domingo, 3 de febrero de 2019

Por el mañana

El día en que hicimos contacto pasó rápidamente a la historia. Al igual que otras fechas de importancia, como el 25 de agosto del 2012 ó el 5 de septiembre de 1977. Desacostumbrados al pensamiento histórico, al devenir de la sociedad y debido al  crecimiento de la interrelación con la tecnología de pantalla sin contacto humano, el siglo XXI llegó lentamente a su fin. Los parámetros económicos aun mostraban la cercanía con la debacle definitiva; el sistema político seguía siendo controlado por unos pocos que fingían gobernar en nombre de otros muchos; la cultura se encontraba cuasi finiquitada y los museos se habían convertido, junto con las bibliotecas, los archivos y cualquier rémora anterior al advenimiento de los chips subcutáneos de transferencia de datos en tiempo real, en meros receptáculos de polvo o en el destino de funcionarios políticos de segunda línea (cuando no de tercera), sin formación alguna para ocupar dicho puesto.
            Quien conozca la conformación de los estados nacionales, previos a los estados continentales, sabrá que durante el siglo XX sucedía exactamente lo mismo.
            Cuando la sonda de espacio profundo Voyager-1 atravesó finalmente la heliopausa la humanidad en su conjunto se desentendió de ella. La falta de presupuesto, además de un verdadero interés en lo que pudiera encontrar, llevó a que nadie analizara en tiempo real la recepción de las señales de esta sonda, ni las de su compañera, la Voyager-2. La única persona asignada para ello llevaba varios años de atraso en la comprobación de los datos.
            En algún momento de la década de 2070 las señalas de la Voyager original comenzaron a llegar acompañadas por otra serie de señales que provenían en la misma dirección desde algún lugar de la galaxia. Eran saludos y comentarios que respondían a los contenidos de los discos de oro incluido en las sondas y, también, una invitación a llevar adelante algo que carecía de traducción exacta en cualquier lenguaje humano. Una invitación a un torneo, a una competencia, pero que también podría entenderse como un enfrentamiento, un reto, una pugna en torno a la supervivencia de la humanidad, en el caso de que esta perdiera, o de los extraterrestres que enviaban tan extrañas señales que se enfrentarían a nosotros. Las dificultades estribaban en que los lingüistas no se ponían de acuerdo en el sentido exacto del contenido de la a invitación; tampoco los sociólogos, pero como nadie se había molestado en preguntarles, sus debates bizantinos que no resultaban de interés, comenzaron y se acabaron sin generar impacto alguno en la sociedad.
            Treinta años después de que comenzaran los primeros mensajes, cuando se logró descifrarlos, comenzó la completa militarización de la sociedad. Se cerraron las pocas universidades que permanecían funcionando (en algunos casos sin que nadie comprendiera cómo lo hacían), se dejaron de lado los planes sociales de mejoramiento de las viviendas, la salud, el arte y el trabajo, y el presupuesto mundial se derivó a la producción de alimentos racionalizados según la estrategia de guerra permanente, y la construcción de armas que pudieran ser lanzadas al espacio.
            A mediados del siglo siguiente, dos generaciones completas habían nacido y sido criadas, en el contexto de una guerra inminente que se dilataba más y más junto con las discusiones de los diferentes lingüistas que aún perduraban en su intento por descifrar los mensajes. Eran los únicos científicos, junto con los matemáticos necesarios para el desarrollo de los proyectiles balísticos interplanetarios, que continuaban recibiendo subvenciones estatales para sus investigaciones.
Entonces surgieron las primeras naves en el límite de la heliósfera, lo que permitió que las comunicaciones fueran más fluidas, pero no por ello menos equívocas.
            Los extraterrestre no hablaban nuestro idioma, nosotros no hablábamos el suyo; incluso la base del lenguaje de sus computadoras era diferente al nuestro, ya que no se basaba en el lenguaje binario sino en el trinario. Ellos hacían señas, nosotros entendíamos sonidos. Y, también, viceversa.
            Continuaron acercándose a una velocidad que se acercaba a la máxima lograda por cualquier objeto construido por el hombre disculpándose por utilizar una velocidad tan baja ya que no pretendían causar alteración alguna en el campo magnético de los planetas exteriores, ni en nuestra estrella. Dimos a entender que comprendíamos sus razones, pero nadie supo jamás de qué hablaban.
            Tomaron posesión de Marte con sus naves nodrizas. Allí pudimos verlos por primera vez; eran pequeños seres verdes y de aspecto humanoide que esperábamos ver; aunque no por ello respondían al estereotipo de los alienígenas invasores. Al menos no en un primer momento. Claro que nos sorprendió que confirmaran la construcción estética que se hiciera en los documentos audiovisuales de la segunda mitad del siglo XX sobre este tipo de seres. Pero hubo poco tiempo para nuevas discusiones.
            Desde Marte continuaron viaje hasta la Luna en naves más pequeñas y veloces, similares a un avión monoplaza, en las que varios de esos seres entraban cómodamente. Aguardaron allí varios días sin hacer otra cosa más que esperar una respuesta a su desafío por parte de la humanidad.      Desafío cuyas reglas ni siquiera habían sido consideradas ya que desde un primer momento se asoció la idea de desafío a la guerra.
            Al ver que nadie respondía volvieron a lanzar su desafío a la humanidad entera. No utilizaron una única línea de comunicación sino que, ante el primitivismo de los sistemas de encriptación de datos humanos, cada persona tuvo acceso directo a lo que pretendían los extraterrestres en su dispositivo más cercano. Algo que, a decir verdad, y luego de tantos años de preparación, resultaba, como mínimo, un anticlímax.
            No buscaban una guerra, no querían una batalla, no les interesaba un combate, no pretendían un enfrentamiento entre especies diferentes. Ni ninguna otra cosa similar para evitar continuar acumulando sinónimos.
            Querían algo un poco, digamos, diferente. Algo que se podría haber comprendido con mayor facilidad de haberse recordado el contenido de los discos dorados de las Voyager.
Los visitantes no medían la inteligencia de los pueblos con los que entraban en contacto por su capacidad beligerante, sino por sus creaciones artísticas, intelectuales e intelectualmente artísticas, cuando no artísticamente intelectuales. La capacidad de destrucción de una especie determinada los tenía sin cuidado, ya que fácilmente podían superarla; era la capacidad creadora la que entendían que determinaba el valor real de una especie. Y, por lo tanto, su capacidad de supervivencia.
            Le permitían continuar adelante a aquella especie que demostrara poseer aun la más mínima capacidad artística, más allá de sus capacidades científicas para la construcción de una sonda de espacio profundo utilizando su propia inteligencia. Por otro lado, aquellas especies que lograban escapar del encierro de su propio planeta dedicándose meramente a la búsqueda del conocimiento por el conocimiento mismo, la extracción sin más de recursos, o el simple impulso de la guerra, eran borradas, de manera inmediata, de cualquier plano de la existencia.
            Contaban con las herramientas necesarias para cumplir con su palabra; cierto que no las mostraban, tampoco resultaba necesario. Se las intuía en la forma en la que se manejaban tan libremente frente a la intranquilidad del humano seleccionado aleatoriamente como único representante de la humanidad para llevar adelante el desafío, en la Luna, y transmitido tanto a la Tierra como al mundo de origen de los recién llegados. Aquel soldado humano, entrenado desde su nacimiento para la guerra, la muerte y la destrucción, temblaba cada vez que apoyaba, sin destreza alguna para manipular algo tan diferente a un arma, el pincel sobre el lienzo, que temblaba sobre su caballete con peligro de caerse en la falsa gravedad artificial, que los extraterrestres habían elegido como campo de batalla.


