—Del algarrobo pueden obtenerse muchas cosas
—explicó el anciano hablando en voz alta aunque estaba sólo en medio del
campo—, de seguro ya lo sabes —agregó acariciando la corteza del árbol.
Sentía
el agotamiento en cada fibra de su cuerpo luego de la extenuante caminata hasta
el secreto paraje en el que el se escondía el algarrobo, el último que
continuaba dando frutos, según tenía entendido,. Ignoraba si era verdad que en
todo el mundo no quedaban otros árboles como el suyo, tampoco le interesaba. Lo
importante era que él, y solamente él, sabía dónde encontrarlo.
—Me
lo has enseñado todo, cuando aún había otros como tú, ¿recuerdas? — dijo
masticando una algarroba ya que a pesar del extraño sabor estaba acostumbrado a
que aquello formara parte de la rutina, del ritual improvisado por el cual
pedía permiso al árbol para lo que haría a continuación.
Dejó
el bastón con el que se ayudaba a caminar a un lado y acomodó los recipientes
que llevaba colgados en la espalda sobre las rocas que sabía que encontraría
porque allí habían quedado desde las veces anteriores en que hicieran lo mismo.
Luego de pedirle disculpas en silencio, enterró una larga cuña de hierro en el
mismo hueco en que siempre lo hacía, en la parte baja del tronco. Se detuvo,
como ya sabía que debía hacerlo, antes de llegar al centro, al corazón del algarrobo,
y la retiró suavemente, conduciendo la sangre de aquel árbol, la resina negra y
espesa, hacia el recipiente.
—Sé
que es doloroso —continuó hablando en voz alta—, pero también necesario. Si
otros vinieran no serían tan suaves, ni se contentarían tan sólo con un poco.
Al contrario, y lo sabes, acabarían con lo poco que queda…
Tosió,
sin poder evitarlo, durante varios largos minutos sosteniéndose del tronco del
algarrobo mientras la resina continuaba fluyendo llenado uno de los
recipientes. Se recostó contra el árbol luego de escupir hacia un costado una
mezcla de mucosidad, sangre y medicamentos rancios y oscura como la misma resina.
—Je,
je, je —rió viendo aquello—. ¿Te das cuenta viejo amigo? Después de tanto
tiempo, mi sangre se ha vuelto tan negra como la tuya…
Cambió
el recipiente casi lleno por uno vacío mientras la resina fluía con menos
intensidad. Comprobó la consistencia de la misma y notó que todo continuaba
igual que en las veces anteriores; al comienzo siempre salía con fuerza y en
cantidad, para ir perdiendo ese ímpetu poco a poco. El primer recipiente se
llenaba rápidamente, el segundo demoraba un par de horas.
—Nada
ha cambiado, sólo estamos un poco más viejos, eso es todo…
Se
acomodó lo mejor que podía lograr contra el tronco, bajo la sombra del frondoso
algarrobo, sin alejarse del recipiente para atender a lo que pudiera suceder. El
cansancio de la caminata comenzaba a dejarse notar, eso sin pensar en que
debería regresar cargando el peso extra.
—Solo…
solo… descansaré los ojos —dijo bostezando.
A medida que el viejo respiraba cada
vez más lentamente, con pausas cada vez más extensas entre una inspiración y la
siguiente, la resina comenzó a fluir cada vez con menor intensidad, como si
finalmente se estuviera acabando sin más.
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Inicio espacio publicitario:
En el Número 35 de El Narratorio,
pueden encontrar el cuento: Antes que llegue la primavera. Publicado hace
unos meses en este mismo espacio.
Fin del espacio publicitario.
16 comentarios:
Necesariamente, todo tiene un final...
Nos leemos,
J.
Creo que te he dicho varias veces lo mucho que me gusta tu narrativa, lo cercanos que son tus textos y los contenidos siempre tan reflexivos.
Es un placer leerte, porque si bien tus cuentos siempre dejan un mensaje, nunca caen en el aburrimiento ni en la moralina.
me encantan!
Un saludo!
así mismo es,
a todos nos llega la hora...
Besos
Luna Roja: Muchas gracias por tus comentarios, nunca tendré palabras suficientes para quedar a la altura de ellos.
Magne: A todo y a todos, cierto. Pero algunos tienen más suerte que otros.
Saludos,
J.
Una historia muy agradable de leer y muy bien narrada
Al final lentamente todo se acaba
Saludos Jose
Puri
Profesor, usted lo ha dicho, caminos lentamente para retrasar el final del recorrido, así lleguemos a viejos, pero a viejos sabios.
Ese es el recorrido que me muestra usted, junto al algarrobo.
Saludo colombiano a usted y a todos sus lectores.
Estás cambiando
tu forma de comentar
de escribir me gusta
Me ha dado felicidad tu comment...
Segui asi escritor
buen comienzo de año muchacho...
Muy linda historia, se fueron juntos. Hace muchos años, leí que los indios Tobas creían que dentro de los algarrobos se escondían las almas de sus difuntos.
Siempre es bueno leerte José.
mariarosa
La resina del algarrobo está especialmente indicada para combatir el asma, la blenorragia, la cistitis, la laringitis, la indigestión y es un magnífico agente expectorante...
Pero a todos, desgraciadamente nos llega la hora.
Saludos.
¿Esos troncos te sobran? Porque no hay como el asado con leña de algarrobo
Sí, seguimos así de cavernícolas, pero difícil decirle que no cuando la mesa está servida
Abrazo!
Te he leído de principio a fin y decirte que lo he disfrutado, te felicito por tu texto y narrativa. Un abrazo
Todo tiene su fin.
De niño compraba algarrobas en el puesto de la pipera.
¿Tendré la sangre oscura por ello?
Saludos.
Es cierto que todo tiene su fin.
Un placer leerte, amigo mío.
Un beso.
El viejo y el árbol se entendían a la perfección. Ambos eran sabios porque tenían un largo recorrido de años y años... el viejo morirá y el algarrobo seguirá, a no ser que sea talado y acabe como leña de barbacoa, como ha dicho alguien. Espero que eso no suceda, sería un crimen.
Besos
Excelente narrativa que nos hace pensar en lo bello que es la vida, y saberla vivir lo más dificil.
Abrazo
Gracias por sus comentarios e interpretaciones sobre el relato.
Logran que lo que escribo, aunque fragmentario e incomprensible adquiera cierto sentido.
Muchas gracias.
Nos leemos,
J.
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