sábado, 18 de mayo de 2013

El niño de la luna

En la luna vive un niño, sin madre ni padre, sin hogar. Ignoro cómo logra sobrevivir en esas alturas inconmensurables, en medio de tanto frío y dolor. Así como ignoro por qué soy la única persona que lo ve. Me llaman loco. Me dicen desquiciado. Me creen artista. Me suponen fabulador. Me señalan como soñador. Pero, sin dudas, el peor de epítetos que han usado conmigo, fue decirme mentiroso.
            Pero no miento. El niño de la luna existe. El que sólo pueda verse cuando la luna se acerca a su fase de plenilunio, así como algunos días antes y algunos días después, no lo vuelve menos real.
            Imposible ver algo en la luna nueva que no muestra su rostro en el cielo; eso lo sabe hasta el más crédulo de los tontos.
            Lo veo jugar entre las rocas grises y azules que simulan ser agua y edificios bajos, mal construidos, como castillos de arena que se desmoronan con el menor viento. No se fija en esos detalles, el niño de la luna parece siempre ser feliz retozando solo en su inmenso dominio, ignorando, quizás, el hecho de que yo, y tal vez otros como yo, podamos verlo. Tal vez, no le importe.
            Ansío que llegue la noche, cada día lo vivo como un infinito prólogo a ese nuevo capítulo que me deslumbra. El niño de la luna crece poco a poco mientras yo envejezco sin darme cuenta, sin poder detenerlo.
            Ha de ser terrible su soledad en esas infranqueables alturas; yo sólo debo mover un poco mi cuello y mirar hacia los lados para encontrarme con otros hombres grises. Él no puede hacer nada como esto, expuesto en su desnudez y su inocencia de hombre que alcanza su primera juventud.
            Jamás se construyó un techo bajo el cual ocultarse, jamás cubrió su cuerpo, al que nunca vi que ejercitara y, sin embargo, lo mantiene en perfecta forma.
            Jamás lo vi alimentarse, aunque no sé qué hará durante el día, cuando nadie lo ve.
            Lo más terrible, lo que más me molesta en estos días, que quizá sean los últimos de mi peregrinar, es nunca haber visto si, en el otro lado de la luna, existen otros como él; así como nunca supe si más allá de las murallas del jardín de la clínica, existen otros como yo.
            Aunque dudo que, más allá de los muros, exista, realmente, algo.

7 comentarios:

José A. García dijo...

El niño de la Luna, algún día, se transformará en el Hombre de la Luna.

Esperemos a ver qué ocurre entonces...

Saludos

J.

Xindansvinto dijo...

Los selenitas que nos sueñan tienen pesadillas...

Salud.

Geraldine, dijo...

quedate siempre de éste lado del muro, estarás protegido....los del otro lado ven cosas mas peligrosas.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Si existe, tal vez no esté solo. Tal vez el narrador no ve a quienes lo acompañan.
Y algo puede verse sin existir. Las constelaciones no existen, aunque pueden servir como guía.

Unknown dijo...

¡Muy bueno! Me dio una sensación muy linda al leerlo, como quien, aunque encerrado, puede ver un poquito de luz y ansía la libertad más que nadie.

No es una interpretación lineal, pero es lo que se me vino a la mente mientras leía.

Abrazo lunar!

thor dijo...

Me recordó al Principito y a la canción hijo de la luna de la banda española Mecano

José A. García dijo...

Gracias a tod@s por sus comentarios. La verdad, empezaba a dudar de que alguien siguiera leyendo por aquí...

Saludos

J.