sábado, 6 de febrero de 2021

Crónicas Charrúas # 16

Luego de cruzarme con Artigas continué caminando en la dirección de la Ciudad Vieja sin atender mucho a las calles. Había dejado el mapa sobre la cama de la habitación del hotel por lo que bien podría intentar perderme sabiendo que el encuentro ocasional con algún uruguayo me devolvería a la dirección correcta.
    La Ciudad Vieja se llama Ciudad Vieja porque se supone que es la parte más vieja de la ciudad, eso es obvio. Pero es muy poco, casi nada, lo que permanece de las primeras construcciones de la época colonial; algo similar a lo que sucedió en Buenos Aires que borró la mayor parte de su pasado para construir horrendos edificios de oficinas, esto también es obvio.
    Al caminar noté que los nombres de la mayor parte de las calles remitían a la historia del siglo XIX al igual que en Buenos Aires; aunque parecían ordenarse de otra manera, como siguiendo una versión diferente a como se contaron los hechos en la otra orilla.
    Bajé por la calle Sarandí hasta la costanera y no me detuve allí. Pero no, no me tiré a nadar porque varios carteles invitaban a no hacerlo allí, en la entrada del puerto; y porque nunca aprendí a nadar, ni creo que vaya a hacerlo alguna vez. De todas formas continué avanzando a lo largo de la escollera que comenzaba allí mismo y aunque no tenía un aspecto de ser algo muy seguro, el que hubiera más gente a lo largo de ella daba la pauta de que el visitarla era algo común.
    Me acerqué al faro que se encontraba en el extremo que más penetraba en el río, lo miré no sin cierto interés debido a su escasa altura, aunque tampoco con tanto como para sacar fotos como hacían otras personas que estaban allí —pensé también a quien podría interesarle esa foto—. Luego miré hacia el río, ese río tan sin orillas que muchos confunden con un mar.
    Si esperaba algún tipo de revelación en ese momento, no sucedió.
    Si esperaba que alguno de los improvisados pescadores, o los que lucían un poco más profesionales, cayera al agua como parte de la venganza de la población subacuática, tampoco sucedió.
    Pero lo que menos esperaba era que mi estómago se diera cuenta que llevaba mucho tiempo, demasiado según él, dando vueltas pero sin comer nada.
    —Mensaje recibido —dije comenzando a desandar el camino de regreso al hotel. Esa otra parte de Montevideo quedaba grabada en mi memoria junto con el recuerdo del punto exacto en el que sentí hambre en la ciudad.

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23 comentarios:

José A. García dijo...

Esto casi que puede considerarse un hito en la historia personal, recordar cada lugar en los que alguna vez se sintió hambre...

Saludos,

J.

Tot Barcelona dijo...

Cierto. En ocasiones no se si son los nervios de encontrarse con lo desconocido, uno siente el ansia de comer sin saber muy bien porqué.
Quizá en ese momento, el clima, o el haber ingerido poco la noche anterior, hacen que se sienta hambre después de una caminata por lo desconocido.
salut

Doctor Krapp dijo...

Pues es un hito porque el hambre se adapta a cada contexto con rapidez envidiable.

Saludos

Beatriz dijo...

Tampoco he aprendido a nadar, pero me he dado cuenta que en otras latitudes es una actividad obligatoria por ser un modo de supervivencia, especialmente en las islas. En Inglaterra es parte del currículo de primaria.
Pero bien que sabes nadar las calles de la ciudad, hasta puedes recordar donde te dio hambre.Yo sueño a menudo con comida, sueño que veo comida, a veces quiero comida, otras no. Es raro, no?
Saludos.

Guillermo Castillo dijo...

"Y como aquí, no puedo estar, iré vagando por la vida, como la errante golondrina, que nadie sabe a donde va" palabras del compositor vallenato colombiano Rafael Escalona.

Salud-os

lunaroja dijo...

Me encantan tus crónicas charrúas, es un viaje en el tiempo para mi,que hace ya tantos años que dejé Argentina con lo cual nunca más volví al Uruguay.
Saludos.

AlmaBaires dijo...

Creo ya haberlo mencionado, nunca crucé el "charco" mientras vivía en Buenos Aires... tal vez algún día cuando vaya de paseo, lo haga; ganas no me faltan... y vos con tus crónicas las aumentás.

Un beso.

eli mendez dijo...

Una crónica contada con maestría y humor especial que la convierte en diferente.
Escribes realmente muy bien!
Cuando paso por tu espacio encuentro lecturas que salen de lo común.
Conozco Uruguay solo por correos y fotos y sobre todo Colonia por un familiar cercano que viajo...tiene su encanto...muy inspirador.. De hecho tengo un libro en cuya portada puse una foto de uno de esos lugares, dignos de visitarse. Abrazo grande y buena semana, un placer leerte.

lanochedemedianoche dijo...

Escribes muy bien, me da mucho gusto leerte.
Abrazo

mariarosa dijo...


Muy buen relato, es una invitación a conocer Uruguay, en especial Colonia.
Un abrazo.

Ginebra dijo...

Yo suelo sentir hambre en casi todos los sitios a los que voy, porque después de patear durante horas, lo que me pide el cuerpo es una cerveza y unas buenas tapas de la gastronomía local. Lo uno va irremediablemente unido a lo otro en una perfecta sintonía.
Saludos

Gra dijo...

