo que antes fui.

Un abra<o José

Guillermo Castillo dijo...

Todo recuerdo implica un recuerdo hacia atrás; cada nuevo paso, una incertidumbre, pero también nuevos amaneceres de reconstrucción.

Frodo dijo...

Excelente frase final, no podía terminar de otra manera mejor.
De todas maneras reitero lo que dije en esa primera parte: Misterioso, oscuro, paranoico.

Abrazos

Jose Casagrande dijo...

Parece ser que hay razas de langostas que van comiendose todo a su paso. El paisaje desolador, la falta de esperanza son cosas que se presentan en este relato, pero el Guia veo que trae esperanza y recuerdos. Sin embargo es tal la desolacion que aun es dificil saber si hay oportunidad de rehacer las cosas como fueron en el esplendor del pasado. Voy siguiendo tus relatos, no pierdas la inspiracion de estas duras reflexiones

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

No es un sueño. Es desmemoria y realidad. Un abrazo. Carlos

José A. García dijo...

Luiz: Muchas gracias por el comentario.

Dyhego: Siempre será más fácil destruir el esfuerzo de los demás, es más rápido, más directo, más impresionante.

Amapola Azzul: Estamos de acuerdo, pero es la huella de la humanidad en la Tierra, destruir todo lo que tocamos (o casi todo).

Dr. Krapp: En algunas zonas más que en otras pero sí, es como si quisiéramos borrar el pasado creyéndonos mejores que lo que sucedió y los que estuvieron allí.

Beatriz: Gracias Beatriz.

Malquerida: Recordar es volver, claramente, es una de las cosas que nos hace humanos (al menos es lo que dicen).

Guillermo Castillo: Recordamos hacia atrás para continuar hacia adelante, ¿así era?

Frodo: La paranoia muchas veces tiene su razón de ser, aunque nos demos cuenta demasiado tarde.

José Casagrande: La humanidad de comporta de esa manera, aunque pretenda disimularlo y lo niegue.

Carlos Augusto: El dolor siempre es real.

Gracias por sus comentarios.
Nos leemos,

J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

¿Quienes son ellos? ¿Y quienes se refieren a esos "ellos"? Es una de las intrigas que da tu relato.
Si alguien lo recuerda, puede volver a ser. Una idea interesante. Y también intrigante.
Saludos.