domingo, 23 de agosto de 2020

Ciénagas


Primero deben comprender cuál es el error por el cual me encuentro aquí. Porque el que aquí me encuentre no es más que eso, un error. No tengo dudas. Comprenderán mejor mi situación al conocer el fundamento de mi pensamiento, me refiero, claro, a la concepción de la ciénaga. Como sé que no saben de lo que hablo, tendré que explicárselos.
La idea es que vivimos en una ciénaga de la que no podemos salir. El pretender hacerlo, el pretender salir de la ciénaga cotidiana conduce a descubrir que esa supuesta salida no era tal cosa, sino que nuestra realidad es meramente una pequeña ciénaga dentro de una ciénaga apenas un poco más grande.
Pongamos por el caso de que la primera ciénaga, la más pequeña de todas, sea nuestra individualidad. Al pretender salir de ella nos encontramos con la ciénaga de la vida familiar. La que le sigue a esa será la ciénaga de la vida cotidiana, el mal llamado trabajado dignificador. Luego vendrá la comunidad que nos rodea y que pretende darle sentido a lo anterior. Luego la ciénaga de la sociedad que rodea a esa comunidad, que la contiene y limita, a la que también podemos llamar país, región, provincia, autonomía, ciudad estado, imperio, reino hereditario, monarquía parlamenta o absoluta. Y así sucesivamente.
Las ciénagas concéntricas se extienden una después de la otra sin que nos demos cuenta, hasta que el mundo mismo no resulta ser más que una gran ciénaga imposible de identificar como tal.
Fui el primero que postuló la teoría de las ciénagas concéntricas. El primero en hablar de un mundo colorido y lleno de vida, pero no para nosotros. Quien dijo que nos encontrábamos en este mundo de manera casual, esperando sin saber muy bien qué, ni cuándo llegaría eso que ignorábamos que estábamos esperando. Mis ideas eran el reconocimiento de una desesperación casi absoluta. Pero, aún así, a pesar de ese estado de desesperación, era mucho mejor que aquello que vino después.
            Es una falsa interpretación de mis palabras lo que dicen aquellos que creen que me refería a las penas producidas por haber descubierto que el café que me preparara en una mañana de invierno inevitablemente se había enfriado mientras contemplaba alguna otra cosa por una ocasional ventana. Jamás postulé la posibilidad de que para salir de la ciénaga era necesario rellenar ese espacio, ya fuera con la nada misma, con conocimiento, con actividades diversas, ni con cursos a distancia de cocina oriental. Todo esto es falso porque quienes me conocen saben que por las mañana prefiero otras infusiones y que nunca me gustó el café.
Por otro lado, por más que se intentemos llenar el vacío, este nunca se saciará, ni siquiera después de la muerte de toda la vida —sin entrar en detalle de si me refiero a la vida que se define como inteligente o a esa otra vida también posible—. Por lo que pretender colmatarlo como si se tratara de un mero terreno desnivelado y lleno de agua estancada es simple y pura ignorancia. Pretender algo semejante solamente conduce a la frustración, temática a la que nunca dediqué siquiera un minuto de mí atención ya que la considero el estado normal del alma.
            Atendiendo a estas cuestiones les será posible comprender lo que pretendía lograr acercándome a las personas que aguardaban pacientemente la llegada del tren en aquel luminoso andén de una tarde de primavera.
            Al acercarme al primero de ellos pregunté, sin siquiera presentarme, porque no era eso lo importante:
            —¿Qué harás el día en que descubras que siempre has sido una marioneta de ti mismo?
            Pregunté luego sin mirar a nadie en particular:
            —¿Quién decidió que nos hiciéramos cargo de la creación?
            Comenzando a caminar por el andén pregunte:
            —¿Qué es lo que hace humanos a los humanos?
            Continué lanzando al aire cuestiones similares, en un volumen apenas audible para aquellos que no llevaban los oídos taponados:
—No somos más que la peor versión posible de nosotros mismos. Y lo sabes.
Intentamos mejorar, pero todo acaba, siempre, en fracaso. Como tu.
Estoy haciendo todo lo contrario a lo que se supone que aprendí durante años porque en verdad nunca supe qué hacer conmigo mismo. ¿Tu sí?
—Presente, futuro y pasado son sólo percepciones de una misma cosa, el devenir hacia la nada. Y sólo la muerte es segura.
—Vivir es construir castillos en el aire y descubrir que apenas son nubes que se deshacen ante la menor brisa. Como los anhelos de la infancia.
Y la que era mi favorita y que durante meses medité si tatuármela en alguna parte de mi sagrado cuerpo:
—Tememos tanto a la soledad que preferimos morir antes que aprender a aceptarla.
            Eso, y sólo eso, fue cuando hice. Preguntas al azar, palabras al aire, frases sin un destinatario. Como puede verse con claridad en cada uno de los videos de seguridad de la zona, a nadie empujaron mis manos a las vías cuando el tren de alta velocidad se acercaba a la estación.
Los que eligieron saltar lo hicieron por propia voluntad, es un intento por escapar ala ciénaga diaria y hacia una ciénaga superior. No tengo dudas de ello.
Ni remordimientos.

