domingo, 29 de diciembre de 2019

Familia - Primos (1/2)


Comenté al hablar de mi tía la mayor, los hijos que tuvo con el mallorquín con quien la casara su padre, mi abuelo, es decir, mis primos hermanos, nacieron en la década de 1960, uno detrás del otro. Por eso puedo decir sin temor que me separan de ellos algo más que dos décadas. Podremos ser parte de la misma generación de la familia, los hijos de los hijos, o los nietos; pero si había algo que no teníamos era qué nos uniera. Ni siquiera usábamos el mismo apellido.
            Tampoco es que me encontrara desesperado por saber cómo era eso de tener parientes a mí alrededor cuando era niño, cosa que también mencioné antes. Pero, tal vez, conocerlos no habría sido del todo perjudicial para mi salud, o la de ellos; quizá incluso podría haber sido interesante. Existe, eso sí, una fotografía en la que me encuentro recién nacido, o con a penas unos meses de vida, en brazos del mayor de ellos tres, quien mira a la cámara con una expresión de desconcierto tal que bien podría ser un silencioso pedido de ayuda. Habían regresado al país brevemente, ahora sí, en democracia, en 1984, a despedirse de su madre que acababa de morir sin volver a verlos. Y allí estaban en el patio de la casa de nuestro abuelo, sosteniéndome sin saber muy bien quién era yo ni por qué era necesaria esa fotografía. En definitiva es sólo eso, una fotografía, nunca será un recuerdo; y es todo lo tengo, es cuanto hay en nuestra relación fraternal.
            Los tres viajaron a España a comienzos de la última dictadura. Los rumores decían que no lo habían hecho para salvar sus vidas sino para apropiarse de cualquier cosa que hubiera quedado en España de la familia y lo que, muerto de una buena vez en generalísimo, pudiera reclamársele al nuevo estado español interesado en saldar heridas con dinero y no con investigaciones judiciales sobre los hechos. Imagino que también habrán pasado por Mallorca a conocer la tierra de sus otros abuelos, no lo sé; nunca se los pregunté, ni tampoco es algo que me haya importado alguna vez.
            Si es que en verdad había algo, si consiguieron lo que fuera, por más mínimo que fuera, aún una mera palmada en la espalda por parte de algún funcionario municipal de menor rango del pueblo, bien por ellos; a mí no me cambia nada. Si lo hubo ya no lo está; y si nunca lo hubo, no hace la diferencia. Los rumores continuarán de un modo u otro, tengan o no base en lo real o hayan obtenido su fundamento en la fantasía. Sería más fácil si alguna vez hubieran explicado el por qué de su viaje inicial, cosa que nunca hicieron, no tenían el tiempo para ello y, después, cuando todo terminó, tampoco tenían razones para hacerlo.
            Pasaron la mayor parte de sus vidas en España, construyeron sus vidas allí. Si algún recuerdo conservaban de la familia este se terminó de perder el día en que su padre murió en soledad a principios de la década de 1990; aún ocupaba el mismo puesto, en el mismo campo, del mismo dueño. Dicen que murió sin siquiera lamentarse por la ausencia de sus hijos, algo que todos sabían que sucedería; aunque nadie quiso explicarme cómo es que lo sabían, qué era lo que sucediera entre ellos que había generado ese tipo de resentimiento.
            Muchos emigrados del franquismo nunca quisieron regresar a sus tierras, a sus pueblos; creían, sabían, intuían que nada quedaba en esa España posterior a 1975 de aquella otra España que habían conocido. Esa España había muerto el 1 de abril de 1939. Ahora volvían a tener un rey en lugar de un generalísimo, tenían algo así como una democracia formal, a pesar de los obvios problemas que ello representaba; pero esa no era su España, era otra cosa. Era, una vez más, de alguien más.
