sábado, 1 de agosto de 2020

Crónicas Charrúas # 09


Recorrí el pueblo dos veces en una mañana, de punta a punta. Al menos a los espacios  que podía accederse caminando, un día de semana, a comienzo del verano, buscando algo que le diera sentido a que me encontrara allí. Algo más que la playa, se entiende, o no, pero casi que da igual.
Antes del mediodía había regresado al hotel, tomado un segundo desayuno, cargado el termo con agua caliente y salido una vez más. El nuevo objetivo era la playa.
            Estar allí habría sido más sencillo de no haberme olvidado los lentes de sol, o el sombrero, o cualquier otra cosa que sirviera como protección. Sin embargo, no me amilané. Alquilé una sombrilla por unos pocos pesos uruguayos y me quedé asándome en la arena sin otra cosa que hacer más que permanecer allí, como un gran cetáceo varado esperando a que el sol hiciera su trabajo.
            Lo hubiera hecho, hubiera dejado que el sol hiciera con mi piel lo que quisiera porque era tan aburrido estar allí sin hacer nada. Sin nadie a quien mirar, sin nadie con quien compartir una sonrisa cómplice, sin nadie a quien pedirle que cuidara mis cosas mientras me refrescaba en el siempre helado mar.
            Muchos dirían que era el lugar ideal para estar, sin embargo me aburría.
            El libro que eligiera para acompañarme aquella tarde tampoco ayudaba a evitar que terminara durmiéndome en aquel lugar. Algo que no es recomendable para nadie, nunca, ni aun por error. Porque si al dormirme estaba cubierto por la sombrilla, y el sol tenía poco impacto sobre mí, al despertar la sombrilla protegía del impacto solar una fracción vacía de arena. Sentía la cabeza a punto de estallar y el cuerpo ardiendo como si me hubiera bañado en aceite antes de arrojarme al fuego sacrificial de algún ritual iniciático secreto.
            El segundo error fue meterme de inmediato en el agua pensando que aliviaría el ardor que sentía en cada poro de mi piel.
            Antes de regresar finalmente al hotel visité las tres farmacias del pueblo buscando algún ungüento para las quemaduras de mi piel.
            Esa noche me odié a mí mismo de una manera en que no lo hacía desde la adolescencia.
            Nunca antes me había costado tanto dormir.

20 comentarios:

José A. García dijo...

No se los recomiendo.
No, claro que no.

Saludos,

J.

Frodo dijo...

Recuerdo una tarde en la Costa de acá (en el Partido). Una pareja envió a su hijo a despertar a un chabón, el pibito le dijo "señor, se está poniendo muy rojo". Fui testigo. Le costó caminar al levantarse.

Abrazo

gla. dijo...

Me gusta el mar, aunque no suelo tomar sol directo, si sentarme y leer
Escuchar el sonido del mar
Mirar la lejanía del mar, me calma
Sin embargo, siempre y digo siempre, voy a las sierras de Córdoba, donde haya un rio
Quemarse así...debe ser horrible
Abrazos

Gra dijo...

Hola Jose!!
Tu cronica es la tipica rutina que hacemos los "veraneantes" salir recorrer la ciudad que generalmente son cuadras que las caminas perfectamente (conozco Santa Teresita; Santa Elena y Mar del Plata es una ciudad mas grande) y es terrible esa sensacion que te duele todo desde el roce de tu ropa y las sabanas provoca un dolor... pero de eso se aprende la proxima un buen bloqueador solar y te olvidas del sol 😉.
Que gusto poder leerte, es mi primera vez en tu blog y con tu permiso me quedo.
Saludos.

jfbmurcia dijo...

El sol es tan coqueto como traicionero. Ese abusón reluciente no es de fiar. Lo suyo es quemar sin contemplaciones. Bonito relato. Un abrazo fuerte.

Tot Barcelona dijo...

No puedo con la arena ni el salitre. Me gusta verlo, pero no más de una hora. No creo que haya pasado más de ese tempo mirándolo, y eso que vivo muy cerca de él. Ahora mismo acabo de venir de darme un paseo. La playa estaba casi desierta, cosa maravillosa, por lo del Covid19, se entiende. Los turistas han dejado de venir y el miedo se ha instalado entre los de aquí. Resultado, la playa vacía , los restaurantes cerrados y el sol trabajando gratis para nadie.

PD: He visto años con turistas asados literalmente. Algo que me resulta penoso.
salut

Amapola Azzul dijo...

La verdad que parece una pesadilla.

Besos.

lunaroja dijo...

Ah muy bueno! Recuerdo esas intoxicaciones de sol que me pegaba en las playas de San Bernardo,o Valeria del Mar. Tenía que aprovechar los pocos días que podía tomarme en la costa,y tenía que volver a Buenos Aires como un carbón de negra, para poder "dármelas" con mis amigas.
Volvía efectivamente super morena y con la piel cayéndose a cachos.