19 comentarios:

José A. García dijo...

Prepararnos tanto para algo nos hace perder de vista la posibilidad de lo inesperado.

Saludos,

J.

Cayetano dijo...

Al principio pensé que eran los vecinos de Ganimedes que venían a la Tierra a algún concierto de rock, dado el éxito obtenido allí por cuatro compatriotas nuestros músicos. Luego vi que no, que venían a darnos una lección de cultura por lo borricos que nos habíamos vuelto en las últimas décadas, despreciando las humanidades y las enseñanzas artísticas y musicales en los últimos planes de estudio.
Un saludo.

lunaroja dijo...

Ahh me ha encantado! Una verdadera lección para los terrícolas que nos creemos el centro del universo!
Un beso!

Ulisses de Carvalho dijo...

Para os seres que se pensam antropocêntricos! Escreves bem, não apenas corretamente, mas com ideias interessantes. Um abraço.

Amapola Azzul dijo...

¡Qué bonito escribes¡

¡¡Besos¡¡

Beatriz Lopes dijo...

Tienes total razón, perdemos muchas veces e tiempo con la tecnologia y no olvidamos que cosas importantes afuera.
Hoy en dia le preguntas a la gente sobre algunos hechos y nadie sabe nada pero si preguntas algo sobre la tecnologia todos corren a responderte.

-Saludos, Bea.

Sempiterna (Moda y mas)
Geeky Freaky (Juegos, tutoriales, series,etc)

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

Sí ya no me gusta la que es la política...
un cuento de política de ciencia ficción me mata!

unjubilado dijo...

¡Qué barbaridad, que viejo soy! Ya hemos sobrepasado la década del 2070 y yo sin enterarme, debe de ser que me va bien el régimen de vida que llevo.
Saludos

Doctor Krapp dijo...

Una distopía muy sugerente a lo Asimov evocando aquel grito "Viva el arte". No quisiera estar en el pellejo de ese soldado.
Saludos

Recomenzar dijo...

Muchos viven toda su vida sin saber que cuentan con la capacidad de pensar(se).

Y aún así, sobreviven.

Saludos,

J.

Trini Altea dijo...

Me ha gustado leerte. Besos desde Almería España

Mujer Virtual dijo...

"No les interesaba la capacidad de destrucción de una especie determinada, porque fácilmente podían superarla, sino su capacidad creadora, la cual entendían determinaba el valor real de una especie. Así como su capacidad de supervivencia."

La capacidad de crear y olvidar la guerra.

Un abrazo, José

mariarosa dijo...

Muy bueno José. Los invasores nos dieron una lección de vida. Al principio creí que venian por nuestras abandonadas bibliotecas, pero era otro bello arte el que les interesaba.

Mariarosa.

amala dijo...

hola die..

die.......

amala dijo...

hola die, quiero hablarte

lanochedemedianoche dijo...

Tus historias llaman a la reflexión, no se que sucederá realmente dentro de tantos años, pero pienso que los humanos llegaran más sabios a la tierra, serán hombres y mujeres sin necesidad de aprender, todo estará en su memoria, me a encantado leerte, soy muy imaginativa y siempre ando por esos lugares, gracias.
Abrazo

Frodo dijo...

Genial!
Esos extraterrestres me gustan mucho.
Justo estoy terminando "Contacto" de Carl Sagan, por favor no me cuente el final, me quedan tan sólo 30 páginas.

Abrazo grande, gran relato!

Pensando en Haiku, Karin Rosenkranz dijo...

Muy bueno, me gustó tu relato.
Saludos ⭐

José A. García dijo...

Gracias por sus comentarios, son el motivo para continuar escribiendo y actualizando Proyecto Azúcar semana en semana.

Nos leemos,

J.