            Ninguno de los primos vino a presentar sus respetos ante la muerte de su padre. Arreglaron a través de un abogado del pueblo elegido al azar el retiro de las posesiones de su padre de la casa, vendieron lo que valía algo, hicieron tirar el resto y así se acabó la historia de esa rama de la familia en la Argentina. Sus retoños se agotaron de este lado del Atlántico tan rápido como comenzaran a nacer. Al menos, a partir de la imagen metafórica del árbol trasplantado, así lo parecía.
            Sé que cada una de ellos formó una familia, la explosión de las redes antisociales en los últimos años, esas que te ponen en contacto casi que obligatorio con personas que durante diez, veinte o treinta años no se interesaron por tu existencia, y claro, ni tú por la de ellos, archivó esa información innecesaria en mi memoria. Tienen sus hijos, sus trabajos, sus historias, sus vidas en el otro hemisferio. Bien por ellos, digamos.
            Quizá algún día logre una explicación, breve o extensa, real o inventada, aunque a esta altura lo mismo da, de por qué a lo largo de todo el 2002, y parte del 2003, ignoraron los correos electrónicos, y las cartas físicas, que les enviara. Lo único que les pedía era que me hicieran llegar una copia de un documento que, sin duda, ellos tenían en su poder; era cuanto necesitaba en ese momento. Un documento que decía fehacientemente que mi abuelo era el padre de mi padre y de toda su progenie; mi abuela en ese caso tenía poca importancia para el Consulado. Documento del que ellos también habían hecho uso al partir.
No estaba pidiéndoles alojamiento gratis; un trabajo bien remunerado; ayuda económica ni financiera; asilo político en medio de la crisis del 2001 de Argentina; ni siquiera reclamaba un porcentaje de la inexistente herencia de algún bisabuelo desconocido. Tan solo les pedía que me enviaran una maldita copia de un maldito papel para realizar un maldito trámite, nada más.
            Algo que, sin lugar a dudas, representaba demasiada responsabilidad. Tanto que ni siquiera pudieron responder uno sólo de los treinta y seis correos electrónicos enviados, doce a cada uno de ellos, a lo largo del año que me llevó realizar el trámite. Para no mencionar las cartas a la vieja usanza de las cuales, a decir verdad, nunca tomé nota porque creía, realmente, que con sólo una de ellas sería más que suficiente para obtener respuesta. Y es que ni siquiera espera encontrarme con alguien tan terco como para hacer caso omiso de cuanto sucediera a su alrededor.
            Finalmente pude conseguir el papel que necesitaba sí, por otros medios; sin ayuda de los tres cerditos, como comencé a llamarlos a partir de entonces. No fue con su ayuda sino con la diligencia de un empleado del registro civil municipal del pueblo de origen de la familia, alguien que no solo no era familiar, sino que tampoco me conocía y no le correspondía realizar ese trabajo pero, aún así, lo hizo por el simple hecho de responder a un simple pedido de ayuda. A esa persona, y solamente a esa persona, le estoy agradecida en este tema, a ellos, a mis queridísimos primos (y destaco lo de queridísimo para que se note el sarcasmo), ni las gracias.
            Espero que sean felices, cada uno en su casita, cuidando de sus pequeños chiqueros y las camadas de puerquitos que supieron tener. Así como espero que nunca, pero nunca, aparezca aullando a su puerta ningún lobo feroz, metafórico ni literal; ni ningún otro miembro de la familia que visite la península. No vaya a ser cosa que los pobrecillos se lleven un susto.
            Por si acaso, desde el 2003 a esta parte, cambié mi dirección de correo electrónico tres veces, una por cada uno de ellos, claramente. En cada cambio, diría que tal vez a conciencia, la cantidad de gente enterada de ello, resultaba ser cada vez menor; sin que fuera algo que me preocupara sobremanera. Diría incluso que era eso mismo lo que realmente buscaba. De esa manera, también, la cantidad de noticias innecesarias sobre gente que carece por completo de interés para el desarrollo de mí propia vida descendió drásticamente. El haber crecido lejos de la mayor parte de la parentela, sin lugar a dudas, fue de mucha ayuda en esto.