Me hiciste recordar esos días de verano tórrido.
Me encanta como escribís.
Un saludo.

Luiz Gomes dijo...

Boa tarde José. Museu de Arte Contemporânea.
https://viagenspelobrasilerio.blogspot.com/2020/04/mac-museu-de-arte-contemporanea-niteroi.html?m=1

Paula dijo...

Muy bueno tu texto, te sigo.
Besos al alma

mariarosa dijo...


Te freíste José.

A todos nos ha pasado alguna vez, y la verdad creo que no hay remedio que ayude en esos casos.

mariarosa

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

Lo peor de las idas a la playa, es no protegerse contra la acción del sol. LO digo yo, que en una ida a la Costa, a las playas de Bocagrande, en Cartagena, con esas camisetas, me puse a recorrer la playa. En la tarde, cuando vistábamos, El castillo de San felipe, el dolor me escocía espaldas, hombros, y preferí no entrar. No puede dormir. Y me dije, bañarse o deambular la playa, es mejor hacerlo en camiseta de mangas, para no terminar tostado como un camarón. Pero, con respecto a tu crónica, de no haber sido por la rostizada, la crónica no hubiera tenido sentido. UN abrazo. Carlos

Siby dijo...



Las quemaduras de sol son tremendas,
también las he vivido y no se las deseo
a nadie.

Besitos dulces
Siby

Alís dijo...


A los 16 me quedé una noche dormida en la playa, de lado, en posición fetal... Cuando desperté, a las once de la mañana, el sol ya se había ensañado conmigo. Me levanté (entre una multitud que se tostaba mirándome con extrañeza) y me fui con mi nuevo aspecto de helado de fresa y nata. ¡Nunca más!

Un abrazo

La utopía de Irma dijo...

ESas siestas traicioneras que se ponen de acuerdo con el sol y lo peor de todo es lo mal que se pasa, cuídate mucho y bien.

Abrazote utópico.-

Doctor Krapp dijo...

Las primeras experiencias playeras son las peores, aunque yo no las recuerdo por vivir al lado de una playa. Hoy cansado de ella ni asomo la cabeza.

Saludos

JLO dijo...

me gusta que en general tus historias empiezan bien y terminan mal jaja... estar solo nunca es bueno, en ningún lado.... bah, depende de cada uno...

hablás de playa y me hacés desear, sea en la situación que sea... saludos

Boris Estebitan dijo...

Lo comprendo, es horrible cuando pasa eso con la piel. Lo sé bien, jajaja, mi piel es sensible al sol, me expongo un poco y me pongo rojo, siempre le he temido al sol por eso. Una vez me descuidé un mínimo instante, donde el sol me cogió sin protección y la pasé mal varios días, etc... Por eso más soy nocturno o de tarde, desde las 5 para adelante puedo caminar en paz. Saludos desde El Blog de Boris Estebitan amigo.

BEATRIZ dijo...

El sol es una maravilla de lejecitos! y en el invierno más. Pero como dices, si te quedas quieto mucho tiempo bajo el sol, éste come.
Espero la quemaduras esten mejor.

Saludos.

José A. García dijo...

José: La verdad que no. Pero son cosas que pasan.

Frodo: Seguro que después de eso se hizo comunista. No lo dudo.

Gla: Los ríos de deshielo de Córdoba son tan fríos que algunas veces queman tanto como el sol…

Gra!: Es que si solo te dan 15 días de vacaciones después de 350 días de yugo, claramente vas a querer hacerlo todo rápido y sin pensarlo.

Jfbmurcia: Y cuando quema, quema en verdad.

Tot Barcelona: Más que la arena o el salitre, lo que más me molesta es la gente en sí. Pero creo que son cuestiones diferentes.

Amapola Azzul: La realidad, muchas veces, es una pesadilla.

Luna Roja: Veranos como los que, al parecer, ya no queda.

Luis Gomes: Gracias por tu respuesta y la información.

Paula: Gracias Paula, nos leemos.

María José: Como una papafrita pasada.

Carlos Augusto: La parte del no poder dormir es lo más difícil. Sin dudas.

Siby: Ojo, que hay personas que tal vez con algunas de estas quemaduras…

Alís: Claro, eso mismo sucede muchas veces.

La utopía de Irma: Cosas que pasan cuando uno es distraído de por sí.

Dr. Krapp: Cierto, luego de tanto sol, ya ni quiero volver a verlo.

JLO: Algunas empiezan mal y terminan peor, pero esas son anécdotas para otros momentos, claramente.

Julio David: Pero el mar, salado de por sí, no ayuda con las quemaduras. Ese fue el segundo error de ese día.

Boris: Con 5 kilos de protector solar, incluso así, de todas maneras me quemo.

Beatriz: Mucho mejor, ya. Gracias.

Gracias a tod@s por sus comentarios y lecturas.

Nos leemos.

Saludos,

J.