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Inicio del Espacio Publicitario:

En el número 54 de la revista digital El Narratorio, pueden leer el relato El peor de los azotes.

En el número 2 de la Revista Literaria Almicidio (México), pueden leer el relato Jaime, el mataautores.

Fin del Espacio Publicitario.

23 comentarios:

José A. García dijo...

El poder de las palabras, que le dicen.

Saludos,

J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Preguntas usadas como armas letales. Si funciona, son crímenes perfectamente impunes.
Saludos.

José A. García dijo...

¿Impunidad para quien hace las preguntas o para quien no las sabe responder?
¿Cuál es la mejor opción?

J.

Ana Manotas Cascos dijo...

Como dice José, "es el poder de la palabra", me encanta como escribes. Un abrazo.

Manuela Fernández dijo...

Ya se dice que la palabra es un arma letal que no deja huella. Como tal, es responsable quien las emite con ánimo persuasivo, el que las recibe, como toda víctima es inocente. SAludos.

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Creo que la metáfora que bien cabría para tu texto, puede ser la del mito de Sísifo. Un abrazo

Ginebra dijo...

Muy oscuro este texto, diría que más que una "ciénaga"... No hay arma letal si uno sabe defenderse de ellas, en este caso de las palabras. Si el que las emite es muy pesado, pues quizá acabe en las vías del tren por charlatán, ¿no lo has pensado?. Es eso del efecto boomerang:)
Saludos

lunaroja dijo...

Uno de tus textos más oscuros, genera esa densidad de encontrarte en una especie de pantano, tal el título que utilizas,una ciénaga.
Tremendo.
Un abrazo.

Guillermo Castillo dijo...

José, la naturaleza es siempre demasiado fuerte ante las teorías cuyo centro es la palabra.
Mi saludo te dejo.

la MaLquEridA dijo...

Con las palabras se regalan sueños, se pierden amores, se entierra veneno en el corazón.
Es un don el saber usarlas adecuadamente.


Un abrazo José

Alís dijo...


¿Es punible la intencionalidad o al menos la consciencia? No digo que las hubiera, pero de haberlas no creo que caigan en el saco de la inocencia.

Algunas preguntas invitan más bien a hacerse cargo, pero parece que no había el ánimo entre los habitantes de la ciénaga.

Interesante relato.

Un abrazo

Gra dijo...

Cuando escucho a alguien hablar "solo" en la calle; lo primero que pienso "pobre esta loco"!!
Creo que una persona que se tira a las vias del tren por escuchar estas reflexiones; sus vidas deben ser bastante tristes o tener muchos fracasos acumulados para que le den ese empujoncito animico al suicidio.
Un texto filosofico y reflexivo!!
Muy bueno Jose!!
Un beso

Amapola Azzul dijo...

Vídeos de seguridad, me recuerdan a las distancias de seguridad de ahora, no sé por qué.

Impactante relato.

Besos.

Doctor Krapp dijo...

Es fastidiado tener la verdad y no ser comprendido. Luego la cosa se pone irremediablemente más fea cuando al ser escuchado la gente adopta determinaciones que uno no ha realizado.

Saludos

Beatriz dijo...

Esta algo nihilista, no sé el lugar exacto del absurdo pero lo presiento. Lo tuyo es una ciénega, lo mío un pantano.

