viernes, 10 de mayo de 2013

Barro


El automóvil se encajó en el barro, no avanzaba, ni para atrás ni para adelante. Forzó, varias veces, el motor buscando la fuerza mecánica necesaria para salir de allí, logrando únicamente que las ruedas se hundieran más y más.
Se inclinaba peligrosamente hacia un costado cuando dejó de intentarlo.
Detuvo el motor y miró cuanto le rodeaba que, en verdad, no era mucho. Casi nada. Un descampado sin final, árido, seco, olvidado a la buena del sol con un único lugar inundado, colmatado de barro y agua estancada.
En ese único punto húmedo cayó como un tonto. Y ahora nada podía hacer. El sol huía del cielo anunciando la obviedad de la noche cercana.
Encendió la radio para descubrir que en medio de tan horrendo páramo, sólo captaba estática. Maldijo entre dientes, apenas, como algo a lo que no estaba acostumbrado.
Sin estímulo alguno en el cual concentrarse, se durmió, dormitó, creyó despertar y volver a dormirse varias veces sintiendo movimientos bruscos en el vehículo, aunque sabía que eso era imposible. En torno a esa frontera casi nula que existe entre el sueño y la vigilia, pasó gran parte de la extensa tarde-noche.
Despertó, lo que puede decirse verdaderamente despertar, cuando la humedad en sus pies se dejó sentir a través del cuero de su calzado.
Aún era de noche. Claridad alguna se filtraba por las ventanillas, por lo que le era imposible saber qué era esa cosa húmeda y fétida que le rozaba los tobillos.
El sentimiento de incomodidad le invadía más y más. Sólo atinó a abrir un poco la ventanilla para que el aire fresco le aclarara las ideas y, tal vez, entrara un poco de luz en la cabina. Pero, cuando el vidrio comenzó a bajar, no fue aire, ni luz alguna, lo que penetró en el interior del vehículo; sino algo un poco más húmedo, viscoso y frío.
Algo como un barro que parecía querer ocupar hasta el último resquicio posible del interior del vehículo sin importarle, en lo absoluto, los gritos desesperados de quien se atravesara en su paso.

5 comentarios:

Esilleviana dijo...

Qué angustia. Esta noche está interviniendo a mi tío por segunda vez en menos de una semana. Y mientras te leía pensaba en él, en como su cuerpo se ha ido llenando de líquidos, dejando de funcionar o realizar su función el drenaje que le fijaron y cosieron en el estómago. Algo parecido a lo que sufrió el protagonista de este relato, sentir como el lodo llena todos los huecos vacíos.

un abrazo

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Es uno de los recursos del genero del terror que el auto se quede en el momento y el lugar más inoportuno.

Lunática dijo...

Qué triste. Al leer fue inevitable no pensar en las últimas inundaciones y en la cantidad de víctimas que se encontraron en sus autos, con el agua al cuello, y tuvieron la suerte de contarlo.
Saludos

Xindansvinto dijo...

Lo más inquietante es desconocer por qué no salió del automovil...

José A. García dijo...

Gracias por lo comentarios!

Esilleviana, no sabía nada sobre tu tío y obviamente mi intensión no era hacerte pasar un mal momento con esta lectura.

Saludos

J.