lunes, 25 de marzo de 2013

Rituales


Mi pueblo tiene una tradición que nadie ajeno a él comprende, sino que buscan con desesperación equiparar con alguna otra cosa que les resulte familiar. Y todas las comparaciones resultan ser siempre odiosas, siempre.
Cuando uno de los nuestros ha cumplido noventa lunas nuevas, se lo induce al sueño, se lo empuja a la vigilia, y de regreso al sueño, hasta completar un total de cinco sueños y cinco retornos al mundo de los vivos. Lo que haya visto en esos sueños será el fundamento del resto de sus días.
Porque, invariablemente, soñamos con los cinco elementos, una y otra vez, en un orden determinado sin repeticiones que nos dice qué será de cada uno de nosotros. Nadie es antes de ese momento, nadie es el mismo luego de que despierta, por fin, a la vida.
El orden es fundamental. El primer sueño marca el humor. No es lo mismo un ser jovial que vio agua al dormir, que un taciturno que se encontró con la tierra al comienzo de su ciclo.
El segundo sueño señala las posibilidades de esa vida. Si arderá, si fluirá, se elevará, se mantendrá o fructificará.
El tercer sueño nos muestra nuestras habilidades.
El cuarto sueño nos prepara para las experiencias que tendremos.
El quinto y último sueño, señala nuestros miedos más profundos. Y por eso nadie habla de su ciclo elemental más allá del segundo paso. El resto es secreto, ni siquiera los chamanes del pueblo deben saberlo. Tus enemigos no deben ni siquiera imaginarlo para ignorar, de este modo, cómo derrotarte.
El ciclo no puede romperse, aquel que no despierta de alguno de sus sueños, ya no puede volver; así como aquel que evita ver con los ojos cerrados, se condena a sí mismo a no poder cerrarlos nunca más, a una vida sin sueños, ni reales ni fingidos.
Dicen que nuestras tradiciones remiten a ciertos ritos de los indios de las praderas del norte. Puede ser, ¿por qué no? Pero nadie ha visto a uno de ellos en generaciones, y los etnólogos no creen que hayan existido jamás.
Su desconocimiento es grande, porque si supieran mirar se darían cuenta que, a veces, lo que llaman norte, se encuentra bien al sur; que lo que antaño fue una pradera puede convertirse fácilmente en un valle frío y oscuro, porque nada permanece inalterable para la eternidad.
Nosotros, y los nuestros, mientras tanto, preferimos seguir soñando.

4 comentarios:

José A. García dijo...

Ésta noche comienza el ciclo de mis sueños...

Suerte para tod@s!

J.

Manco Cretino dijo...

En algunos días sabremos acerca del humor y las posibilidades de su vida, lo cual aunque lo parezca, no es poco.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Los sueños son importante, son un refugio temporal de la realidad, manifiestan las obsesiones y a veces dan ideas, inspiran.

Esilleviana dijo...

Me conformo con poder comprobar y ver el ritual del primer sueño: tener la posibilidad de establecer qué tipo de humor caracterizaría mi vida.

un abrazo :)