viernes, 4 de febrero de 2011

Gato

Allí estaba otra vez, caminando sobre la cornisa, pavoneándose, recordándole a quien le miraba desde abajo que su mala puntería nada había logrado aún. Ni lo haría, por más que lo intentara otras mil veces.
El gato miraba desde la altura refregándose contra la pared, mirándole con esos ojos tontos y burlones, maullando quedito, afónico después de noches de vagabundeos y aventuras ignominiosas que nadie más que él mismo conocería jamás.
El hombre, sentado a la puerta del patio interno del departamento, lo miraba con odio y repugnancia; con ganas de reventarle la cabeza de una pedrada, de arrancarle un ojo a ese gato negro que se parecía, sin serlo, al gato de Poe.
Cada vez que esa miserable bola de pelos aparecía, interrumpía su lectura, su quietud, su silencio sagrado indispensable para continuar con su ilimitado ocio. Con sus maullidos, su ronroneo infernal, su olor a carne cruda mal masticada y sus pelos. Sobre todo sus pelos, que se metían en cada rincón del departamento, que se pegaban en la ropa, los muebles, los utensilios de cocina; en su nariz, cortándole el aire, no dejándole respirar, cerrándose sobre su vida.
El gato continuaba mirándolo desde la cornisa, maullando quedito. Por suerte había tenido la precaución de juntarse varios guijarros de la calle. Aprisionaba uno con sus dedos en ese instante, esperando a que el maldito bicho se distrajera lo suficiente para poder lanzárselo y tener más posibilidades de acertar. Esperaba a que el gato mirara hacia otro lado, a que chocara su cabeza contra la pared y girara sobre sí mismo, de la misma forma en que le veía hacer ahora…
Como activado por un mecanismo mágico y veloz, con un mismo movimiento se levantó de su asiento, llevó hacia atrás su brazo y lanzó el proyectil deseando, esta vez, acertarle.
El gato ni se inmutó cuando la primera piedra golpeó contra la pared, debajo de él; ni cuando la segunda pasó muy por arriba de su cabeza. Con la misma parcimonia de siempre llegó al extremo de la cornisa, mientras la lluvia de proyectiles continuaba, y saltó hacia el otro lado. S fue de la misma silenciosa manera en que llegara, dejando atrás, allá abajo, a un hombre desesperado por su mala puntería, pero, por fin, solo, encerrado en el patio de su soledad.

15 comentarios:

Unknown dijo...

no sé por qué, casi siempre te contesto abajo de lo que firmás...
debería contestarte acá, porque a menos que te fijes no te enterás.

¬¬

igual te escribí allá eh.

JA!

soy así, ya fue.

beso

Sole dijo...

Ay los gatos... que cosa que me producen una sensación tan desagradable. Tal cual como los siento yo.
Un abrazo.

NoeliaA dijo...

Ja, los gatos tienen esa airosidad, te miran desde arriba como gozándote. A mí no, no tengo intenciones de molestarlos, pero he visto cómo le hacen eso a los perros, que se los quieren comer.
Buen cotejo de libertades. La libertad capitalista: tener un patio cercado y meterse dentro.

Unknown dijo...

Algo así paso los otros días por mi casa, con la única diferencia de que mi perra lo agarró al gato y lo tuve que salvar...

serafin p g dijo...

este relato me ha gustado mucho che, muy bueno
te dejo un gran saludo!

Amperio dijo...

Le dejo el consejo de un gil: Con una Uzi no falla, compañero.

UAP, mi viejo

Anónimo dijo...

Los gatos salen de casa por días y regresan en busca de un plato de comida. No molestan, no fastidian, no necesitan nuestro afecto, salvo que ellos decidan acercarse.
Son autosuficientes. Vienen de una estrella no muy lejana.
-
Ahora, lo de la uzi está interesante, siempre y cuando uno pueda -y sepa- apuntarse a la nariz.

Anónimo dijo...

Buen trabajo José.

Joe dijo...

Te dije, bolo!, habla de gatos que en Internet tiene la re fama!, viste?, tenes bocha de comentarios y miiiiiiitas!.

Me encanto, como siempre.

PD: Gracias por el documental de Oliver Stone, miralo, así nos cagamos a puteadas como siempre pero con algo en común, saludos!

jlg

Nelson dijo...

El homo sapiens...

Anónimo dijo...

po eso esa misma razón detesto los gatos, buen relato

José A. García dijo...

Lau: Gracias por las respuestas. Tú sabes…

Sole: Son como los humanos, a algunos le caen bien, a otros no.

Noelia: Creo que el problema es ese, la libertad que tienen los gatos y que el hombre desconoce. Y se niega a conocer.

Iván: Por suerte lo salvaste.

Serafín: Gracias, por lo saludos y por el comentario, también.

Amperio: Salvo que tengas mala puntería…

Ro: Vienen de una estrella tan lejana que todos creen que fueron domesticados por los hombres cuando, en realidad, ellos nos domesticaron a nosotros. Gracias por el comentario.

Joe: Gracias. Lo voy a tener en cuenta.

Hombre de Neanderthal: Es así, no hay con qué darle, es cierto.

Thor: Hay opiniones encontradas en casi todos los temas.

Gracias a tod@s.

Saludos.

J.

mikkonoss dijo...

curiosa raza que ansía destruir lo que no puede alcanzar.

José A. García dijo...

Mikkonoss: Eso es lo que obtienes cuando malinterpretas adrede textos considerados erroneamente como ''sagrados''...

Saludos

J.

Raymunde dijo...

Lo que hacen algunos por un poco de soledad... Si es que, en realidad, la soledad sin un gato no es soledad del todo.
Por un momento, llegué a temer por la vida del minino.