Aclaración: Esta foto no es la original que se menciona arriba,
 pero se le parece bastante si omitimos las sonrisas.

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En el Número 46 de la revista digital El Narratorio, pueden leer el relato Café para dos.  

En la Revista Digital Íkaro de Costa Rica, pueden leer el cuento Quienes Regresaron.

Fin de Espacio Publicitario.

15 comentarios:

José A. García dijo...

Tengo la certeza, también, de que ni siquiera por error leerán este texto.

Cosa que sí harán ustedes.

Gracias por sus visitas y comentarios de fin del 2019.

Nos leemos,

J.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Es una tranquilidad que alguna gente seguramente no leerá lo que uno escribe.
No siempre se puede confiar en la familia.
Saludos.

Cayetano dijo...

La familia no se elige. Y a veces te toca cada uno que... mejor se lo queden otros.
Un saludo.

Tot Barcelona dijo...

Creo que en el fondo uno escribe para que le lean porque todos soñamos con quien no dormimos.
Es una simple impresión, nada más que so.
salut

lunaroja dijo...

Creo que es una pauta común a los que emigran,y a los que emigramos, los lazos se distancian,las culturas marcan las diferencias,la vida nos va llevando por otros caminos.
Con mi familia pasa lo mismo... aún con la más directa la que dejé en Argentina.
Un saludo.
Feliz Año Nuevo José!
Por más textos!

lanochedemedianoche dijo...

FELIZ AÑO NUEVO.
ABRAZO

Pensando en Haiku, Karin Rosenkranz dijo...

Feliz año nuevo 🥂.
Historias de familias....salud!

Ulisses de Carvalho dijo...

Espero que el Universo te dé aún más razones para avanzar con tus palabras para alcanzar el mundo (no importa si una o mil leídas, siempre habrá quienes las absorban). Un abrazo.

alear dijo...

Wow, hace muchísimo que no te leía, increíble la historia, extrañamente a veces uno confía mucho más en desconocidos que en la propia familia.

Me dio muchísimo gusto que pasaras por mi blog, que ya prácticamente tenía una que otra telaraña.
Te deseo un excelente año, un abrazo enorme! espero que nos sigamos leyendo más seguido (:

Ginebra dijo...

Desde luego los tres cerditos se merecen, como poco, un buen tsunami que lleve sus casitas de ladrillos bien lejos... en fin, es una broma. No les deseo ningún mal, pero es totalmente injusto y estúpido su comportamiento. AL leer toda la crónica familiar que vas exponiendo, se me viene a la cabeza el último libro del extremeño Luís Landero (un autor imprescindible desde mi punto de vista) ""Lluvia Fina", quizá te interese.
Besos y feliz año

Manuela Fernández dijo...

Yo siempre he creído que no es familiar quien tiene tu misma sangre, ser familia es otra cosa bien distinta.
SAludos.

la MaLquEridA dijo...

Si no te contestaron nunca es porque seguramente existía algo que pudieses reclamar. Ni los 3 cerditos ni tú es probable que algún día lo sepan.


Feliz año y un abrazo fuerte con mi agradecimiento por siempre.

Recomenzar dijo...

Yo miro tus escritos
porque si los leo
confundo los días con las noches
y el viento con la lluvia .Estoy aqui y en realidad no sé si es sábado o lunes Los misterios del cerebro

Frodo dijo...

Sospecho que primo y desconocido, en algún idioma, tienen que decirse con la misma palabra.
Si en algo nos diferenciamos vos y yo, es en los primos. No porque los míos contesten mis mails o mensajes, sino porque yo los tengo más cerca.

Abrazo J.!

José A. García dijo...

Demirugo: Exacto, de esa tranquilidad dependen muchas cosas.

Cayetano: No solo no se elige, sino que tampoco se la puede devolver. Esa es la peor parte.

Tot Barcelona: Es posible, e ignoramos a quien más cerca se encuentra.

Luna Roja: El tiempo y la distancia, dice la canción…

La Noche de Medianoche: Gracias, feliz año también.

Karin Rosenkranz: Gracias

Ulises: Sin importar quien las leas, siempre habrá historias.

Alear: Gracias por volver, nos leemos.

Ginebra: Gracias por la recomendación, aunque es difícil encontrar material editado específicamente para el mercado español fuera de la península, incluso cuando el mismo fue editado por una multinacional. No tiene sentido, pero así parece funcionarles a ellos.

Manuela: Ser familia es otra cosa, no hay dudas.

La Malquerida: Es posible que sepan algo que yo no, pero lo que ellos no saben es que no me importa lo que puedan llegar a saber.

Recomenzar: Me contento con tus visitas, no hay problemas.

Frodo: No había pensado en esa posible similitud de concepto en algún otro idioma. Da para un estudio lingüístico minucioso. O no, porque no hay financiación para hacerlo, inventamos los resultados y ya.

Gracias por sus visitas.

Nos leemos en lo que queda del 2020.

J.