El día en que hicimos contacto pasó rápidamente a la historia. Al igual que otras fechas de importancia, como el 25 de agosto del 2012 ó el 5 de septiembre de 1977. Desacostumbrados al pensamiento histórico, al devenir de la sociedad y debido al crecimiento de la interrelación con la tecnología de pantalla sin contacto humano, el siglo XXI llegó lentamente a su fin. Los parámetros económicos aun mostraban la cercanía con la debacle definitiva; el sistema político seguía siendo controlado por unos pocos que fingían gobernar en nombre de otros muchos; la cultura se encontraba cuasi finiquitada y los museos se habían convertido, junto con las bibliotecas, los archivos y cualquier rémora anterior al advenimiento de los chips subcutáneos de transferencia de datos en tiempo real, en meros receptáculos de polvo o en el destino de funcionarios políticos de segunda línea (cuando no de tercera), sin formación alguna.
Quien conozca la conformación de los estados nacionales, previos a los estados continentales, sabrá que durante el siglo XX sucedía exactamente lo mismo.
Cuando la sonda de espacio profundo Voyager 1 atravesó finalmente la heliopausa la humanidad en su conjunto se desentendió de ella. La falta de presupuesto, además de un verdadero interés en lo que pudiera encontrarse, llevó a que nadie analizara en tiempo real la recepción de las señales de esta sonda, ni las de su compañera, la Voyager 2; la única persona encargada de esta tarea llevaba varios años de atraso en dicha labor.
En
algún momento de la década de 2070 las señalas de la Voyager comenzaron a llegar
acompañadas por otra serie de señales que provenían en la misma dirección desde
algún lugar de la galaxia. Eran saludos y comentarios que respondían a los
contenidos de los discos de oro incluido en las sondas y, también, una
invitación a llevar adelante algo que carecía de traducción exacta en cualquier
lenguaje humano. Una invitación a un torneo, a una competencia, pero que
también podría entenderse como un enfrentamiento, un reto, una pugna en torno a
la supervivencia de la humanidad, en el caso de que esta perdiera, o de los
extraterrestres que se enfrentarían a nosotros. Pero los lingüistas no se
ponían de acuerdo en el sentido exacto de la invitación; tampoco los sociólogos,
pero como nadie se había molestado en preguntarles, sus debates bizantinos
pasaron sin impacto alguno en la sociedad.
Treinta
años después de que comenzaran a llegar los primeros mensajes, cuando se
descifraron los mismos, comenzó la completa militarización de la sociedad. Se
cerraron las pocas universidades que permanecían funcionando (en algunos casos
sin que nadie comprendiera cómo lo hacían), se dejaron de lado los planes
sociales de mejoramiento de las viviendas, la salud, el arte y el trabajo, y el
presupuesto mundial se derivó a la producción de alimentos racionalizados según
la estrategia de guerra permanente, y la construcción de armas que pudieran ser
lanzadas al espacio.
A
mediados del siglo siguiente, dos generaciones completas habían nacido y sido
criadas, en el contexto de una guerra inminente que se dilataba más y más junto
con las discusiones de los diferentes lingüistas que aún perduraban en su
intento por descifrar los mensajes. Eran ellos los únicos científicos, junto
con los matemáticos necesarios para el desarrollo de los proyectiles balísticos
interplanetarios, que continuaban recibiendo subvenciones estatales para sus
investigaciones. Fue cuando las primeras naves surgieron en el límite de la
heliósfera, lo que permitió que las comunicaciones fueran más fluidas, pero no
por eso menos equívocas.
Ellos
no hablaban nuestro idioma, nosotros no hablábamos el suyo; incluso la base del
lenguaje de sus computadoras era diferente al nuestro, ya que no se basaba en
el lenguaje binario sino en el trinario. Ellos hacían señas, nosotros
entendíamos sonidos. Y, también, viceversa.
Continuaron
acercándose a una velocidad que se acercaba a la máxima lograda por cualquier
objeto construido por el hombre asegurando que se desplazaban a una velocidad
tan baja para no causar alteraciones en el campo magnético de los planetas y de
nuestra estrella. Dimos a entender que comprendíamos sus razones, pero nadie supo
jamás de qué hablaban.
Tomaron
posesión de Marte con sus naves nodrizas. Allí pudimos verlos por primera vez;
eran pequeños seres verdes y de aspecto humanoide, pero no por eso respondían
al estereotipo de los alienígenas invasores. Al menos no en un primer momento. Nos
sorprendió que confirmaran la construcción estética que se hiciera en los
documentos audiovisuales de la segunda mitad del siglo XX sobre este tipo de
seres. Pero hubo poco tiempo para nuevas discusiones.
Desde
Marte continuaron viaje hasta la Luna en naves más pequeñas y veloces,
similares a un avión monoplaza, en las que varios de esos seres entraban
cómodamente. Aguardaron allí varios días sin hacer otra cosa más que esperar
una respuesta a su desafío por parte de la humanidad. Desafío cuyas reglas ni siquiera habían sido consideradas ya que
desde un primer momento se asoció la idea de desafío a la guerra.
Al
ver que nadie respondía volvieron a lanzar su desafío a la humanidad entera. No
utilizaron una única línea de comunicación, sino que ante el primitivismo de
los sistemas de encriptación de datos humanos; cada persona tuvo acceso directo
a lo que pretendían los extraterrestres en su dispositivo más cercano. Algo
que, a decir verdad, y luego de tantos años de preparación, resultaba, como
mínimo, un anticlímax.