Salud, José.

Dyhego dijo...

José:
¡madre mía!
Si estoy en un andén y alguien me hace las preguntas que tú formulas... ¡me tiro a las vías!
:)
Salu2.

JLO dijo...

que mal que hizo la religión no? algo superior je, claro que sí...

no son ciénagas para el optimista inteligente... para todos los demás si, saludos

Recomenzar dijo...

Terreno pantanoso o que está lleno de cieno.
Es una Ciénaga

Es terrible quiero salir y no puedo
me voy hundiendo lentamente
me voy sofocando sin el aire
me voy ahogando en mi sentir

mariarosa dijo...


Tus preguntas me las imaginaba como hilos que se iban trenzando, soltando y volviéndose a unir, resultado un enredo de hilospreguntas, dignas de volvernos locos.
A pesar de la locura es muy bueno y original.

Estoy escribiendo un cuento que se llama Ciénaga, cuando leí tu titulo, me dije: ¿habremos tenido la misma idea?
Nada que ver. Igual titulo, diferente tema.

Un abrazo.

José A. García dijo...

Ana Manotas Cascos: Mientras sólo sea poder…

Manuela Fernández: Todos somos lo uno o lo otro (victima o persuasivo), dependiendo de quien esté frente a nosotros.

Carlos Augusto: ¿Por qué Sísifo? Él no podía cumplir con su labor.

Ginebra: Siempre se puede usar auriculares funcionando todo el tiempo, como en Fahrenheit… O en la actualidad.

Luna Roja: Puede ser que sea oscuro, no será el único, ni el último.

Guillermo Castillo: La naturaleza no necesita etiquetarse a sí misma, el ser humano sí.

La Malquerida: ¿Usarlas adecuadamente para quién? Esa es la cuestión.

Alís: En todo caso sería el artífice intelectual del hecho, que no el material. Habrá qu ver qué condena le cabe.

Julio David: Por supuesto, no hay consuelo, no hay libertad, esa es otra ciénaga más.

Gra!: Algunos sólo necesitan la excusa perfecta, para estar loco o para suicidarse. Lo demás siempre resulta secundario.

Amapola Azzul: Todo sea por la seguridad y continuidad de la especie. O eso dicen.

Dr. Krapp: O cuando a partir de lo que uno dice comprenden lo contrario y hacen lo opuesto y, por ejemplo, fundan una nueva religión. O dos.

Beatriz: ¿Ciénaga y pantano no son sinónimos en algún punto?

Dyhego: Muchos acabarían de ese modo, no hay dudas de ello.

JLO: La religión institucionalizada sin dudas que hizo mal. ¿Optimista inteligente? Me suena a contradicción.

Recomenzar: Exacto, así mismo. No podría decirlo mejor.

María Rosa: Aunque sólo tengan en común el título, ya quiero leerlo.

Gracias por sus visitas, lecturas y comentarios.

Nos leemos,

J.

Pitt Tristán dijo...

En todos los cambios de búsqueda, también entre estas asombrosas ciénagas josegarcianas, nada está previsto, pero preservera un elemento que es la individualidad, en la materia inerte y en la materia viva, tan cara al ser humano. ¿Cuál es su identidad? El famoso 'conatus' spinociano: lo que preservera en el individuo.
Su texto es un perfecto y complejo mecanismo, que personalmente me altera, de una propuesta deslumbrante por comprender lo común entre lo diverso hasta alcanzar su grado mínimo y necesario de simplicidad, probablemente, este totalmente equivocado.
Huelga decir que es usted un consumado escritor y que me ha recordado al propio Adolfo Bioi Casares.

Grande, grande.

Saludos.

Frodo dijo...

Como esas pesadillas en las que no sabés donde estás, pero tampoco podés encontrar una salida.
Lo que se llama vida.

Abrazo

AlmaBaires dijo...

Creía haber ya comentado esta entrada y hoy me doy cuenta que no... 🤦🏻‍♀️...discúlpame.
Tu texto me ha parecido perfecto y me gusta, sobre todo, que deja con una disyuntiva, con un punto de reflexión profunda... ¿realmente él es la causa de esa decisión de otros? ...o es más fácil tomarlo como excusa?

De verdad, muy buen texto... un beso.