viernes, 15 de abril de 2011

El orador

Como muchas veces le sucedía, no entendía lo que escuchaba. El orador estaba allí, de pie frente a la audiencia agitando sus papeles, haciendo un alegato feroz a favor de algo, o en su contra. No lo sabía. No lo entendía.
Y no porque hablaba, el orador, en otro idioma. No. Aunque eso sería una respuesta muy práctica al problema y no hacer otra cosa más que esperar a que el mismo se solucionara por sí mismo. La dificultad parecía encontrarse en otra parte, en algún lugar oculto del sistema.
El orador continuaba fustigando con sus gritos incoherentes y señalaba edificios vetustos de la ciudad ducal que quedaban a su espalda. Afirmaba sus palabras con golpes de sus palmas y zapatazos sobre el cajón de madera que lo venía sosteniendo, a duras penas, durante las últimas horas.
La gente, los espectadores de aquel hombre, asentía tímidamente, sin demostrar demasiada empatía ni la mayor apatía, como en los días anteriores. Parecían ser de esas personas que reconocen lo que está mal en una situación determinada, saben lo que debería hacerse para solucionarlo y, sin embargo, son incapaces de mover un solo dedo en procura de esa solución que se encuentra a la vista y al alcance de cualquiera. Escuchaban como el rebaño que pasta en la pradera.
Las ideas no se encontraban allí. Al contrario, allí no había nada.
Las palabras continuaban acumulándose como los granos de arena en los médanos de las playas solitarias. Ocultando lo que yacía bajo ella. Ocultando la solución para exaltar el problema, para exponer el conflicto.
Allí estaba todo.
Allí no había nada.
Los adláteres del orador repartían folletos con extractos de sus palabras. Frases rimbombantes con ínfulas de convertirse en clásicos del pensamiento intelectualoide.
Se alejó caminando muy despacio antes de que alguno de esos papeles manchados con tinta y palabras de baja estofa llegara a su mano. Acariciando la pequeña Orsini que cargaba en el bolsillo del traje se acercó, como quien decide pasearse por las cercanía, los pocos metros que lo separaban del palacio.

Una orsini es:

13 comentarios:

José A. García dijo...

Yo no quería que el texto quedara así pero la basura de blogger hace lo que quiere cuando quiere, ergo...

Saludos

J.

Sole dijo...

ja, ¿y como debería haber quedado, José?

José A. García dijo...

Tenía que haber quedado sin todos esos espacios en blanco entre los párrafos...

Saludos

J.

oenlao dijo...

orsini?

Sole dijo...

Si, también suele pasarme, pero prefiero blogger antes que wordpress. You gotta love it.
Abrazo

VeroniKa dijo...

ese orador parece el Alcalde de mi pueblo...

qué manera de desperdiciar palabras...

Malena dijo...

Res, non verba.



Supongo que Orsini es .... ¿un arma?

Cita Franco dijo...

No te preocupes, José A. lo importante es el contenido, no el continente.
Y el contenido nos ha dejado satisfechos.
Besos
Cita

Joe dijo...

Y yo que me había puesto contento!, es la señal de que debo dejar esto y pasarme a las redes mas nuevas. Voy a dejar actualización definitiva, espero pronto!.

El cuento esta re bueno, al fin y al cabo de oradores y mentiras vivimos todos, abrazo!

PD: Las pizzas de Ale estuvieron geniales.

jlg

serafin p g dijo...

que bien esta esa sensación de poder pensar, pese a la prepotente persuasión.
saludos Jose!

José A. García dijo...

Oenlao: El mismo que viste y calza.

Sole: Todavía no sé, si la siguen complicando me pasaré a la competencia.

Veronika: Ese orador se parece a mucha gente conocida, o no, que ronda por el mundo queriendo convencer a los demás de que la cosan son como ellos dicen, si o si, a sangre y fuego.

Malena: Si, es un tipo de bomba.

Cita: Gracias. A veces las palabras suenan muy alto, pero no dicen nada.

Joe: El tema de las mentiras es que muchas veces no nos damos cuenta de ellas, o terminamos contándonos una a nosotros mismos con tanta vehemencia que creemos que es, en definitiva, una verdad. ¿Cómo evitamos eso?

Serafín: A veces no se puede, pero lograrlo es una sensación muy liberadora.

Gracias y saludos a tod@s.

J.

Anónimo dijo...

Quizás, sea por los gritos y voces que se ahogan que no me dan buena espina los oradores, independientemente si sean religiosos o políticos

José A. García dijo...

Thor: Puede ser, a mí tampoco me caen muy bien que digamos...

Saludos

J.