domingo, 25 de abril de 2021

Crónicas Charrúas # 21

Pasarán los años, me haré viejo, cambiarán mis convicciones políticas, los gustos en aderezos, los géneros musicales, el estilo de las películas, el autor favorito de ciencia ficción, entre otras muchas cosas pero, desde lo más profundo de mi ser, siempre envidiaré esa extraña habilidad que posee cierto tipo de personas que viajen en el asiento del al lado en el ómnibus, o en el tren, pero también en un barco o en una avión y, en el momento menos esperado, te sorprenden al clavarte el codo en los riñones, el hígado, la vesícula, el cuello o la nuca. Y lo hacen como como si el codo humano existiera solamente para clavarse en cualquier zona blanda de la anatomía ajena y nada más. Esas personas tendrán toda mi admiración, junto con mi eterno odio.
    Es algo remarcable también su habilidad para hacerse los desentendidos.
    Nunca logré descansar en un ómnibus en movimiento. Por eso, antes de salir de Tres Cruces cerré los ojos y deseé poder dormir aunque más no fueran unos pocos minutos para recuperarme del cansancio que sentía luego de tantas caminatas. Y lo logré hasta que ese inesperado codo se hundió contra mis costillas con tanta fuerza que temí por la integridad de las mismas. Esto me llevó a removerme violentamente en el asiento junto a mi ocasional acompañante que, por supuesto, no se percató de nada —o fingió muy bien no hacerlo.
    —Debe ser argentino —pensé sabiéndome parte del mismo problema.
    En silencio corrí la cortina de la ventana para ver cómo Montevideo reducía el tamaño de sus construcciones poco a poco, como si todos quisieran vivir colgados en una pequeña franja de tierra de la ciudad para dejar todo lo demás vacío y sin dueño. Aunque nada quedaba nunca vacío y sin dueño.
    La Ruta N° 1 une Montevideo con Colonia del Sacramento, desde donde salen los barcos hacia Buenos Aires. Podría preguntarme por qué no salen directamente desde Montevideo ya que la ciudad también tiene su puerto, pero esa era una de las miles de cuestiones sobre las que no había podido indagar durante el viaje y ahora resultaba ser un poco tarde —la habilidad con el termo era otra de esas extrañas maneras sobre la que no había logrado hacer hablar a nadie.
    Luego de la ciudad, el campo. No hay mucho para agregar, los detalles pueden varias, pero el campo es siempre más o menos el mismo. Una ruta angosta pero bien cuidada, pocas construcciones, menos tránsito y kilómetros a ser devorados durante las próximas dos, tal vez tres horas de viaje.
    Podría utilizar esas horas de incómoda y relativa paz para ordenar mis recuerdos de las vacaciones. Para saber cómo contarlas luego, qué detalles dejar fuera del relato, qué cosas incluir, con qué otras hacerme el tonto y qué criticar. Pero, aunque también tenía un libro empezado en la mochila, un reproductor de mp3 con auriculares que me permitirían sustraerme de los ronquidos de mi ocasional acompañante, un cuaderno donde tomar notas sobre mi viaje y pretender dibujar algunas cosas, no podía despegar los ojos de lo que pasaba a mi lado, junto a esa tira de asfalto sin final y cada mínima variación del camino me distraía.
    Un árbol, un tocón quemado, un mojón de concreto, un escarabajo —sin distinguir nunca si era alemán, brasilero o mexicano—, una casa perdida en medio del monte, una pared derruida y en parte cubierta de hierba, una ventana ausente, otra tapiada con esmero junto a una puerta desvencijada, una tranquera a la nada. ¿Qué historia escondía cada una de esas cosas? Pensando en todas esas historias que nunca conocería, que nunca podría escribir, el libro, el ronquido asfixiante de mi ocasional acompañante, el reproductor de mp3, la charla de los otros pasajeros, el aire con sabor metálico, carecían por completo de sentido. Mientras la tarde extendiéndose sin final todo lo demás podía seguir esperando.


Un ejemplo de lo que podemos ver al atravesar una ruta uruguaya:

18 comentarios:

José A. García dijo...

Y, al final, no terminé escribiendo sobre ninguna de esas cosas.

Saludos,

J.

CarlosMxAx dijo...

Hola
Como cuentas es bien incomodo ese momento de quien te pega con el codo en una costilla, y peor aún si estabas durmiendo y te despierta en un largo viaje.
Muy bueno tu relato
Y suele pasar, inicias escribe do y terminas en otro tema.
Saludos

mariarosa dijo...


Nunca me pasó que me clavaran un codo en el costado mientras viajaba, creo que no me callaría la boca con la mayor elegancia le cantaría una grosería. Viajar es tener paciencia, siempre he procurado dormir o fingir que lo hago y siempre me ha tocado charletas que me cuentan su vida.

Saludos.

Amapola Azzul dijo...

:)

Un abrazo.
Está bien sobre lo que has escrito.

Besos.

lunaroja dijo...

Como me gustó esta crónica.
Fue como haberme subido yo a ese ómnibus.
Odio esos codos. Con toda mi alma, y odio más cuando se hacen los "sotas" (no sé si aún se usa esa expresión allá) y miran para otro lado.
Excelente relato.
Me encantas.

Ginebra dijo...

Viajar siempre es un aprendizaje, sin codazos es más atractivo , eso sí.
Saludos

Flaneûr dijo...

