domingo, 19 de noviembre de 2017

Sueños Breves # 10


Caminaba por la calle, o por algo que parecía ser una calle común y corriente, cuando encontré, sobresaliendo del asfalto apenas unos centímetros pero visible desde cualquier dirección, una espada. Clavada en medio del paso, interrumpiendo la libre circulación allí donde se quisiera ir. Parecía una ciudad italiana, por la forma de las calles y los edificios. Aunque nunca estuve en Italia, era sólo mi prejuicio el que me hacía pensarlo.
            El resto de las personas parecían moverse con sumo respeto ante semejante objeto, como si temieran romperlo o si pudiera suceder alguna otra cosa. Como si no estuviera sucediendo ya.
            Sin poder resistirme a hacer algo me acerqué hasta la empuñadura de la espada que era, en definitiva, lo único que sobresalía por sobre el asfalto y, ante la mirada atónita de algunas personas, y los bocinazos de los automóviles a los que me les atravesé, la levanté.
            El mundo pareció quedarse en silencio mientras levantaba la hoja mellada, oxidada y arruinada de la espada. A pesar de mi total desconocimiento sobre metales recorrí el metal con la mirada reconociendo que ya no servía para nada. Con el mismo movimiento con el que la levanté, la arrojé hacia un costado.
            —¿Cuándo va a aprender a no dejar estas porquerías en cualquier lugar? —pregunté en voz alta.
            La calle, bajo mis pies, comenzó a abrirse en dos.

11 comentarios:

José A. García dijo...

¿A quién se le ocurre algo semejante?
Estos romanos están locos...

Saludos,

J.

jfbmurcia dijo...

Nunca sabemos lo que se esconde tras un hallazgo, siempre hay una algo desconocido e inquietante que nos acecha. De hecho, en ocasiones, aquello que encontramos nos camba la vida o nos deja sin ella. Saludos.

Elena Beatriz Viterbo dijo...

Me gusta mucho ese final. Le da toda la fuerza al relato. Por un momento he recordado la espada clavada en la piedra del cuento de Merlín el encantador y me he temido lo peor: que una masa de gente enloquecida te erigiera rey, para que nos sacaras del lodo y de la inmundicia. Menudo marrón jajaja

Amapola Azzul dijo...

Qué buen relato.
Besos.

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

cuál rey Arturo
un beso

Mi nombre es Mucha dijo...

llueve afuera la noche se vino de golpe.Te escribo mientras voy viendo lo que vas describiendo.... me gusta

TORO SALVAJE dijo...

Muy ingenioso y también muy bien escrito.

Aplauso.

Frodo dijo...

Ahora que quedaron afuera del Mundial los tanos no saben qué hacer para llamar la atención

Abrazo

Joaquín Galán dijo...

¿Y no sería la famosa espada de Damocles,esa que cuelga sobre nuestras cabezas? Buena la liaste,por enreda...
Buen relato,relajante.

Saludos

mariarosa dijo...


¡¡Exálibur!!
Era la espada del Rey Arturo y la tiraste como si fuera un desecho.... no vas a cambiar nunca José.

serafin p g dijo...

Muy buena esta serie de los sueños breves José!

Es bueno darse cuenta que ciertos legados del pasado son meros obstáculos y es preciso retirarlos del paso para poder seguir, en especial las baratijas o las armas, más aún si se trata de un elemento que reúne ambas propiedades.

saludos!
Sera