Hola Jose!!
Ante todo gracias ya aclare la muerte de Hutchence 😉.
Cuando uno siente ese enamoramiento hacia su ciudad puede pasar horas y horas caminando y recorriendola hasta que se despierta el hambre y hay que parar.
La descripcion de Montevideo es igual de bonita que la de Buenos Aires.... sabes que hace poco descubri los tuneles que hay en pleno centro a metros de la Casa Rosada "La manzana de las luces" es un Museo que esta en la calle Defensa hay construcciones subterraneas de la epoca colonial que usaban en la tiempos de guerra para escapar por esos tuneles y en el bajo ese estilo colonial sigue vivo en algunos barrios como San Telmo; San Cristobal o La Boca.
Conocer Montevideo es uno de mis sueños a cumplir... uno mas!!
Saludos Jose!!

La utopía de Irma dijo...

Me ocurre igual que a Ginebra pero tal cual. A cuidarse mucho.

Abrazote utópico.-

gla. dijo...

Yo tampoco se nadar y siempre tengo ganas de comer comidas ricas
Abrazos

Lia Noronha dijo...

Suas crônicas são bem instigantes. Gostei muito do seu espaço.
Noite d e paz com abraços diretamente do meu espaço poético.

la MaLquEridA dijo...

Esta historia compartida por entregas deja esperando lo que sigue, digo pa´ver dónde comiste je.


Un abrazo

JLO dijo...

Algún día iré, está muy cerca como para no hacerlo. Hoy fue una entrada digamos un poco mas optimista que de costumbre ja pero la gran frase acá fue: "a quien le puede importar esa foto". Da como para otra entrada-pensamiento. Saludos!

DULCINEA DEL ATLANTICO dijo...

El hambre es difícil de aguantar, sobre todo si tienes algo cerca para comer .
Entretenida esta historia que nos cuentas.
Un saludo J A
Puri

Amapola Azzul dijo...

Ése punto del hambre o cualquier otra necesidad arrecia.

La sed no se olvida tampoco.

Un abrazo.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Creo que el hambre que mayormente se siente, y se queda en el recuerdo, es que sentimos después de un paseo de playa. !hambre atroz¡ decía mi mamá. Un abrazo desde mi cubil colombiano. Carlos

Frodo dijo...

Ah, ¿estas crónicas seguían?
A veces alguna sensación queda grabada a fuego en nuestra mente, junto con las coordenadas y cierto momento.
Recuerdo exacto el gusto de la cerveza roja Patagonia en X lugar en Y tiempo. Apoya esto que no se si volví a probar la roja ¿a quién le gusta la roja si hay otros gustos?
En fin. Salú!

Abrazos

Dyhego dijo...

La caminata le abrió el apetito.
Salu2.

José A. García dijo...

José: Es cierto, pero son cosas que de seguro nunca se olvidan.

Tot Barcelona: Tal vez por eso por lo general se regresa de las vacaciones más pesado de lo que se fue –para no decir gordo.

Dr. Krapp: Envidiable, es cierto. Ojala pudiéramos adaptarnos así de rápido a todo, pero no, no es posible.

Beatriz: Habrá que irse a vivir a una isla para aprender o comprarse un barco…

Guillermo Castillo: Supongo que la golondrina sí lo sabrá, pero nadie se tomó el trabajo de preguntarle, o comprender su respuesta.

Luna Roja: Hace tanto que no viajo a ningún lado que sirven como ejercicio de escritura, recuerdo y envidia.

Alma Baires: Si se da la oportunidad hay que aprovecharla, sin dudarlo.

Eli Mendez: Tiene lo suyo Colonia, aunque últimamente ha comenzado a cambiar mucho, o tal vez lo haya hecho la gente. No lo sé.

La Noche de Medianoche: Gracias, por pasar y por el comentario.

María Rosa: Algunas invitaciones nunca se rechazan.

Ginebra: Salvo que esas esos lugares donde venden las cervezas artesanales de moda que tienen sabor a cualquier cosa menos a cerveza, pero bueno…

Gra: Lo poco que queda de la época colonial en ambas ciudades, como no puede ser monetizado, es decir, el turismo tiene un límite, nunca es tenido en cuenta, o sólo de manera tangencial. Así, cuando esos lugares caen en el olvido, es más fácil destruirlos para construir un atroz edificio nuevo.

La Utopía de Irma: A cuidarse.

Gla: Y sigo sin aprender a hacerlo.

Lia Nohonha: Gracias por la visita y el comentario.

La Malquerida: Y lo que pasó después, es como un folletín.

JLO: Nos estamos acercando a que el 100% de las fotos sacadas sean completamente irrelevantes. El estilo selfie asesinó al arte fotográfico, y lo sigue matando.

Dulcinea: El aroma que no nos deja tranquilos y lo vuelve todo más difícil…

Amapola Azzul: El hambre, la sed, el dolor, el odio, tantas cosas no se olvidan…

Carlos Augusto: Hambre de sol, tal cual. Las playas son para comer y comer.

Frodo: Sí, siguen. Al menos hasta que me vuelva a BsAs también en la ficción. Y sí, habiendo cerveza negra, ¿quién quiere una roja?

Dyhego: Exacto. Ahora habrá que calmarlo.

Julio David: Comamos algo, pues.

Gracias a tod@s por sus visitas y comentarios.

Nos leemos,

J.