Guau! Espectacular descripción. Sobre todo del codazo a las costillas. Es como vos decis, anatomicamente parece esas piezas de rompecabezas que estás seguro que está bien pero después te das cuenta que no va.
Me gustó mucho como se describe el cambio del paisaje. El paisaje cambia, no parece ser uno el que se traslada (por ahi lo estoy tirando mucho de los pelos).
Las crónicas me gustan mucho, todas tienen algo en común y algo que las diferencia.

Un abrazo!

Frodo dijo...

Hola J.
Anduve por esa ruta cuando fui a la Paloma, que es una ciudad de la costa atlántica oriental, no recuerdo cuando se desvió el bondi hacia el norte, pero se que esa vez por Montevideo no pasamos.

¿escuchaste la canción de Zambayonny sobre el viaje en micro? (creo que hay dos versiones incluso, una de ida y otra de vuelta)
Bancame que busco la original...

https://www.youtube.com/watch?v=1tfwLUSLeNg

Abrazo

Luiz Gomes dijo...

Oi José, obrigado pela crônica maravilhosa.

eli mendez dijo...

Buena cronica José..no me ha sucedido que me golpeen de ese modo pero si que molesten y bastante en el transcurso de un viaje largo, cuando uno no sabe ya como ponerse aunque tampoco duermo en los viajes..
Me mató lo de .."Debe ser argentino"...ajjajaj
Me rio pero es tristemente celebre ser reconocidos por hacernos los desentendidos ..
Resumiendo: muy buena y entretenida!!! Abrazo y feliz martes

Doctor Krapp dijo...

No todos los espacios rurales son iguales, porque muchos están penetrados por la curiosidad ante lo ajeno, el deseo ante lo hermoso o el sentimiento afectivo cuando forman parte de nuestro propio paisaje sentimental.

Saludos

Manuela Fernández dijo...

Me ha gustado mucho cómo has descrito lo que veías, a base de sentimientos. Tu texto transmite. En cuanto al codazo a mí nunca me ha pasado pero sería benévola, yo un día me caí en el bus, de golpe, sobre un viajero.
SAludos.

La utopía de Irma dijo...

Creo que hay cosas que por mucho tiempo que pase no cambiarán nunca.

Abrazote utópico.-

Dyhego dijo...

Los viajes en tren y autobús dan para muchos relatos. Es como si viéramos la vida de los demás en breves segundos.
Salu2.

Mista Vilteka dijo...

Quizás quiera con el codo entrelazar el brazo ajeno para conectar sin ser.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Tampoco me explico lo de habiendo puerto en un lugar, haya que trasladarse a uno próximo para embarcarse. Un amigo diría que son cosas de Subuso. Es que la realidad también es surreal. Un abrazo. carlos

Laura dijo...

A mi me pasa constantemente. Digo muchas cosas pero no lo que quiero decir... jajajaj paso de un tema a otro con una facilidad ...
😊
Besos.

José A. García dijo...

José: Lo mejor para escribir es comenzar a hacerlo.

Carlos MxAx: Y se hace el desentendido, como en este caso… ¿le molestaba que yo sí pudiera dormir y él no? Ya no lo sabré.

María Rosa: ¿Y dónde se consigue eso de la paciencia? ¿En una ferretería?

Amapola Azzul: Gracias.

Luna Roja: Hacerse el sota dejó de usarse a finales de la década de 1980, aunque se registra su uso ocasional en algún texto (o publicación) hasta entrados los primeros años del 2000, más que nada por gente que intentaba recordar cómo se hablaba en los 80s. Al menos eso creo, no sé si se realizó algún estudio sociológico sobre este tema.

Ginebra: Debería de haber más espacio entre los asientos, pero de esa manera entrarían menos asientos en los ómnibus y eso llevaría que los pasajes fuera más caros…

Flaneûr: ¿Cambia el paisaje porque el paisaje se mueve o somos nosotros los que nos movemos? ¿Qué diría la teoría de la relatividad?

Frodo: No fui a La Paloma todavía y el tema no lo conozco, tendré que escucharlo, pero siempre me sorprende la facilidad para relacionar todo lo escrito con alguna canción. ¿Cómo se logra eso?

Luiz Gomes: Gracias, Luiz, espero que te gusten las siguientes también.

Eli Méndez: Esté donde esté, encuéntrese en la situación que se encuentre, el argentino siempre encontrará la manera de destacarse y después pretender pasar desapercibido.

Dr. Krapp: Lo ajeno siempre resulta más atractivo que lo propio, como bien lo saben los ladrones (de objetos y de personas, aunque nunca entendí como era posible eso de robarse a una persona, en fin).

Manuela Fernández: En esas oportunidades, como sabe cualquier persona, es

Utopía de Irma: La humanidad no quiere cambiar, así que…

Dyhego: Pasamos demasiado tiempo viaje a lugares en los que no nos quedaremos y que serán, apenas, un parpadeo en nuestro recuerdo. Ese es el problema también.

Julio David: Puede ser, será que el todo y la nada son casi lo mismo.

Mista Vilteka: Mientras no haya querido sacarme la billetera, todo bien.

Carlos Augusto: Razones comerciales, salir directamente desde Montevideo es más caro y haciéndolo así le dan trabajo a la gente de Colonia. Al menos es lo que dicen.

Laura: Así somos los divagadores seriales.

Gracias por sus comentarios y visitas.
Saludos,

J.