No
buscaban una guerra, no querían una batalla, no les interesaba un combate, no
pretendían un enfrentamiento entre las especies. Ni ninguna otra cosa similar
para evitar continuar acumulando sinónimos.
Lo
que querían era algo un poco diferente. Algo que se podría haber comprendido
con mayor facilidad de haberse recordado el contenido de los discos dorados de
las Voyager.
Los visitantes no medían la
inteligencia de los pueblos con los que entraban en contacto por su capacidad
beligerante, sino por sus creaciones artísticas, intelectuales e
intelectualmente artísticas, cuando no artísticamente intelectuales. No les
interesaba la capacidad de destrucción de una especie determinada, porque
fácilmente podían superarla, sino su capacidad creadora, la cual entendían determinaba
el valor real de una especie. Así como su capacidad de supervivencia.
Le
permitían continuar adelante a aquella especie que demostrara poseer aun la más
mínima capacidad artística, más allá de sus capacidades científicas para la
construcción de una sonda de espacio profundo, la capacidad de crear utilizando
su inteligencia. En cambio, para aquellas especies que lograban escapar del
encierro de su propio planeta dedicándose meramente a la búsqueda del
conocimiento por el conocimiento mismo, la extracción sin más de recursos, o el
simple impulso de la guerra, eran borradas, de manera inmediata, de cualquier
plano de la existencia. ¿Quién los había dejado a cargo de la creación?
Contaban
con las herramientas necesarias para cumplir con su palabra; cierto que no las
mostraban, pero tampoco resultaba necesario. Se las intuía en la forma en la
que se manejaban tan libremente frente a la intranquilidad del humano
seleccionado aleatoriamente como único representante de la humanidad para
llevar adelante el desafío, en la Luna, y transmitido tanto a la Tierra como al
mundo de origen de los recién llegados. Aquel soldado humano, entrenado desde
su nacimiento para la guerra, la muerte y la destrucción, temblaba cada vez que
apoyaba, sin la menor destreza alguna para manipular algo tan diferente a un
arma, el pincel sobre el lienzo que los extraterrestres habían elegido como
campo de batalla.

20 comentarios:
Prepararnos tanto para algo nos hace perder de vista la posibilidad de lo inesperado.
Saludos,
J.
Al principio pensé que eran los vecinos de Ganimedes que venían a la Tierra a algún concierto de rock, dado el éxito obtenido allí por cuatro compatriotas nuestros músicos. Luego vi que no, que venían a darnos una lección de cultura por lo borricos que nos habíamos vuelto en las últimas décadas, despreciando las humanidades y las enseñanzas artísticas y musicales en los últimos planes de estudio.
Un saludo.
Ahh me ha encantado! Una verdadera lección para los terrícolas que nos creemos el centro del universo!
Un beso!
Para os seres que se pensam antropocêntricos! Escreves bem, não apenas corretamente, mas com ideias interessantes. Um abraço.
¡Qué bonito escribes¡
¡¡Besos¡¡
Tienes total razón, perdemos muchas veces e tiempo con la tecnologia y no olvidamos que cosas importantes afuera.
Hoy en dia le preguntas a la gente sobre algunos hechos y nadie sabe nada pero si preguntas algo sobre la tecnologia todos corren a responderte.
-Saludos, Bea.
Sempiterna (Moda y mas)
Geeky Freaky (Juegos, tutoriales, series,etc)
Sí ya no me gusta la que es la política...
un cuento de política de ciencia ficción me mata!
¡Qué barbaridad, que viejo soy! Ya hemos sobrepasado la década del 2070 y yo sin enterarme, debe de ser que me va bien el régimen de vida que llevo.
Saludos
Una distopía muy sugerente a lo Asimov evocando aquel grito "Viva el arte". No quisiera estar en el pellejo de ese soldado.
Saludos
Muchos viven toda su vida sin saber que cuentan con la capacidad de pensar(se).
Y aún así, sobreviven.
Saludos,
J.
Me ha gustado leerte. Besos desde Almería España
Los humanos siempre pensando mal y preparándose para lo peor... Y estos extraterrestres se vienen a burlar de nuestra condición. ¡Hay que matarlos! Jaja
Te dejo un abrazo.
"No les interesaba la capacidad de destrucción de una especie determinada, porque fácilmente podían superarla, sino su capacidad creadora, la cual entendían determinaba el valor real de una especie. Así como su capacidad de supervivencia."
La capacidad de crear y olvidar la guerra.
Un abrazo, José
Muy bueno José. Los invasores nos dieron una lección de vida. Al principio creí que venian por nuestras abandonadas bibliotecas, pero era otro bello arte el que les interesaba.
Mariarosa.
hola die..
die.......
hola die, quiero hablarte
Tus historias llaman a la reflexión, no se que sucederá realmente dentro de tantos años, pero pienso que los humanos llegaran más sabios a la tierra, serán hombres y mujeres sin necesidad de aprender, todo estará en su memoria, me a encantado leerte, soy muy imaginativa y siempre ando por esos lugares, gracias.
Abrazo
Genial!
Esos extraterrestres me gustan mucho.
Justo estoy terminando "Contacto" de Carl Sagan, por favor no me cuente el final, me quedan tan sólo 30 páginas.
Abrazo grande, gran relato!
Muy bueno, me gustó tu relato.
Saludos ⭐
Gracias por sus comentarios, son el motivo para continuar escribiendo y actualizando Proyecto Azúcar semana en semana.
Nos leemos,
J.
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